Despertar

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Al abrir los ojos una luz potente me ciega por un instante. Giro la cabeza a la vez que entrecierro los ojos, dandome cuenta de que todo a mi alrededor es de un intenso color blanco. Huele bastante fuerte a antiséptico y un ligero pero persistente pitido se vuelve mas molesto conforme mas lo escucho. -¿Alexander?¿Puedes oirme? - Sobre mi aparece la cabeza de un hombre. Lleva un gorro de tela ajustado al cráneo y una mascarilla cubre su boca, haciendo parecer sus orejas mucho mas grandes de lo que ya son de por si. Asiento levemente casi sin darme cuenta de lo que hago, con lo que el hombre empieza a revisar mis pupilas con una pequeña linterna. Esto me desconcierta aún mas. ¿Qué ha pasado?¿Donde estoy? Lo último que recuerdo es haberme ido a dormir después de una de las formales y aburridas cenas de inversores de mi padre.

-Alexander, estás en el centro de reproducción New Life, en Nueva York. Tu padre es Robert Lightwood, ¿cierto? - Asiento, aún bastante desorientado. Mi cerebro empieza a trabajar a toda velocidad. ¿Un centro de reproducción?

Intento hablar, pero me doy cuenta entonces de una intrusión en mi garganta, una mascarilla de plástico duro cubriendo mi nariz y mi boca. Dejo de intentar hablar cuando noto los tubos rascan mi garganta con el movimiento. -Enseguida te vamos a desentubar. Uno de nuestros asistentes responderá todas las dudas que tengas.

Cierro los ojos, la realidad llegando hasta mi de forma atemorizante. Siento las lágrimas crear una película acuosa bajo mis párpados, pero no quiero llorar. Me niego a hacerlo. No quiero mostrarme débil. No en este momento. Solo puedo estar en uno de estos centros por una razón. Mi padre me ha vendido. Me ha cambiado por un triste puñado de dólares.

Siempre me sentí un chico afortunado por la opción que se me ofrecía. Cuando cumpliese los veintiún años y tuviese edad legal para tener mi propio esclavo, mi padre iba a comprar uno para mi. Incluso prometió dejarme escogerlo. Lo tenía todo pensado. Visitaría todos los centros de reproducción que me fuese posible, viendo a todos los esclavos que estuviesen disponibles. Buscaría una conexión, un algo que me conectase a uno de ellos. Esa chispa de la que Izzy siempre hablaba. No es como si fuese a tratar a nadie como un esclavo. Nunca me ha gustado ese término, aunque realmente la gente paga para poder obtener a uno de esos hombres con capacidad reproductiva. La mayoría, dado que pagaban por ellos, habían optado por considerarlos esclavos y el término se había acabado oficializando.

Me dan arcadas solo de pensar en la idea. Ahora soy uno de esos hombres reproductores. Voy a ser vendido a cualquier hombre, sea viejo, joven, amable o volento...quien sabe. Y se lo que ocurre con los hombres reproductores. Conozco las reglas. Todo reproductor debe criar por lo menos dos veces en sus tres primeros años de venta antes de poder ser liberado. La raza humana quedó muy reducida cuando las mujeres murieron, así que debe recuperarse con rapidez. Por eso la reproducción es obligatoria.

Voy a tener que ser padre. Voy a tener que llevar dos hijos dentro de mi. Llevo mi mano hasta mi abdomen descubierto. No está marcado ni ejercitado, pero no es desagradable a la vista. Siempre he tenido un físico bastante en la media, un peso adecuado a mi altura. Puedo notar la cicatriz resultante de la operación. Es mas pequeña de lo que creía que sería.

Se me hace extraño pensar que ahora tengo útero. Un útero que en cualquier momento puede simplemente albergar un bebé. Un hijo.

I dreamed a dreamDonde viven las historias. Descúbrelo ahora