Su personalidad no tenía límites en la depresión, su mundo se venía abajo con cada día que pasaba... Sólo quedaba esperar a que un día todo eso acabara... O que alguien más llegara a su vida a salvarla.
***
-Sólo quería mantenerte feliz todo lo pos...
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(...)
Mordí mi labio y él levantó la ceja esperando mi respuesta... No lo sé.
—Vamos, sería divertido y así ninguno de los dos estaríamos solos —dijo y yo volteé la mirada.
—No sé si sea buena idea después de lo que hablamos, Ray —aclaré un tanto nerviosa.
—Vamos, olvidémonos de eso en esta decisión y vayámonos a vivir juntos.
Miré a mi alrededor y vi a los niños jugar en los juegos del parque delante de nosotros. Ya había pasado un tiempo desde la última vez que hablamos y ahora Ray me había propuesto irnos a vivir juntos. Suspiré y lo pensé por un momento, pero al final me decidí sin tardar mucho y acepté asintiendo.
—¿Pero no crees que sería mejor si te fueras a vivir conmigo a mi departamento? Creo que eso estaría mejor ahora —pregunté y él ladeó la cabeza.
—¿Así lo quieres? Por mí está bien en realidad —aclaró con una sonrisa y yo volví aceptar pero esta vez un poco más emocionada. Por lo menos ya no estaría tan sola.
—¿Y tus padres? ¿Crees que ellos aceptarán? —pregunté.
—Sí, estoy seguro, pero... ¿Y los tuyos? Que yo me haya dado cuenta no vives con ellos pero aún así... —dijo y me quedé pensando.
No creo que le moleste a papá, ciertamente él mismo me había dicho que consiguiera a un compañero de departamento para que no estuviera tan sola cuando estaba en Nueva Jersey, así que creo que no habrá problema con que tenga un nuevo compañero de apartamento aquí en Brooklyn.
—No, creo que no habrá ningún problema de parte de mi padre —aseguré con una pequeña sonrisa y él también se alegró.
—Mmmm, una última cosa y muy importante... —empezó y yo fruncí el ceño ante su seriedad—. ¿Si hay espacio para mí?
Suspiré y volví a sonreír.
—¡Por supuesto que sí! —exclamé emocionada y después ambos nos abrazamos.
(...)
Un hombre dejó las últimas cajas de pertenencias de Ray sobre el suelo y suspiré cansada, le pagué al tipo y él volvió a entrar pero esta vez con un estuche de guitarra en su mano izquierda, mientras en la derecha tenía una gran bolsa con más ropa.
—¿Todavía hay más cosas? —pregunté un tanto cansada.
—Ésto es todo —informó y dejó lo que traía junto con lo demás.
