Capitulo 9

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-Gracias -respondió, y colgó. Se puso de pie y agarró el bolso-. Hasta luego -dijo a Brom.

-¿Vuelas, pajarito? -preguntó, como siempre hacía.

-Eso parece. Greg me ha dicho que vaya haciendo el equipaje -agitó la mano en señal de despedida. No quería entretenerse, Justin estaba de camino.

Salió al pasillo y el corazón casi se le paró cuando las puertas del ascensor se abrieron y apareció Justin acompañado por tres hombres a los que no conocía y por el antiguo propietario de la revista, el señor Owen. En lugar de avanzar hacia ellos, se dirigió a las escaleras, cuidando de mantener la mirada baja y la cabeza ligeramente inclinada hacia delante, pero notó que Justin se paraba y la miraba. El pulso se le aceleró y bajó las escaleras sin vacilar. ¡Por los pelos!

Encerrada en su apartamento, esperando que Greg la llamara, casi se vuelve loca de impaciencia. Caminó durante un rato de arriba abajo; luego, trató de quemar energías limpiando el frigorífico y ordenando armarios. Ninguna de las dos cosas le llevó mucho tiempo, ya que no tenía ni demasiada comida ni muchos cacharros que ordenar. Por fin encontró la manera perfecta de matar el tiempo: haciendo la maleta.

Le encantaba hacer el equipaje, seleccionar lo fundamental y guardarlo en la bolsa de viaje: la libreta de notas, lápices y bolígrafos, una grabadora, un diccionario muy sobado, varios libros de bolsillo, un sacapuntas, una calculadora, pilas de repuesto y una linterna. Esos objetos indispensables la acompañaban dondequiera que fuese.

Acababa de guardarlo todo en su sitio cuando sonó el teléfono y, al descolgar, oyó la voz de Greg, anunciándole que ya tenía un reportaje para ella.

-Es lo mejor que he podido encontrar, al menos te permitirá marcharte de Nueva York -gruñó-. Tienes una reserva en un vuelo a Washington mañana por la mañana. La mujer de un senador está haciendo mucho ruido. Un asunto de información confidencial en una fiesta en la que todos habían bebido demasiado.

-Suena bien -comentó ______.

-Voy a mandar a Chris Maker contigo -continuó Greg-. Habla con la mujer del senador. Es lo más que podrás acercarte al general. Le daré a Chris un resumen sobre el tema para que lo hojees. Os encontraréis en el JFK a las cinco y media.

Ahora que sabía adónde se dirigía, _______ podía terminar de hacer el equipaje. Metió varios vestidos de corte convencional y un traje de chaqueta pantalón. No era su ropa preferida, pero tenía la sensación de que un atuendo modosito haría que la mujer del senador se sintiera más cómoda durante la entrevista y confiara en ella...

Como de costumbre, le costó conciliar el sueño. Siempre le ocurría lo mismo la noche previa a un viaje. Prefería tener que ir corriendo de la redacción al aeropuerto, sin tiempo para pensar ni preocuparse por que todo saliera bien, sin tiempo para

preguntarse qué pasaría si Justin la reconocía...

Chris Maker, el fotógrafo, la estaba esperando en el aeropuerto a la mañana siguiente, y mientras se acercaba, sonriente y saludándolo con la mano, él se puso de pie como si le costara. Le devolvió una sonrisa somnolienta y se inclinó para darle un

beso en la frente.

-Hola, preciosa.

La voz, perezosa y grave, hizo sonreír aún más a ______. Le gustaba Chris. No se alteraba por nada, nunca tenía prisa. Era tan tranquilo y relajado como un lago. Incluso relajaba mirarlo. Tenía los ojos marrones y el pelo castaño, y una boca firme pero no obstinada. Su expresión era serena. Y lo más importante de todo, no intentaba ligar con ella. La trataba con cariño, como a una hermana menor, y era protector a su modo, pero nunca le había hecho una insinuación ni le había dado a entender que se sintiera atraído por ella. Era un alivio, porque ______ no tenía tiempo para historias románticas.

El la miró de arriba abajo y alzó las cejas.

-Eh ...¿Tú con vestido? -dijo con voz ligeramente asombrada, lo cual quería decir que estaba perplejo-. ¿A qué se debe tanta elegancia?

______ sonrió de nuevo.

-Nada, cuestión de formas -afirmó-. ¿Greg te ha dado el sobre que me prometió?

-Sí, no te preocupes. ¿Has facturado la bolsa?

-Sí -asintió. En ese momento anunciaron por megafonía la salida de su vuelo y ambos fueron a pasar por el detector de metales para entrar en zona de embarque.

Durante el vuelo, ______ leyó con atención el informe que le había preparado Greg. Teniendo en cuenta el poco tiempo del que había dispuesto para redactarlo, había incluido muchos detalles y _______ se concentró en analizar las distintas posibilidades.

No era el tipo de reportaje que hacía habitualmente, pero Greg le había dado lo que tenía y ella le devolvería el favor haciendo su trabajo lo mejor posible.

Cuando llegaron a Washington y se instalaron en el hotel, hacerlo «lo mejor posible» ya no le parecía suficiente. Mientras Chris se echaba en un sillón y se ponía a hojear una revista, _______ llamó a la mujer del senador para confirmar la entrevista de esa tarde. Le dijeron que la señora Bailey lo sentía, pero que no podía ver a ningún periodista ese día. Era un modo educado de quitársela de encima, y _______ se enfadó.

No tenía la menor intención de fracasar con el reportaje que Greg le había encargado. Se pasó una hora al teléfono y utilizó todos sus contactos, pero al cabo de ese tiempo había logrado entrevistar a la anfitriona de la «fiesta de los borrachos» en la

cual se suponía que el general había revelado información confidencial. Lo negó todo con vehemencia, excepto que tanto el general como la señora Bailey estaban presentes la noche en cuestión, pero cuando la indignada anfitriona murmuró de pasada «todo se acaba pagando», _______ empezó a darle vueltas a la idea de si la señora Bailey no sería una mujer despechada.

Era una posibilidad. El general era un hombre apuesto, distinguido, de pelo gris y ojos vivaces. Después de charlarlo con Chris, que se mostró de acuerdo con su teoría, decidieron explorar aquel punto de vista.

Cuarenta y ocho horas más tarde, cansados pero satisfechos, volaron de regreso a Nueva York. Aunque ninguno de los protagonistas, ni el general ni la señora Bailey, por supuesto, habían querido confirmar su teoría, estaba segura de que el despecho era la razón por la que ésta última había acusado al primero de cometer una indiscreción. Habían rastreado la ciudad y encontrado varios restaurantes a los que el general solía acudir acompañado de una mujer atractiva que coincidía con la descripción de la señora Bailey. El esposo de ésta había anulado inesperadamente un viaje al extranjero para quedarse con su mujer. A su vez, la mujer del general, que había adelgazado diez kilos y se había teñido de rubio el pelo canoso, aparecía de pronto junto a su marido más de lo habitual. También estaba el hecho de que nadie más había corroborado la acusación de la señora Bailey, nadie había confirmado su historia y, sobre todo, el general no había sido cesado a pesar del escándalo en la prensa.

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