Capitulo 46

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La cólera se apoderó de __________ y levantó bruscamente la cabeza.

-¡No tenías derecho a leerlo!

-¿En serio? -dijo él secamente-. Pensaba que tenía todo el derecho a leer lo que has estado escribiendo mientras se suponía que tenías que estar trabajando para la revista. Te hemos estado pagando y tú no has escrito ni una palabra de los artículos que se te habían encargado. Si no me hubiera convenido tenerte tranquilamente sentadita a tu mesa, te habría puesto en la calle hace mucho tiempo.

-Te devolveré hasta el último céntimo que he cobrado desde que compraste la revista -le espetó-. ¡Pero sigues sin tener derecho a leerlo !

-Deja de patalear y arañarme, gatito -dijo Justin. Empezaba a divertirse-. Ya lo he leído, no puedes hacer nada para evitarlo. En lugar de porfiar, trata de pensar constructivamente. Tienes un manuscrito con grandes posibilidades, pero hay que pulirlo, y eso exige mucho trabajo. Necesitas un sitio donde trabajar sin que te molesten, y lo último que te hace falta es tener que pensar en pagar el alquiler y hacer la compra.

-¿Por qué no? -murmuró-. Hay miles de escritores que se ocupan de cosas semejantes.

-Pero no es tu caso -señaló él-. Toda tu vida has gozado de una cierta seguridad económica, y estás acostumbrada a ello, pero desde ayer ya no estás en nómina, así que a partir de esta semana no recibirás tu sueldo, y te comerías en seguida tus ahorros. Escribir un libro y encontrar editor lleva su tiempo. Te quedarás sin dinero mucho antes.

-No soy una niña desamparada y no me asusta trabajar -replicó ella.

-Ya lo sé, pero ¿por qué preocuparte por esas cosas cuando puedes vivir aquí, trabajar en tu libro sin interrupciones y guardar tus ahorros?

Ella exhaló un suspiro; se sentía atrapada. En apariencia, la proposición parecía muy lógica, pero sabía que esa oferta era una manera de volver a atraparla. Si fuera sensata, se marcharía de allí a la primera oportunidad, incluso si tenía que sacrificar el manuscrito, pero ya había dejado pasar esa ocasión y reconoció, no sin pesar, que era demasiado tarde para escapar. Se había dejado atrapar de nuevo en la red de su amor por Justin, aun a sabiendas de que él la correspondía únicamente con el deseo físico. La deseaba y por esa razón quería tenerla cerca, pero ¿qué ocurriría cuando volviera a cansarse de ella? ¿Se iría simplemente, como había hecho ya en una ocasión? Sabía que de nuevo se exponía a que le partiera el corazón.

-De acuerdo -respondió mirando fijamente la ensalada que tenía en el plato.

Él soltó un bufido.

-¿Eso es todo?, ¿sin discusiones, sin condiciones? ¿No tienes preguntas que hacerme?

-No me interesan las respuestas -replicó encogiéndose de hombros-. Estoy cansada de luchar contra ti y quiero acabar el libro. Aparte de eso, no me interesa nada más.

-Desde luego, sabes cómo socavar el ego de un hombre -murmuró Justin.

-Es lo que tú has hecho con el mío -contestó ella con brusquedad-. No esperes que esté feliz. Tú has conseguido lo que querías, que no trabaje y que viva contigo, pero no esperes de mí adoración ciega porque no estoy para ésas.

-Nunca he esperado tal cosa -dijo con voz áspera-. Y, para que conste, no intento cortarte las alas. Me oponía a que continuaras con el trabajo específico de enviada especial por las razones que ya conoces, y lo que te estoy pidiendo es tiempo para estar juntos, para intentar que las cosas funcionen. Si después de seis meses no nos soportamos el uno al otro, pensaré en el divorcio, pero lo menos que podemos hacer es intentarlo.

-Y si no funciona, ¿nos divorciaremos? -preguntó ____________ con cautela. Quería estar segura.

-Lo discutiremos en su momento.

Ella miró la expresión implacable de Justin y se dio cuenta de que no le arrancaría una promesa de divorcio, así qué cedió por enésima vez.

-De acuerdo, seis meses. Pero voy a dedicarme a terminar el libro, no pienso cocinar, ni planchar ni limpiar. Si lo que quieres es un ama de casa, te vas a llevar una desilusión.

-Por si no te has dado cuenta, tengo una buena posición social -dijo con ironía-. No pretendo que mi mujer se dedique a lavar y fregar.

Ella alzó la vista y lo miró fijamente.

-¿Qué vas a sacar de esto, Justin? Aparte de tener compañía en la cama, quiero decir, y ésa puedes conseguirla sin necesidad de armar tanto lío...

Él entornó los párpados.

-¿No te parece suficiente? Te deseo. Dejemos las cosas como están -murmuró con voz ronca.

Para sorpresa de __________, el arreglo funcionó bastante bien y pronto ambos se adaptaron a una rutina. Justin se levantaba por las mañanas y se preparaba el desayuno; luego la despertaba, le daba un beso y se marchaba a trabajar. Ella desayunaba y pasaba toda la mañana trabajando en el estudio. La señora Herman, una mujer regordeta de pelo canoso, seguía ocupándose de las cosas de la casa y era un modelo de eficiencia. A ___________ le preparaba algo de comer a mediodía y les dejaba la cena hecha. Se marchaba justo a la hora a la que Justin volvía a casa.
Cenaban y él le contaba las novedades de la revista, lo que había pasado ese día, y le hacía preguntas sobre el libro. Ella se sentía bastante cómoda con él, aunque su relación no llegaba a ser de verdadera camaradería. __________ tenía la sensación de que ambos se guardaban algo para sí mismos, pero quizá fuera lo esperable en dos personas de carácter fuerte. Las buenas maneras debían predominar para que el tejido de su frágil convivencia no se rasgara sin remedio.
A medida que pasaban las semanas y el montón de páginas escritas iba creciendo, los consejos y la experiencia de Justin le resultaban muy útiles a __________.

YA NO ME INTERESAS...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora