Confesiones.

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Han pasado unas pocas semanas desde que el embarazo de Alec se confirmó apropiadamente de manos de un doctor. 

Hemos cambiado de especialista desde entonces. Ambos coincidimos en que buscaríamos un médico mas humano, menos habituado al cambio o como mínimo, que tratase a los gestantes como personas y no como simples objetos. Nos costó tres visitas encontrar a uno decente. No era el mas reputado, sus aparatos no eran de última generación ni su consulta la mas elegante, pero el trato era bueno y sus títulos estaban en regla. Para nosotros, fue mas que suficiente.

Todavía fue mejor cuando, al enterarse de que Alec estaba en la onceava semana de gestación, sacó tiempo extra para nosotros y le realizó una nueva ecografía. No habíamos tenido una desde aquella primera que confirmó nuestro bebé en camino, así que fue toda una sorpresa. Esperabamos un nuevo vistazo al pequeño alrededor de tres semanas mas tarde. 

Lloré, lo admito.

Lo único que conocía de nuestro bebé era ese pequeño punto naranja que había estado dando vueltas en mi cabeza desde el mismo día que lo vimos. Pero esa segunda ecografía fue tan diferente... la pantalla de este doctor no tenía color, ni era tan grande y clara como la anterior. Las imágenes aparecían en blanco y negro, pero no pudo importarme menos. El pequeño punto naranja en Alec había desaparecido y en su lugar, un alien estaba ahí. Un alien con forma similar a un bebé, con una enorme y desproporcionada cabeza, sus bracitos, sus piernas y cuando el doctor daba con el movimiento correcto incluso llegábamos a distinguir sus pequeños dedos.

A partir de ese momento, todos los cuidados y precauciones que Alec y yo habíamos estado teniendo se multiplicaron. Me aseguraba de que comiese con regularidad, controlando los horarios, la variedad de la comida -siempre sana- y también limitándole el ejercicio, pese a que Alec no para de asegurar estar bien. 

Apago el despertador segundos antes de que suene. Conforme el embarazo avanza, Alec parece tener cada vez mas sueño y sinceramente, no me molesta verlo dormir. Siempre se ve pacífico y despreocupado, todo lo contrario a esa máscara de formalidad que viste durante el día. Me giro hacia su lado de la cama percatándome entonces de que no está. 

Me incorporo, no demasiado preocupado aunque si algo intranquilo. Las nauseas desaparecieron hace apenas una semana, pero sabemos que pueden volver todavía. Cuando dirijo mi vista hacia el baño el cuerpo frente al espejo detiene mi camino, sacándome una sonrisa. Alec está ahí, solo con unos pantalones deportivos holgados colgando de sus caderas. Los abdominales todavía marcan su estómago, pero ahí, en la parte mas baja de este, se empieza a vislumbrar un pequeño bulto. No es de extrañar. Alec es musculoso pero no por ello deja de ser muy delgado, y según los cálculos del doctor, nuestro bebé debería medir ya unos ocho centímetros.

Todavía no hemos hablado de ello, nosotros siendo padres. Ambos hemos seguido las pautas, hemos cuidado la alimentación -yo también, en solidaridad- controlado las visitas médicas, las vitaminas y suplementos e incluso leído algunos libros sobre embarazo y paternidad, pero no nos hemos sentado a compartir opiniones sobre esto. Sería como hacerlo mas real.

Pero ver a Alec, ahí plantado frente al espejo, sin saber que estoy observándolo.. ver esa mirada de aceptación en sus ojos, de emoción y orgullo... me hace ver que nada de esto está mal. Si, no es planeado, no hay un amor de película entre nosotros, ni siquiera se si hay un amor normal, fuera de la amistad, la protección y el deseo... pero podremos hacerlo. Porque sin desearlo, ambos amamos a ese pequeño niño aún por nacer.

Sin quererlo, rompo el momento con un inesperado bostezo que no puedo retener. Se aparta del espejo algo avergonzado, yendo directo al cuarto de baño. Sonrío enternecido y salgo de la cama, caminando también hasta allí, apoyándome en el marco de la puerta. -Empieza a notarse...-no miro a su estómago, sino que busco la reacción en sus ojos. Alec puede parecer serio y profesional, pero sus ojos son como un libro abierto, dispuesto a ser leído. -No hay nada de malo en sentirse orgulloso de esto, Alexander. Yo me siento orgulloso... de ti, por ser tan valiente e increíble... de nuestro bebé, por ser tan fuerte y sano. 

I dreamed a dreamDonde viven las historias. Descúbrelo ahora