Capitulo 31

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-Lo haré si me obligas. No me importa que trabajes siempre y cuando vuelvas a casa por la tarde. Claro, cuando tengamos hijos, prefiero que te quedes con ellos mientras sean pequeños.

Los ojos azules de ________, llenos de furia, se volvieron hacia él.

-No voy a vivir contigo -dijo amargamente-. No puedo vivir contigo y estar sólo viva a medias. La idea de volver a ser ama de casa me resulta nauseabunda.

La boca de Justin adquirió una expresión inflexible.

-Te estás mintiendo a ti misma si piensas eso. Has cambiado en muchas cosas, pero no puedes haber cambiado en lo de tener hijos. Me acuerdo que cuando estabas embarazada de nuestro hijo...

-¡Cállate! -estalló ella, apretando los puños mientras intentaba controlar el dolor que le producía acordarse del hijo que había perdido-. No hables de mi niño -incluso siete años después, el dolor de haberlo perdido era todavía demasiado fuerte.

-También era hijo mío -afirmó Justin concisamente.

-¿De verdad? -respondió ella con sarcasmo, bajando la voz para que nadie la oyera-. No estuviste presente en el parto y, durante el embarazo, casi nunca estabas en casa. Tu papel se redujo a ser el padre biológico. Yo estaba completamente sola -apartó la cara y tragó saliva haciendo un esfuerzo por controlar las lágrimas mientras recordaba a su hijo.

Nunca lo había oído llorar ni observar el extraño mundo al que había llegado, pero durante varios meses había notado cómo se movía y daba patadas en su interior. Para ella se había convertido en alguien real, una persona que tenía un nombre: Flynn Drew Bieber, su hijo.

Los dedos de Justin se cerraron con tanta fuerza sobre su muñeca que _________ hizo una mueca de dolor.

-Yo también lo deseaba -dijo, y luego la soltó.

No hablaron durante las siguientes horas.

La escala en París fue brevísima, y _________ se dijo que debía de haber sido Greg el que había programado el viaje, porque siempre buscaba conexiones inmediatas, tanto que a veces, si el primer vuelo tenía un pequeño retraso, perdían el siguiente. Justin y ella acababan de llegar a la zona de tránsito cuando se abrió el embarque del vuelo a Sakarya. Tuvieron que correr para llegar a tiempo a la puerta que tenían asignada.

Desde París fueron otras siete horas de vuelo hasta que aterrizaron en el nuevo y ultramoderno aeropuerto de Khalidia, la capital de Sakarya, y a causa del cambio de huso horario, en lugar de llegar de noche, que era lo que sus cuerpos exigían, era pleno día cuando bajaron del avión. La fatiga y las largas horas de vuelo habían socavado la tirantez inicial que había entre ellos, y ________ no protestó cuando él la tomó del brazo para dirigirse a la cinta de los equipajes.

-Espero que el hotel sea decente -murmuró Justin-, pero tal y como me siento ahora, me da igual. Lo único que quiero es dormir.

Ella conocía muy bien esa sensación. Los efectos de la falta de sueño y el cambio horario eran agotadores. No estaba en condiciones de discutir con Justin sobre dónde iba a dormir ella.

Nadie hablaba inglés, pero algunas personas podían comunicarse en francés y tanto Justin como ella lo hablaban bien. El taxista que los condujo al hotel en un Renault bastante abollado chapurreaba francés y de sus palabras pudieron inferir que Khalidia estaba llena de occidentales. Habían llegado muchos europeos y bastantes norteamericanos, incluido un hombre con una gran cámara, y decían que el rey iba a hablar en la televisión de Estados Unidos. El taxista los informó de que no tenía televisor, pero creía que la cámara grande esa debía servir para rodar las imágenes. Era charlatán, como casi todos los taxistas, y señalaba con orgullo los resplandecientes edificios modernos, que coexistían con antiguas casas encaladas, las

cuales castigaba sin piedad el sol. Sakarya tenía esa intrigante mezcla de lo tradicional y lo moderno que existe en muchos países del Tercer Mundo. Las limusinas de lujo circulaban por las mismas calles por las que transitaban los burros. Los camellos aún recorrían el desierto, pero en el cielo surgían cada tanto las estelas que dejaban a su paso los afilados aviones de combate de las Fuerzas Aéreas de Sakarya.

El rey había estudiado en Oxford, pero, a pesar de haber absorbido la cultura europea, era por naturaleza un hombre cauteloso, reticente a los cambios. Los sakaryanos procedían de la estirpe de Mahoma, y la familia Al Mahdi ocupaba el trono

desde hacía quinientos años. Había tradiciones hondamente arraigadas que no podían omitirse cuando se abordaba la modernización del país y, para la mayoría, la vida en Sakarya seguía siendo la misma. Los coches estaban bien, pero los sakaryanos se las habían arreglado sin ellos varios siglos y, si repentinamente desaparecieran, no representaría para ellos un problema. El aeropuerto era ruidoso y los visitantes que llegaban, raros. El nuevo hospital, sin embargo, era fuente de orgullo y los niños estaban deseando acudir a las escuelas nuevas.

El hombre que había llevado a cabo la modernización del país era el marido de Marina Delchamp, Zain Abdul ibn Rasid, el ministro de Economía, el cual tenía gran influencia sobre el rey. Tenía el aspecto de un halcón y los ojos, negros como el carbón, como la mayoría de los hombres del desierto. Durante sus años de estudiante en Europa, tenía fama de playboy. __________ se preguntaba si realmente amaba a Marina o si sólo lo atraía de ella su resplandeciente belleza, su maravillosa melena rubia. ¿Apreciaba y amaba su dignidad natural, su valor? Aquello la preocupaba. No era fácil conjugar Oriente y Occidente, las diferencias culturales eran demasiado grandes. A pesar de que no se escribían con regularidad y pasaban mucho tiempo sin verse, __________ consideraba a Marina una buena amiga y deseaba que fuera feliz. Estaba tan absorta en sus preocupaciones que experimentó una sacudida cuando el conductor dijo en su rudimentario francés:

-El Hotel Khalidia. Es nuevo y rico. ¿Les gusta, sí?

__________ miró por encima del hombro de Justin y admitió que sí, que le gustaba. Estaba rodeado por una fila de árboles muy cuidados, y más allá de los árboles, protegido por un muro alto de piedra. La arquitectura no era ultramoderna sino que, al contrario, se habían hecho los esfuerzos necesarios para asegurarse de que encajara en su entorno.

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