Conociéndonos (día 3)

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La mañana me encuentra despierto desde temprano, el dolor de cabeza punzando en mis sienes, la aspirina que me he tomado todavía sin hacer efecto. 

Los fogones están en marcha al mismo tiempo que la cafetera. No se exactamente que es lo que mas le gusta desayunar a Alec, pero ayer lo vi comer un poco de todo así que imagino que unos huevos fritos y algunas salchichas estarán bien. 

Limpio y lleno los cuencos de comida y agua de Presidente Miau tras una mirada de reproche por su parte y varios maullidos lastimeros. Desde que Alec está aquí el gato ha dejado de dormir en mi habitación... y además de extraño casi me provoca algo de celos. Maldito gato. Se supone que no te gustan los desconocidos... aunque lo entiendo. Alec tiene ese aura que te invita a quererlo, a confiar en él. Yo tampoco lo siento un extraño la mayor parte del tiempo. 

Cuando el reloj da las once de la mañana y no ha salido de su habitación decido que es hora de ir a buscarlo. Si yo no puedo dormir en esta casa, nadie puede. 

Llamo a su puerta dos veces y al no recibir contestación simplemente la abro, metiendo la cabeza. -¿Alexander?¿Estas bien? - Me acerco a la cama al darme cuenta de que está despierto, sonriendo enternecido ante su puchero contra la almohada. -Vamos, he preparado el desayuno. Vístete. - Le doy un beso en la mejilla por instinto y salgo de la habitación sin darme cuenta del gran sonrojo que pasa a cubrir su cara. 

Los que me conocen siempre han dicho que soy besucón y mimoso hasta el punto de ser demasiado pesado, pero no me había parado a considerarlo hasta ahora. Quizá esté cruzando la línea demasiado pronto con Alec. No debo olvidar que ha tenido ya tres amos antes de mi y no se hasta que punto es reticente al contacto físico. Imagino que bastante, dado que no ha llegado a ser usado nunca... aunque el beso de anoche me envía señales contradictorias.

Cuando al fin sale de su cuarto con ropa cómoda le tiendo a través de la isla un plato con huevos y salchichas, una taza de café y un vaso de zumo, dejando que empiece a desayunar tranquilo. Creo que estaría bien crear alguna rutina, sobretodo porque no puedo pasarme los días haciendo de niñera. Tengo que trabajar, el trato con el señor Morgenstern me da algo de margen en lo que a tiempo se refiere, pero tampoco es un trabajo fácil de hacer, tendré que invertirle muchas horas. Eso no era un problema hace tres días, pero ahora tengo un esclavo. Uno que además debe ser usado a la mayor brevedad posible si no quiero que me lo quiten y pierda 50.000 dólares. Si no quiero que acabe en una granja de reproducción.

-Me he fijado en que haces ejercicio...¿es por gusto o te han obligado a hacerlo? - Debo admitir que me gusta, no es un armario, pero está fuerte y sus músculos marcados. Odio los chicos que viven por y para el gimnasio, pero sin duda el cuerpo de Alec está en el punto justo entre la fuerza y la vulgaridad. No quiero imaginar como esos brazos podrían sostenerme en un arranque pasional en el ascensor. Basta, Magnus.

-Al principio fue obligado. Al señor Lloyd le excitaba mirarme haciendo ejercicio. Es lo único que quería de mi... después descubrí que el ejercicio me ayuda a despejar la mente, así que en cierto modo me gustaría poder seguir haciéndolo... si eso no es una molestia para ti. - Niego con media sonrisa. Me gusta que se abra conmigo, y también que no tenga tapujos para hablar sobre su pasado.

-Hay un gimnasio comunitario en el edificio, si no te importa compartir con otras personas. Podemos comprar alguna máquina si quieres algo mas de privacidad... o si te asusta encontrarte con alguien... También se pueden reservar horas para que no haya nadie allí, o podemos ir juntos... yo no entreno todos los días pero si que intento ir un par de veces por semana... -Mi mente plantea las posibilidades a mil por hora, preocupado por todo a la vez. No puedo negar que no me quedo tranquilo con la idea de que Alec vaya solo, aunque sea el gimnasio comunitario. No conozco a todos mis vecinos pero si se que algunos tienen esclavos, y la mayoría son hombres de buena posición, conocen las leyes y también la permisión actual sobre las violaciones. No, definitivamente Alec no irá solo.

-Puedo enseñártelo cuando termines de desayunar. Está bastante a mano. Hay momentos de la semana que incluso creo que viene un preparador personal, por si necesitas ayuda con tus ejercicios. Podemos hablar con él si quieres ir mas tiempo del que yo voy, para que, ya sabes... tenga un ojo puesto sobre ti. Por si acaso.

Dejo atrás el pijama mientras termino de desayunar y me pongo ropa cómoda igual que él antes de volver al salón, encontrándolo con el lavaplatos puesto y todo recogido. - Gracias, lindo. ¿Nos vamos? - Cojo las llaves del apartamento y le tiendo la mano, notando la suya sudorosa cuando se une a la mía. ¿Qué te pone tan nervioso, Alexander?

Una vez en el ascensor pulso el botón que lleva a una de las últimas plantas, saliendo directamente a un suelo de madera y paredes con grandes ventanales, un gran espejo en la pared tras nosotros. Hay varias máquinas de todos los tipos y también una zona para clases variadas como yoga, taichi, artes marciales, aeróbic o zumba. Le enseño el armario donde se guardan las toallas y también botellas de agua selladas, tanto frías como del tiempo. -El conserje se encarga de limpiar las toallas, así ninguno de los propietarios tiene que preocuparse de olvidar la suya. Lo mismo con el agua, teníamos una fuente pero algunos somos un poco quisquillosos con eso, así que una nevera y botellas selladas solucionó el problema. -Le tiendo una toalla, cogiendo yo otra para mi mismo. - Enséñame que puedes hacer, cariño.

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La tarde nos encuentra en Central Park, disfrutando del día soleado que nos da un respiro entre todo el frío de este crudo invierno. Me he encargado de que esta vez Alec salga de casa con una bufanda y también con un sombrero, aunque hayamos tenido que revolver mi armario para ello. No me importa, no quiero que se resfríe. Se nota que no es exactamente su estilo, así que me hago una nota mental para comprarle algo que le siente bien y le abrigue.

Mientras paseamos le voy contando todo lo que sé sobre el parque, aunque me sorprendo cuando él rebate alguna de mis informaciones y entonces me doy cuenta de que no sé de donde procede. Nunca se lo he preguntado... Hay esclavos que incluso son robados de sus casas cuando son jóvenes, o incluso secuestrados en la calle y sus familias se ven resignados a perderlos o a una búsqueda que puede no llevar a ninguna parte. -¿Eres de aquí? - Se encoje de hombros, poniendo una mueca. -Solía serlo, si. Crecí no demasiado lejos de aquí. 

No me sobran ganas de preguntar, pero no quiero ponerlo incómodo y se nota que lo está hablando de su pasado. -Yo crecí lejos de aquí... pero me enamoré de Central Park desde el primer día que lo pisé. Me parece increíble que en una ciudad así, donde todo son prisas, ajetreos, ruidos... haya un lugar tan natural y pacífico. Un lugar donde esconderse sin tener que sentirse a solas. -Me doy cuenta de que me esta mirando y sonrío levemente mirándole de vuelta. - Se me acaba de antojar algo...¡ven! - Le cojo de la mano y tiro de él, cambiando nuestra dirección en redondo. De un paseo tranquilo pasamos a casi correr por los caminos hasta que veo a lo lejos lo que ando buscando.

Pago lo necesario para poder adentrarnos allí y sonrío cuando el monitor que hay allí nos da las herramientas necesarias, tendiéndole a Alec los suyos, sentándonos en un banco cercano para cambiarnos. -¿También se te da bien esto? - Conforme mas le conozco me doy cuenta de que es un chico habilidoso. Puede ser torpe cuando está despistado o cansado, pero cuando se concentra en algo es hábil de forma casi natural. 

-Solía venir aquí de niño con mi hermana. Tenía solo un año menos que yo, así que fuimos siempre casi como gemelos. Ella era muy competitiva...-Se pone de pie una vez calzado y hago lo mismo, asegurándome de haber ajustado bien las botas. - ¿Tenías una hermana? Yo era hijo único... o eso supongo. Estuve solo desde muy joven. 

Le abro la puerta de la pista, cediéndole el paso y saliendo al hielo detrás de él. Veo como se tambalea en sus primeros pasos y sonrío patinando con confianza hasta ponerme frente a él, cogiendo sus manos y ayudando a su equilibrio. Le sonrío cuando lo veo mas relajado y suelto sus manos. -Vamos, ángel. 

Patino de espaldas sin perderlo de vista, viendo como poco a poco, con cada empujón, se le va viendo mas relajado, mas libre. No quiero pensar en la posibilidad de verme en su lugar. Tres años sin salir a la calle, encerrado con mas o menos libertad pero siempre en el mismo sitio... 

Lo observo patinar cada vez mas suelto al otro lado de la pista, notando como de vez en cuando sus ojos se fijan en mi, como localizándome. Me apoyo en la barandilla observándolo con media sonrisa, sintiendo la sensación de libertad que desprende con sus movimientos. -Juro que te compensaré todo lo que te han hecho pasar, Alexander... lucharé para que vuelvas a ser el hombre libre que mereces ser.

I dreamed a dreamDonde viven las historias. Descúbrelo ahora