Con todo el dolor de mi alma

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La mañana del sexto día conviviendo con Alec me encuentra tumbado en mi cama, los papeles de la compra tirados a un lado. Seis días ya. Mañana vendrán y se lo llevarán. Irá directo a una granja de reproducción, siendo inseminando una vez detrás de otra teniendo hijos hasta que no pueda más. No puedo permitir eso, pero Alec no me va a permitir acercarme. Ha tenido tres dueños ya, cinco si tenemos en cuenta el cambio de dueños entre la familia de su segundo dueño...Y no lo ha usado nadie. ¿Por qué voy a ser yo diferente? Hace ya dos días que le puse al corriente sobre su situación y nada ha cambiado. Ninguna pista sobre si quiere quedarse o que se lo lleven. Luchar o rendirse. 

Llega un punto del día que se que no puedo permanecer mas tiempo en la cama, saliendo al salón. Veo a Alec tumbado en el sofá, Presidente hecho una pelota a sus pies, un libro entre sus manos. Alza la mirada hacia mi cuando me oye aparecer y sonríe de medio lado. -Buenos días, dormilón. - Sonrío de medio lado intentando no verme afectado. -El trabajo, siempre me deja agotado. -Le hago un cariño en la mejilla al pasar por su lado, acercándome a la cocina para servirme un café. -¿Quieres hacer algo hoy, Alexander? 

Discutimos los pros y los contras de cada plan, desde quedarnos en casa, ir al gimnasio, salir a comer o simplemente pasear por la ciudad. Al final, sabiendo lo cómodo que se siente en el gimnasio acabamos yendo hacia allí, yo aprovechando la zona de piscina mientras él se queda en las máquinas. Llegado a cierto punto no puedo evitar observarlo. Nadie puede negar que es atractivo, mucho. Aún con la falta de pelo en su cabeza sus facciones son angulosas, masculinas y perfectas. Todos sus músculos están perfectamente en su sitio. Sus ojos, tan expresivos, tan profundos... sus labios, capaces de expresar la sonrisa mas bonita del mundo. Cálidos y amables cuando besan los míos.

Por un momento lo imagino embarazado. He visto a otros esclavos antes, así que no se me hace difícil la idea de un hombre embarazado. De hecho creo que Alec podría verse adorable, con su estómago hinchado por un bebé. O con un bebé en brazos. Se que él no quiere tener hijos, pero tendrá que hacerlo igualmente, sea conmigo o en una granja dentro de poco... Aunque...¿realmente estoy planteándome tener un hijo?¿Con Alexander? Significaría salvar su vida, pero ¿estoy dispuesto a echarme encima esa carga? No solo Alexander, sino ¿dos bebés?

Después de comer y con la idea de dejarme descansar tras todo el día trabajando ayer, dejo que Alexander escoja una de las películas de mi galería antes de acomodarnos los dos en el sofá, Presidente Miau subiéndose al respaldo para no perderse nada. Termino acomodándome apoyado en él, cerrando los ojos con la cabeza en su hombro. Me sorprendo cuando se remueve y pienso que lo he incomodado, pero veo como me guía para que me acomode en su regazo, acariciando mi pelo con sus dedos largos y ágiles. -Descansa, no tienes que estar siempre esforzándote tanto por mi, ¿sabes? Estaré bien. - Le sonrío levemente, adormilado por sus caricias contra mi cuero cabelludo. -Siempre voy a preocuparme por ti, Alexander. -Apenas alcanzo a ver sus mejillas sonrojadas y su hermosa sonrisa antes de caer rendido en los brazos de Morfeo, sintiendo aún sus delicadas caricias.

Cuando despierto la televisión está apagada y el sol casi ha desaparecido en el horizonte, dejando entrar una bonita luz sobre el apartamento, las sombras de los rascacielos creando monstruos en la pared contraria. En lugar de las piernas de Alec, bajo mi cabeza hay uno de los cojines del sofá y me doy cuenta entonces de que Alec está en el suelo, de nuevo con uno de mis libros, su espalda apoyada en el sofá a la altura de mi estómago. -Hey... buenas tardes, bello durmiente. Pensaba que ibas a dormir hasta mañana. He pedido pizza, espero que no te importe. -Niego estirándome en el sofá con un amplio bostezo, mirándolo tras limpiarme los ojos. -¿Qué haces en el suelo? 

Se encoge de hombros, sonriendo de medio lado. -Tenía que ir al baño, y temía que si volvía a acomodarme en el sofá te despertaría. -Se incorpora y se sienta en el sofá, ocupando el hueco a la altura de mi cintura. -No te preocupes, he estado cómodo igualmente. Sino habría ido al sillón o a la habitación. 

Me quedo mirándolo fijamente aún adormilado. -¿Se puede ser mas adorable? - Me doy cuenta de que lo he dicho en voz alta cuando un sonrojo intenso cubre sus mejillas, su mirada de pronto centrada en los patrones de la alfombra. -Perdón... -Niega con la cabeza, alzando la mirada de vuelta hacia mi. -No importa. Supongo que nunca te has visto durmiendo. - Noto como esta vez soy yo quien se sonroja y su risa clara y sincera llena mi corazón con una ola de calor que lo hace palpitar mas rápidamente. 

Cenamos juntos entre anécdotas cuando las pizzas llegan y al terminar, Alec se disculpa y se retira a su habitación, el reloj a punto de dar la medianoche. Vaya, se nos ha hecho mas tarde de lo que pensaba. Supongo que mi larga siesta ayuda a que ahora no tenga ni pizca de sueño. 

Aprovecho a seleccionar los reciclables de la basura para dejarle las bolsas al conserje en la puerta cuando noto un sonido extraño al fondo de uno de los cubos. -¿Qué demonios...? - Retiro los envases que me ocultan la visión y entonces lo veo. Las cadenas y esposas que portaba Alec el día que me fue entregado. Recuerdo haberlas tirado en el mismo momento en que se las quité, nada mas entrar en casa. 

Las tanteo entre mis manos, la adrenalina acelerando mi corazón. La cadena es lo suficientemente larga para unir sus manos y sus piernas, con divisiones para unir al mismo tiempo una muñeca con la otra y ambos tobillos entre ellos. Las llaves todavía están puestas en la cerradura. Qué asco. Lo dejo caer todo de vuelta al cubo y termino de hacer el reciclado, sacando las bolsas a la puerta y avisando al conserje para que las recoja.

El reloj de mi mesilla marca las tres y media de la madrugada y mis ojos siguen abiertos como platos, mi mente explorando todas las posibilidades posibles, la mayoría de ellas con un final no demasiado agradable. Es lo único que puedo hacer. Lo único.

Abro con cuidado la puerta de la habitación de Alec. Me siento como en una de esas malas películas de atracos, pero para mi esto es mucho mas importante que cualquier joya. Echo a Presidente Miau de la habitación antes de cerrar la puerta con cuidado de hacer el mas mínimo ruido. No quiero que el precioso ángel sobre la cama se despierte.

Sintiendo como mi alma se desgarra un poco mas con cada gesto, ato las manos de Alec con las esposas al cabecero de la cama, haciendo lo mismo con sus tobillos en la parte baja, inmovilizándolo. Tomo aire varias veces, concentrándome en lo que debo hacer. Es por él. Es para salvarlo. Vamos Magnus, tu puedes.

Tiro del pantalón de mi pijama hasta dejarlo caer mas allá de mis caderas, notando como resbala hasta arremolinarse alrededor de mis tobillos. Cierro los ojos y llevo la mano a mi miembro, erecto y palpitante, intentando pensar en cualquier cosa excepto en lo que estoy a punto de hacer. Rocío algo de lubricante para ayudar con la fricción, acelerando mis movimientos, girando la muñeca en busca de acelerar mi placer, acariciando la cabeza de mi pene con el pulgar, sintiéndolo resbalar entre mis dedos, cada vez mas duro y caliente. Tengo que morderme el labio para no dejar escapar un gemido, el escultural cuerpo de Alec apareciendo en mi mente como un castigo por los vistazos robados. 

Siento que me acerco a mi orgasmo cada vez más y llevo mi mano libre al pantalón de deporte que utiliza para dormir, bajándolo lo justo para dejar a la vista su redondeado trasero, aprovechando una nueva gota de lubricante para tantear su entrada, suave y apretada. Trago saliva cuando se remueve en sueños, paralizándome por un momento, pero al instante siguiente murmura algo inintilegible y solo hunde su cabeza en la almohada, aún dormido. Suspiro aliviado y vuelvo a poner en marcha ambas manos, una buscando mi placer, la otra preparándolo para hacer la invasión lo mas rápida y segura posible. 

Cuando noto el orgasmo a punto de alcanzarme me subo a la cama, colocándome a horcajadas sobre su cuerpo, mi pene encontrando rápidamente su esfinter. Con un poco de presión, mi miembro pronto está dentro de él, sintiéndose increíblemente apretado, el orgasmo llegando a mi con fuerza al sentir tanta presión y calor sobre mi intimidad, vaciándome en su interior una, dos, tres...hasta cinco veces. La presión se hace mas intensa y noto el cuerpo de Alec tensarse bajo mi cuerpo. Mierda.

-¿Magnus?¿Qué demonios crees que estás haciendo? - Puedo notar la angustia, el dolor, la traición y la congestión en su voz y se que jamás va a perdonarme por esto. Me muevo hasta salir de él, mi pene completamente flácido, sucio de sus fluidos y mi propia corrida. -Lo siento... lo siento tanto, Alexander... no... no sabía que más hacer. -Salgo de la cama, soltándole de sus ataduras sin importarme la desnudez de la mitad de mi cuerpo. - No puedo soportar la idea de verte en una granja de reproducción... 

Se sienta en la cama, poniendo una leve mueca al hacer contacto su trasero con el colchón. Oh dios. Su mirada no se despega de mi, cargada de desconfianza, el poco acercamiento que hemos tenido hasta ahora roto de golpe. - No podría pasar por eso... no otra vez. No por mi culpa. 

I dreamed a dreamDonde viven las historias. Descúbrelo ahora