Capitulo 44

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La certeza del «ahora o nunca» le proporcionó la concentración que necesitaba y, al cabo de menos de una hora, mandó su trabajo terminado a Greg. Se puso de pie y se estiró para relajar la tensión muscular. Luego tomó el bolso con naturalidad y salió del edificio sin decir adiós a nadie, como si saliera para acudir a una cita, cuando en realidad no tenía intención de regresar. Lamentaba tener que marcharse sin decirle nada a Greg, pero éste había dejado claro que le debía lealtad a Justin antes que a ella, y __________ sabía que informaría inmediatamente de su dimisión.

Por precaución, cobró el cheque de caja que llevaba en el bolso desde hacía días y pidió que le dieran el dinero en cheques de viaje. ¿Quién sabía hasta dónde sería capaz de llegar Justin para retenerla? Tenía que marcharse y hacerlo cuanto antes.

Cuando llegó a su apartamento eran ya las tres y media. Abrió la puerta y el vello de la nuca se le erizó sin que supiera por qué. Se quedó mirando los muebles y notó que había algo distinto, diferente. Miró a su alrededor y se dio cuenta de que varias cosas habían desaparecido: sus libros, un reloj antiguo... ¡Ladrones!

Corrió a su dormitorio y vio, espantada, que estaba vacío. Las puertas de los armarios estaban abiertas y dentro no había nada. Sus cosméticos y los artículos de higiene personal habían desaparecido del cuarto de baño, incluido el cepillo de dientes. ¡Todas sus pertenencias se habían esfumado! Completamente pálida, regresó corriendo al dormitorio y vio horrorizada que el manuscrito también había volado. ¡Se, habían llevado incluso su manuscrito!

Un ruido la hizo girarse. Se enfrentaría a los ladrones si éstos habían vuelto, pero era su casera la que estaba en la puerta.

-Me parecía haberte visto -dijo la señora Landis alegremente-. Estoy muy contenta por ti. Eres una chica estupenda, y siempre me preguntaba cuándo ibas a casarte. Me apena mucho que te marches, pero comprendo que estarás deseando

empezar a vivir con ese marido tuyo tan guapo.

__________ notó frío en el estómago.

-¿«Marido»? -repitió débilmente.

-Es la primera vez que conozco a un famoso -continuó la señora Landis-. Es muy agradable, y me ha dicho que ya lo ha arreglado todo para que este fin de semana vengan los del guardamuebles a buscar lo que queda, así que podré volver a alquilar el apartamento en seguida. Me ha parecido muy considerado por su parte ocuparse de todo para que no tengas que faltar al trabajo.

____________, que ya había conseguido recuperar el dominio de sí misma, consiguió sonreír a la señora Landis.

-Desde luego -reconoció con los puños apretados junto a los costados-. ¡Justin está en todo !

¡Pero todavía no había ganado!

Estaba tan enfadada que no podía dejar de temblar. No sabía qué hacer. Se montó en un autobús cualquiera. Deseaba violentamente retorcerle el pescuezo a Justin.

Le había robado sus cosas, la ropa y todo lo demás. Eso ya era grave, pero podría sobreponerse. Sin embargo, había algo a lo que no podía renunciar, el manuscrito, y tampoco se le ocurría la manera de recuperarlo. Ni siquiera sabía dónde vivía Justin, y su teléfono no figuraba en la guía.

Tenía que encontrar un sitio para pasar la noche, así que se bajó del autobús.

Hacía calor y vagó por las calles llenas de gente hasta que se cansó y eligió un hotel al azar. Pidió una habitación y se quedó allí sentada, incapaz de resolver cómo debía actuar. Su mente saltaba de un pensamiento a otro, intentando encontrar el modo de recuperar el manuscrito sin tener que ver otra vez a Justin. Para eso, primero tenía que enterarse de donde vivía y, para conseguirlo, tenía que llamarlo, cosa que quería evitar. El ladrón que le había robado el manuscrito había logrado paralizarla, como si también le hubiera quitado su capacidad de actuar. Pensó por un momento en volver a empezar desde cero, pero sabía que no podría rescribir la historia exactamente igual, no recordaba los detalles, cada frase tal y como la había escrito. Lloró un rato, consumida por la ira y la desesperación. Cuando por fin se decidió a llamar a Justin a la oficina, se dio cuenta de que se había hecho tarde; todo el mundo se habría marchado ya a casa.

Así que lo único que podía hacer era esperar. Se duchó, se tumbó en la cama y encendió el televisor. Se quedó dormida sin haberlo apagado y se despertó de madrugada, con el zumbido de la pantalla, cuando la programación terminó.

Estaba muerta de hambre. Apenas había comido algo a la hora del almuerzo y no había cenado nada ninguna de las dos noches anteriores. El dolor de estómago fue el puntillazo. Tumbada en la cama, adoptó la postura fetal y se echó a llorar. ¡Cómo se habia atrevido Justin a hacerle algo así!

Pero se atrevía a todo, y ella ya lo había comprobado. Se quedó nuevamente dormida y cuando se despertó, cerca de las diez de la mañana, tenía un fuerte dolor de cabeza. Se duchó de nuevo y se vistió. Luego respiró hondo varias veces y se sentó junto al teléfono. No había modo de evitarlo, tenía que hablar con él. Antes de que el valor la abandonara ____________ marcó el número de la revista y preguntó por el señor Bieber. Amanda respondió y ella le dio los buenos días antes de pedirle que la pasara con Justin.

-Claro, me ha dicho que le pase contigo en cuanto llames -contestó Amanda alegremente.

___________ estaba a punto de gritar de nervios mientras esperaba.

-__________ -cuando ella oyó su voz, ronca y aterciopelada, casi dio un salto-. ¿Dónde estás, cariño?

__________ tragó saliva.

-¡Quiero que me devuelvas el manuscrito! -dijo ásperamente.

-Te he preguntado que dónde estás.

-El libro... -empezó a decir ella nuevamente.

-¡Olvídate del maldito libro! -gritó con voz áspera.

Los nervios de ______________ no aguantaron más. Se le hizo un nudo en la garganta al tratar de ahogar las lágrimas que pugnaban por salir. Tragó saliva pero de nuevo tuvo que contener un sollozo y, al final, se echó a llorar de golpe, incapaz de dominarse. Agarraba el auricular como si le fuera la vida en ello.

-Me... me lo has robado -lo acusó entre lágrimas. Sus palabras eran prácticamente ininteligibles-. Sabías que era algo de lo que no podría desprenderme y me lo has robado. Te odio, ¿te enteras? ¡Te odio!

-No llores -dijo con voz ronca-. Cielo, por favor, no llores. Dime dónde estás e iré a buscarte en seguida. Recuperarás tu libro, te lo prometo.

-¡Por prometer que no quede! -se mofó ella, y se enjugó con el dorso de la mano las lágrimas que le corrían por las mejillas.

El dejó escapar un resoplido de impaciencia.

-Mira, vas a tener que verme si quieres recuperar tu libro. Es lo único que tengo para hacerte recapacitar y pienso aprovecharme de ello. Podemos comer juntos...

-No -se apresuró a responder ella, mirándose los pantalones viejos y el top que llevaba-. No, no voy bien vestida.

-Entonces comeremos en mi casa -decidió él bruscamente-. Voy a llamar a la señora que se ocupa de la casa y le diré que nos prepare algo. Nos veremos allí a las doce y media y así podremos hablar tranquilamente.

-No sé dónde vives -contestó ella, rindiéndose a lo inevitable. Sabía que cometía un error acudiendo a verlo; debería olvidarse del manuscrito y empezar de nuevo, pero no podía. Fuera cual fuera el riesgo que corría al intentar recuperarlo, no quería seguir adelante sin su libro.

Él le dio las señas y le indicó cómo llegar.

-¿Estás bien? -preguntó justo antes de colgar.

-Sí -respondió ___________ con desolación y dejó el auricular encima de la góndola.

Se puso de pie, se cepilló el pelo y vio, horrorizada, la imagen que le devolvía el espejo. Estaba pálida, tenía los ojos hundidos y la ropa arrugada. No podía permitir que Justin la viera en ese estado, ¡pero lo único que tenía en el bolso era una barra de labios!

No era cierto, tenía dinero, y había varias tiendas en la planta baja del hotel.

Tomó el ascensor y compró a toda prisa un vestido blanco, veraniego, con un estampado de florecitas, y un par de sandalias blancas de tacón.

En otra tienda adquirió un tubo de maquillaje, polvos y perfume, y volvió a subir a su habitación. Se maquilló para borrar las huellas de la preocupación y la intranquilidad de las últimas horas y se puso el vestido de algodón. Como no tenía tiempo para peinarse, se dejó la melena suelta.

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