Tres años antes

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El mismo chófer que me ha traído hasta aquí es quien me abre la puerta del coche, pero una vez fuera un mayordomo con cara de estirado, demasiado serio para mi gusto, se planta frente a mi.

-Al amo no le va a gustar. Siempre metiendo la pata. Sígueme.- Por un momento debato el salir corriendo. Por lo que he visto desde el coche la casa está bastante apartada de otras propiedades, pero tarde o temprano llegaré a alguna parte, ¿no?

Sin embargo, desisto de mi idea al ver a los dos hombres armados que protegen la entrada a los terrenos. Estoy seguro que no dudarían en dispararme si intento escapar.

Sigo al mayordomo al interior de la propiedad. Una docena de escalones separan la entrada de la puerta y una vez dentro todo tiene una decoración victoriana muy acorde con el exterior de la casa. Una gran escalinata llama la atención nada mas acceder al interior de la casa y el mayordomo, sin decir nada mas, empieza a ascender por ella. El piso superior está visible desde aquí, con una barandilla de madera oscura como única separación. Me doy cuenta de que me he quedado parado cuando oigo al mayordomo protestar, con lo que subo las escaleras de dos en dos hasta ponerme de nuevo detrás de él. -Lo siento.

-¡No abras la boca, joven! - Me sobresalto por el tono cortante y enfadado, viendo como su poblado bigote se tensa -Al amo no le gusta que los esclavos hablen. ¿Es que no te han enseñado nada? - Siento como el color sube a mis mejillas y me maldigo internamente. Estoy siendo tratado como si fuese un simple objeto, ¿por qué tengo que avergonzarme de nada de lo que me digan?

Terminamos de subir la amplia y larga escalera y el hombre golpea con dos de sus nudillos una gran puerta de roble. -Señor, Goyle ha llegado con su nuevo esclavo. - Alcanzo a oir un leve asentimiento desde dentro y el mayordomo me permite pasar al interior de la sala. Es un despacho recargado, con una pequeña chimenea de carbón, una repisa sobre ella cargada de libros y cuatro altos ventanales tras un escritorio macizo. El poco espacio que queda para las paredes está forrado de cuadros con diplomas expuestos.

Solo cuando mis ojos se acostumbran a la luz soy capaz de ver al hombre que ha decidido comprarme. Rondará los 50 años, puede que algunos mas. Su cabello alguna vez fue castaño oscuro, pero en su mayoría es gris en estos momentos. Su cara es alargada, delgada como todo su cuerpo, oculto tras un sobrio pero llamativo traje color violeta oscuro. Una pipa en su mano es la causante del ligero humo que flota por toda la habitación. No puedo evitar la mueca de repulsión que adorna mi rostro. ¿En serio este tío y yo hemos de...? Buaj.

Se levanta de su sillón de orejas con la pipa sujeta entre sus dientes, paseando a mi alrededor lentamente, observandome como un carroñero. Cuando se cansa de mirar se dedica a tocar mis brazos, mi abdomen e incluso mis piernas, como quien evalúa un cordero antes de sacrificarlo para un banquete. -¿Tu eres lo que han sido capaces de mandarme? Les pedí alguien con músculo...estás demasiado fofo. ¡Benoit! - Su voz es aguda y repelente, casi molesta cuando eleva la voz, dando un par de palmadas. Benoit, que resulta ser el nombre del mayordomo, aparece enseguida tras nosotros. -Llevate al chico a la casa de los esclavos, habla con Goyle, lo quiero en forma antes de usarlo.

Benoit me hace un gesto con la cabeza y lo sigo de nuevo escaleras abajo y fuera de la mansión. No es hasta que doblamos la esquina que veo a que se refería con la casa de los esclavos. No está mal, para ser de esclavos. Es como una casa de campo, parecida a la que teníamos en casa. Vista por dentro tiene pinta de ser un antiguo establo, pero quien sea que hiciese la restauración tenía un gusto muy bueno.

Benoit me guía por un pasillo hasta una puerta de color azul oscuro. -Esta será tu habitación. Puedes usar la biblioteca del fondo en tus horas libres, si gustas, y el gimnasio todo lo que quieras. Tu baño es esa puerta blanca al final del pasillo. Encontrarás algo de ropa en el armario, procura lavarla con asiduidad, el amo odia los olores. - Pues cualquiera lo diría, con la humareda que tiene en el despacho. Goyle vendrá enseguida, no intentes hacer ninguna estupidez.

En cuanto desaparece de mi vista suspiro aliviado y por un momento me siento tentado a salir de ahí de nuevo, pero decido respirar hondo y entrar en la habitación. Es pequeña, sin mucha utilidad. Una cama individual que parece bastante dura. A los pies de esta una cómoda que hace a su vez de armario con ropa deportiva, algunos tejanos y alguna que otra camisa, además de ropa interior. En la pared contraria a la cama una ventana no excesivamente grande desde la que puedo ver los jardines y parte del bosque a lo lejos y justo bajo esta una tabla de madera anclada a la pared con una silla, a modo de escritorio.

Oigo la puerta sonar tras de mi y ahí esta Goyle, el chófer. Ha dejado a un lado el uniforme y ahora viste pantalones holgados y una camiseta ajustada, dejando a ver una fuerte musculatura. -El amo desea que te ponga en forma. Ven, te enseñaré el gimnasio.

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Con el paso de los días realmente he aprendido a apreciar a Goyle. No es un mal tipo, tiene un esclavo, si, pero también tres hijos a los que quiere con locura. Trabaja para el señor Lloyd porque 'todos tenemos que trabajar en alguna parte', palabras textuales.

Ha estado entrenandome diariamente desde hace ya dos semanas. No he vuelto a ver al señor Lloyd desde mi llegada a la propiedad. Si a Benoit, que pasa por el gimnasio una vez al día preguntando a Goyle por mi progreso. El entrenamiento es intensivo y no me quejo, me viene bien el agotamiento para poder dormir por las noches. Sin embargo, las palabras del señor Lloyd no abandonan mi mente. Lo quiero en forma antes de usarlo. Contra mas avance mi entrenamiento, mas cerca estaré de ser usado. De ser violado.

No es hasta dos meses mas tarde, en una de las ocasiones en las que entreno solo (Goyle tiene un día a la semana libre para estar con su familia, pero ya he aprendido nuestra rutina de entrenamiento) que siento una mirada fija en mi. Detengo mis movimientos y miro a mi alrededor, pero todo parece estar como siempre. Decido seguir entrenando, pero la sensación de estar siendo vigilado no desaparece hasta que, tras tres horas de ejercicio y una rápida ducha, vuelvo a mi habitación.

La inquietud no desaparece. Siempre durante los entrenamientos, tengo la sensación de ser vigilado. Me vuelvo mas reservado con Goyle, que si lo nota no dice nada. Él, como siempre, sigue siendo charlatán mientras entrenamos. Cuando quince días mas tarde aparezco en el gimnasio a la hora de siempre, Goyle niega con la cabeza. -Hoy no entrenaremos, chico. El señor Lloyd ha pedido verte.

Toda la calma que había ido acumulando estos dos meses y medio desaparece de un plumazo y siento que me tiemblan las piernas. De pronto vuelve a ser real: yo, siendo un esclavo, diseñado para ser violado al gusto, para quedar embarazado, para hacer bebés.

Yo, sin libertad para decidir.

Es Goyle quien me guía hasta la mansión principal, pero no entramos por la puerta principal como la otra vez, sino por una pequeña puerta lateral al fondo de unas escaleras descendentes que llevan al sótano.

El aire es pesado en la habitación, cubierta por completo con moqueta. Hay una cama enorme en un lado y un banco de pesas sobre una tarima al lado contrario. Me giro hacia Goyle, que debe ver el pánico en mis ojos. Pone ambas manos en mis hombros, apretando ligeramente- Tranquilo Alec. Estarás bien. Solo recuerda, haz caso a todo lo que te diga y no hables... estarás bien.

Sale de la habitación cerrando la puerta tras de si y oigo la llave ser echada. Es entonces cuando me percato de que hay otra puerta justo frente a mi, paralela a la que hemos usado para entrar. La puerta que se abre instantes después, dejando entrar al señor Lloyd envuelto en una bata de satén, su pipa con él a todas partes.

I dreamed a dreamDonde viven las historias. Descúbrelo ahora