Adaptándonos

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-Vamos Rafa.. no está tan mala... -pruebo a acercar la cuchara una vez mas, pero sus labios están sellados como si hubiese puesto pegamento ultra fuerte en ellos. -No me hagas llamar a papá... sabes que se reirá de mi toda la semana si no consigo darte de comer. 

Suspiro, viendo al niño tan obcecado. Con el biberón come lo que sea, pero en papilla solo quiere lo que le de Alec. Incluso si es la misma papilla, solo la come si es Alec quien se lo acerca a la boca. -Cualquiera diría que no me quieres, pequeño monstruito. -Oigo una risa a mis espaldas cuando el avión, el cohete espacial, el tren, el autobús y hasta el triciclo resultan intentos fallidos. -¿Se te está resistiendo? -Bufo, dejando la cuchara llena de papilla de frutas en el plato. -¿Por qué seguimos intentándolo? Esta claro que solo merienda contigo. 

Miro al niño, su sonrisa boba haciéndome sonreír también sin poder evitarlo. Es mas y mas adorable cada día que pasa. -No me mires así, pequeño Rafael. Voy a conseguir una depresión gratuita por ti, amigo. -Le doy un beso en la frente antes de levantarme y cederle mi sitio a Alec... y ¡oye, es como magia! En cuanto es él quien coge la cuchara, Rafa abre la boca como para introducir el plato entero dentro de una sola sentada. 

Suspiro y beso la coronilla de Alec. -¿Tu comerás lo que yo cocine para la cena, Alexander?¿O vas a aliarte con tu hijo? - Puedo notar su sonrisa burlona incluso sin mirarlo. -Nuestro hijo. 

Niego, rodeando la isla de la cocina. -Mientras siga sin querer comer de mi mano, es tu hijo. -Me inclino sobre la isla, fingiendo amenazar al niño. -¿Quién crees que trae el pan a la mesa, canijo? 

Y es entonces, justo entonces, con la boca llena de papilla y esos dos pequeños dientecillos asomando, cuando una jovial y contagiosa carcajada se abre camino a través de su pequeña garganta. Su maldita primera y adorable carcajada. 

No puedo evitar reír con él, Alexander igual de complacido que yo, el orgullo llenándonos. En momentos como este todavía me cuesta creer que Rafa sea tan nuestro, que lo creásemos entre los dos. La carcajada del pequeño acaba haciéndonos reír a los tres y pronto he olvidado por qué estaba enfadado, o que planeaba hacer la cena... porque bien puede esperar si el nuevo plan implica tumbarse en el sofá, con los dos chicos de mi vida tumbados junto a mi, la respiración tranquila de Rafa durmiendo y las atentas de su padre y la mía propia, sin perdernos detalle de su pequeña perfección.

Apenas unas semanas mas tarde, Rafael ha descubierto su nueva y fascinante afición: perseguir a presidente. Ha aprendido a gatear y el felino es su objetivo principal. Otros niños querrían alcanzar objetos, meterse bajo la mesa o hacer tropezar a sus padres colándose entre sus piernas... pero no Rafa. Él persigue al gato, hasta que presidente se cansa, se sube al respaldo del sofá y entonces Rafa llora. Y presi vuelve al suelo, consuela a Rafa... que aprovecha a agarrarlo de la cola.

El pobre presidente se merece comer diariamente latitas del mejor paté del mercado después de esto. 

Esquivo a Rafa, sentado en el suelo vigilando a presidente a unos metros de él y me siento en el sofá al lado de Alec, quien está muy atento a la televisión. Le paso una taza de leche caliente con miel, pues está algo enfriado con la llegada del invierno. -¿Algo interesante en el mundo? -Acomodo bien la manta del sofá sobre sus hombros, posando la mano en su frente para asegurarme de que no esté empeorando. Se que probablemente sea solo un poco de frío, hemos estado dos días sin calefacción por un fallo en el sistema... pero no está de mas asegurarse.

-Magnus... ¿puedo pedirte un favor? - lo miro extrañado, su voz suena rara, casi angustiada. El miedo está oculto en sus ojos. Mi mirada pasa a la pantalla del televisor, donde están informando de un empresario, dueño de varios esclavos, que ha sido detenido. ¿Qué le ha afectado tanto? -Sabes que puedes pedirme lo que sea, Alexander.

-Se que va a sonar fatal pero...quiero que compres a dos esclavos. -Parpadeo, confuso e incrédulo. ¿Dos esclavos?¿Perdón? Ni siquiera tengo tiempo de hablar, mi boca abriéndose y cerrándose sin saber que decir. 

-Ese hombre...el que han detenido... fue mi último dueño, antes de llegar aquí. Pasé un año con todos esos esclavos... -miro de nuevo la pantalla, subiendo el volumen de la televisión, atento a la noticia. 

"...un total de 38 esclavos de varias edades y distintas condiciones, así como 53 niños, el mas mayor de 8 años y el mas pequeño de tan solo 5 semanas. Todos los pequeños serán destinados a los distintos orfanatos distribuidos por todo el distrito. Los esclavos libres de embarazos, serán puestos a la venta en una subasta pública mientras que aquellos que están en periodo gestante pasarán a estar bajo protección del gobierno..." 

-Hay dos esclavos, Magnus... tienen varios hijos, ellos se aman, como nosotros... fueron mi familia, mi cordura...  no podemos dejar que los separen... y los niños... -el pánico y la desesperación en la voz de Alec me llevan a atrapar su mano, entrelazando nuestros dedos. Su piel está ardiendo por el contacto con la taza de líquido caliente. -Ellos se aman, Magnus... ambos tenían hijos ya, no creo que aunque los compres te hagan tener hijos con ellos... Y sus pequeños... ellos son tan maravillosos, unos chicos inteligentes, simpáticos, pura alegría...  -suena tan desesperado, tan perdido de pronto... Y yo solo quiero atraparlo entre mis brazos, mecerlo y asegurarle que todo estará bien... pero me prometí, tras la muerte de Rafael, no volver a hacer falsas promesas. 

-Intentaré conseguir mas información... no puedo prometer nada, Alexander... pero haremos todo lo que esté en nuestra mano. - Beso el dorso de su mano y después su mejilla, caminando hacia mi estudio. Debo hacer unas llamadas.



I dreamed a dreamDonde viven las historias. Descúbrelo ahora