La prueba de fuego

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Hoy cumplo mi primer mes en el bunker. 31 días. Dicen que una persona, tras 21 días con una acción, la convierte en rutina. Bueno, toda mi vida se ha vuelto ya una rutina. 

He descubierto que todo el mundo en el bunker tiene una función. Hay tres chicos que se encargan de cocinar. Algunos son mas niñeros que otros y se encargan de cuidar de los bebés la mayor parte del tiempo. Hay dos médicos y un enfermero, aunque no siempre están del todo conscientes. Algunos han ido formándose como profesores para los niños que van siendo mas mayores. Y los que no quieren ofrecer ningún servicio concreto a la comunidad se encargan de limpiar, la colada, ordenar los suministros que llegan cada semana... también hay cuatro o cinco mediadores, personas que se encargan de intervenir en las disputas que se generan, más de las que creía en un primer momento. 

Yo he acabado cogiendo el gusto a enseñar, así que paso la mayor parte de mi tiempo en el aula, con los niños mas mayores. El niño de mas edad tiene 8 años, pero la mayoría de los que acuden a las clases están en la franja entre los 5 y los 3 años. Casi nadie aquí abajo ha visto nunca al señor Cleaver, pero lo que esta claro es que se encarga de que no falte nada en el bunker. Cada semana llegan suministros: alimentos, productos básicos y también libros, juguetes y material escolar para los niños. 

Otro gran gusto que tengo, mientras Eric todavía está recuperándose, es cuidar del pequeño Scott. Es un bebé muy tranquilo, como si supiera las dificultades que está pasando su padre y no quisiera dar problemas. Cada día paso un tiempo en la habitación de Charles y Eric, donde el segundo está guardando reposo. Paso un par de horas con él y el pequeño Scott, hablando con Eric de todo y de nada. Muchas veces la conversación se nos va a lo que haremos una vez salgamos de aquí, aunque no se vea un futuro cercano ni probable.

Es increíble ver como el pequeño Scott cambia día a día. Cuando decide abrir los ojos al fin, un día fijándolos en ninguna parte y al cabo de unos días observando con curiosidad infinita todo a su alrededor, como si nunca hubiese visto suficiente. Los primeros días solo come, duerme y llora de vez en cuando, pero conforme pasa el tiempo se vuelve un bebé risueño y encantador. Tan encantador que pienso que no puede ser tan malo ser padre, pese a que la situación no sea idónea. ¿Tener una personita así para siempre en mi vida? Quizá no sea lo peor que me pueda haber pasado. Quizá, que esté embarazado no es tan horrible. 

Uno de los días, Mark aparece en la puerta de mi habitación temprano por la mañana. Su embarazo se nota todavía mas que el día que llegué aquí y las ojeras bajo sus ojos están muy marcadas, pero aún así sigue haciendo su trabajo de forma recta y segura. Esta vez no salimos del búnker, pero veo un aparato en su mano, similar a un bolígrafo. Es plateado y tiene una pequeña pantalla. Antes de que pueda saber que está pasando, noto un pinchazo en mi dedo y pronto Mark está mirando el bolígrafo de forma concentrada. Me chupo el dedo, cerrando con mi lengua la salida de sangre. -No has tenido suerte esta vez, me temo. Conseguiré otra muestra para mañana, o quizá pasado... mantente preparado. -¿Cómo? 

No es hasta que hablo con Eric en uno de nuestros momentos de charla que entiendo lo que ha pasado. Lo que yo creía un bolígrafo es en realidad un analizador de sangre, como uno de los antiguos test de embarazo que funcionaban con orina, pero perfeccionado para analizar la sangre, detectando además de embarazos otras anomalías en el cuerpo. -No te preocupes. No miden nuestros ciclos pese a que también hay un aparato para ello. Así que es difícil que acierten a la primera. De todas formas si quieres quedarte siempre puedes probar con alguien por aquí abajo. ¿Sabes cuando tienes esa molestia en el abdomen, como si hubieses bebido mucha agua? Pues el momento óptimo es entre 3 y 4 horas mas tarde. Te lo digo por experiencia. -Río, Scott en mis brazos removiéndose dormido. Puedo ver a Eric mirarlo con nostalgia y sonrío enternecido. -Pronto podrás sostenerlo... tu herida va cada vez mejor. -Asiente, su mano acariciando uno de los pies de su bebé.-Lo estoy deseando. Se parece mucho a Charles, ¿verdad? -Asiento, mirando al bebé embelesado. -La verdad es que sí. Tiene mas de él que de ti, lo siento. -Río, aunque supongo que si amase mucho a alguien como se ve que ellos dos lo hacen, no me importaría que un hijo que he cargado nueve meses se pareciese a su otro padre. ¿Cómo no podría ser bueno que un bebé fruto del amor sea un clon en miniatura de la persona a la que amas? 

Dos días mas tarde soy llamado fuera del bunker. En un primer momento el sol me molesta. Brilla fuerte e intenso, más de lo que recordaba. Supongo que vivir continuamente con luz artificial no ayuda con la molestia que siento ahora. De hecho, estamos tan aislados ahí abajo que no se ni el día de la semana en el que vivo, ya he perdido la cuenta. Por suerte, mis marcas en la habitación me ayudan a saber, por lo menos, el número de días que llevo encerrado. 

Puedo ver, una vez que mis ojos se acostumbran a la luz, tres niños jugando en el jardín, saltando en una cama elástica. Supongo que son los hijos de Mark, los únicos aquí que tienen el privilegio de llevar una vida normal. Las risas del cuarto, el mas pequeño, me llevan a girar la cabeza hacia otra zona del jardín, donde un hombre toma el sol en una tumbona, aunque no llego a verle la cara. El bebé está sentado sobre sus piernas, riendo a carcajadas. ¿El señor Cleaver, quizá? Mark no me da tiempo a averiguarlo, pues me arrastra del brazo hacia el interior de la enfermería. 

No necesito que me lo indique y me subo directamente a la camilla, mis pantalones y mi ropa interior olvidados sobre una silla. Ya sé que esperar, así que solo quiero que pase rápido y poder volver a mi habitación, a mi vida. O por lo menos la que tengo ahora. 

Mark no está muy hablador, normalmente resulta hasta despectivo con los esclavos pero hoy parece estar de mal humor y prefiero no provocarlo. Pronto siento la intrusión del vial en mi cuerpo, el semen fresco y frío depositándose en mi interior. No me extraña que la mayor parte de los niños que hay en el bunker tengan a sus dos padres ahí abajo. Estas no son maneras de lograr una concepción, aunque algo me dice que Mark es plenamente consciente de ello. Si lo que cuentan abajo es real y es tan celoso como dicen, no me extrañaría que estuviese boicoteando a propósito la idea del señor Cleaver sobre dar la mayor cantidad posible de herederos al mundo. Querría que mis hijos fuesen esos herederos, por supuesto. Y visto lo visto, sus hijos tienen preferencia sobre los de los demás, pero quién sabe que pasará con los niños del bunker cuando dejen de ser niños.

Cuando vuelvo hacia la entrada cruzo una mirada con unos penetrantes ojos azules enmarcados por algunas arrugas. Una sonrisa pícara es lo último que veo antes de agachar la cabeza y entrar en el bunker. Es irónico que lo considere un lugar seguro. El señor Cleaver es, ciertamente, alguien a quien temer. No porque lo considere peligroso, sino porque con esa mirada he sentido toda la perversión que puede habitar en su interior. Y por primera vez desde que estoy aquí, agradezco a Mark por tenerlo ocupado y controlado. Quien sabe que pasaría en el bunker si las inseminaciones tuviesen que ocurrir de forma natural.

I dreamed a dreamDonde viven las historias. Descúbrelo ahora