El segundo día (parte 2)

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Tras semejante desayuno la hora de comer se hace perezosa y tardía. Comemos algo improvisado y ligero después de que pase mas de media mañana encerrado en mi despacho. Si, ahora tengo un esclavo, pero eso no me evade de tener que trabajar para pagar mis cuentas. Por lo menos puedo trabajar desde casa la mayor parte del tiempo, no me gustaría dejar a Alec solo. 

Vuelvo a encerrarme en mi despacho después de comer tras ver como Alec se acomoda en el sofá con Presidente Miau haciéndole compañía. Al menos con mi gato se siente cómodo. 

Para mi desgracia, el hecho de que haya un chico en mi salón, el cual es sexy pero no accesible, o por el contrario demasiado accesible pero prohibido al mismo tiempo, me desconcentra totalmente. No acostumbro a convivir con nadie, no en mi casa. Esto es mi templo, mi lugar de relax, mi sitio seguro. Aquí es donde puedo ser yo mismo y nadie suele pasar mas de unas horas. Pero Alexander... podría simplemente dejar pasar los siete días y que se lo lleven. ¿Cuál será la mayor pérdida?¿50.000 dólares? He perdido mas en apuestas impulsivas o compras tontas. La cuestión es... sabiendo cuál es su destino...¿seré capaz de hacerle eso? Y por el contrario, si no permito que lo lleven...¿cómo voy a hacerlo? Osea... eres idiota, Magnus. ¿Un esclavo? Nunca he sido una persona que se viese con hijos... y ahora me veo en la encrucijada de dejar morir a ese chico o tener dos hijos con él. Porque seamos sinceros. Una granja de reproducción es un destino peor que la muerte. ¿Qué opinará Alec al respecto?¿Por qué no preguntarle?¿Sabía que su padre iba a venderlo?¿Se ofreció él para ser un esclavo? Si es que no se nada de él, de su vida, cómo funciona su mente...

Salgo de mi despacho cuando ya ha caído el sol sin haber avanzado en nada. No he trabajado, no he tomado una decisión... lo único que he conseguido obtener es un fuerte dolor de cabeza. 

Me sorprendo al ver a Alexander aún en el sofá pero con un libro entre sus manos, Presidente Miau hecho un ovillo sobre su trabajado estómago. Me alegra en cierto modo que empiece a tomarse libertades, como coger libros de mis estantes sin pedir permiso. No quiero imaginarme estar en una casa ajena, sin conocer a nadie y sin atreverte a tocar nada o sentarte siquiera.

-Alexander... vístete, iremos a cenar. -Levanta la vista hacia mi, dejando el libro de lado antes de repasarse a si mismo. - ¿No puedo ir así? - Me encojo de hombros con una ligera sonrisa. Todavía lleva puesto el pantalón que le presté al llegar y la vieja sudadera de la universidad. -Ahora que tienes ropa de tu talla creo que sería mas adecuado que te la pusieras. Además, no a cualquiera lo llevo a mi restaurante favorito. Ponte guapo. En media hora nos vamos.

Voy a mi cuarto sin decir nada mas y abro ambas puertas del armario, seleccionando tras varios minutos lo que voy a ponerme. Un simple pero perfectamente planchado pantalón de vestir negro y una camisa del mismo color algo mas informal, abierta en la zona alta. 

Una vez la ropa escogida está sobre la cama, cojo una toalla y voy a la ducha de mi cuarto, relajándome bajo el agua y alejando los pensamientos que llevan revoloteando sobre mi toda la tarde. ¿Aún quedan cinco días, cierto? Tenemos tiempo para tomar decisiones.

Salgo de la ducha con tan solo una toalla alrededor de mi cintura y me siento al borde de la cama, pintando mis uñas de negro con brillos dorados. Nunca he entendido porque sólo las mujeres debían pintarse las uñas. Considero que unas manos pueden identificar muy bien a una persona y las mías tienen que ser tan increíbles y destacadas como yo.

Oigo un par de golpes en la puerta y le doy paso a Alec sin pensar. No puede ser nadie mas. Oigo la puerta abrirse pero concentrado como estoy en mi mano mala no levanto la vista hasta que termino con el meñique. -¿Si, Alexander? 

Me doy cuenta al ver su postura, ligeramente encogido, la vista fija en el suelo y un pequeño sonrojo de que todavía sigo con sólo una toalla. - Vamos, podría ser peor. ¿Que ocurre? - levanta la mirada hacia mi y su sonrojo se hace todavía mas visible. Que adorable. -P-podrías vestirte, ¿por favor? - Se sonroja aún mas y sonrío divertido. -Claro, Alexander. - Dejo caer la toalla, sin problema alguno con que pueda verme como me trajeron al mundo. Siempre he sido confiado respecto a mi cuerpo, al fin y al cabo mas altos, mas bajos, mas gordos o mas flacos, todos tenemos lo mismo en los mismos sitios. 

Me visto sin prisas y una vez mis pantalones ya están en su sitio el chico parece algo mas relajado. Se ha cambiado de ropa y por su pelo algo húmedo me atrevo a adivinar que ha usado el baño principal para darse una ducha. No tiene el gusto mas acertado respecto a la moda, pero la ropa que le compré, por suerte, no es difícil de combinar. Unos tejanos oscuros que se le ajustan muy bien y una camisa azul marino que resaltaría sus ojos si no hubiese puesto ese jersey marrón sobre ella.

Termino de abrochar el último botón de mi camisa antes de centrar mi atención en él. -¿Y bien?- Parece indeciso sobre decir algo, pero finalmente se cuadra de hombros y me mira fijamente. -¿Estás seguro de que salir es una buena idea? Digo... después de lo de ayer, yo... 

Pongo una mueca y avanzo los pocos pasos que me separan de él, poniendo un dedo sobre sus labios. -No voy a dejar que vivas con miedo, Alexander. El miedo solo cultiva mas miedo. No te dejaré encerrado en casa cuando hay tanto mundo por ver. - Bajo mi mano hasta las suyas, sujetándolas entre las mías con un ligero apretón. - No te dejaré solo en ningún momento, te lo prometo. 

Tras dejarlo reflexionar unos minutos sin soltar sus manos, intentando darle seguridad, finalmente asiente y sonrío de oreja a oreja. -¡Ya verás, te va a encantar! -Suelto sus manos para coger mi cartera y mis llaves y vuelvo a coger su mano, tirando de él hacia la puerta del apartamento. 

Como me conozco a mi mismo, decido que lo mejor será coger un taxi hasta el local y así lo hacemos. No es hasta que voy a pagar al taxista al llegar a nuestro destino que me percato de que nuestras manos aún permanecen unidas. Como si fuese algo natural, cuando bajamos del coche vuelvo a sujetar su mano, dándole un pequeño apretón. Un 'estoy aquí, no estás solo, no dejaré que te pase nada'.

El joven recepcionista me saluda como si fuésemos viejos amigos. De hecho, lo somos. Llevo viniendo a este restaurante desde que me mudé a Nueva York, he visto a este chico crecer desde que era un niño y solo molestaba a su padre y su abuelo durante los servicios.

Enseguida nos guía a ambos hasta una zona reservada, mucho mas íntima y elegante que la zona común. También mucho mas tradicional, pues la zona exterior es mas para turistas e instagramers, pero la interior es un verdadero restaurante thailandés.

Dejo que Alexander escoja asiento primero, ocupando yo el restante. -Descálzate, estarás más cómodo, te lo aseguro. - Hago lo propio, adoptando la postura mas adecuada para este tipo de comida. - Quería poner una mesa así en el apartamento, pero me temo que mis visitas están mucho mas... occidentalizadas. 

Veo como se sorprende como, al cabo de unos minutos, una fila de cuatro camareros se acercan uno detrás de otro, dejando tres platillos y una salsera en la mesa entre ambos, siendo el cuarto quien deja la bebida. -Lo siento, están acostumbrados a verme por aquí. Nunca pido la carta. No te preocupes, van a traer lo mejor que tienen. 

Sirvo el vino blanco en dos copas, alzando la propia en un brindis -Por tu primera comida de mundo, joven amigo.

Sirvo el vino blanco en dos copas, alzando la propia en un brindis -Por tu primera comida de mundo, joven amigo

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