El camino está en tí

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Nos esforzamos, desde esa fatídica noche, en apoyarnos el uno en el otro. En construir una confianza mutua, una amistad. Yo prometo dejar de salir a emborracharme, aunque me cuesta la vida hacer esa promesa. Alec promete no callar sus pensamientos y opiniones.

Al principio fallamos, cada uno avanza por su cuenta, sin acabar de entender que nuestros caminos deben unirse para que salga bien. Por lo menos hasta que se embarace de nuestro segundo retoño, tenemos que convivir. Tenemos que inculcar unos valores a un hijo, al menos lo poco que se pueda hacer con un bebé. Tenemos que estar de acuerdo para poder tomar decisiones de forma unitaria. 

Nos esforzamos por hacer cosas juntos, no yo cuidando de Alec, sino juntos. Salimos al gimnasio con asiduidad, porque se que a él le gusta. Los primeros días es un poco duro para mi, porque no suelo hacer sesiones tan intensas ni tan largas, pero siendo constante me acabo acostumbrando, consiguiendo músculos que no sabía que tenía. 

Acostumbramos también a salir de casa, siempre juntos pero no encerrados. Antes de Alec acostumbraba a pasar mucho tiempo fuera de casa y la primera semana encerrado ya vimos que no dio muy buenos resultados. Necesito aire libre, y aunque no lo dice creo que a él también le sienta bien. Salimos a cenar, a pasear, incluso a veces a correr, aunque odio que me haga madrugar para ello.

Hemos cogido la costumbre de dormir juntos y eso me gusta mas de lo que jamás admitiré. No por que sea Alec, sino porque hace mucho tiempo que no duermo así con alguien. De hecho no creo haber dormido así nunca con nadie. Y sin embargo él me hace sentir tan bien... tan seguro y protegido... Me siento culpable por refugiarme así en él. 

Debería estar cuidando de Alec. Debería ser yo quien lo haga sentir seguro, quien le de estabilidad, quien le ayude con los traumas de los últimos tres años. Lo observo dormir frente a mi, una de sus manos apoyada bajo su cabeza, la otra rodeando mi cintura, como si no quisiera que me escapase. Es una de las pocas veces que logro despertar antes de él y poder observarlo. Es gratificante.

Solo cuando Presidente Miau se une a la fiesta decido que he remoloneado suficiente y me levanto, caminando hasta el baño en busca de una ducha que me despeje. Le prometí a Alec llevarlo al Milon a comer un día de estos y si no hago la reserva pronto podríamos tardar semanas. No es un local caro, pero desde la existencia de TripAdvisor se ha masificado. No quedan ya rincones secretos en esta ciudad. Maldito internet.

Salgo de la ducha canturreando, secándome el pelo con una toalla, la cual lanzo directamente al cubo de la ropa sucia y solo entonces me percato de la presencia de Alec en el cuarto de baño. Un Alec sonrojado, cabizbajo y con una clara erección entre sus pantalones. -Ow... no sabía que estabas aquí. Pensaba que todavía dormías. -Cojo rápidamente una toalla, enrollandola en mi cintura. 

-Todavía tienes cara de dormido -mi mano hace una caricia en su mejilla, sonriendo al ver su reacción. -Te dejo el baño para que te duches, puedo acabar fuera. -Aparto la mano y cojo únicamente el cepillo del pelo, saliendo hacia la habitación ya usándolo. Odio los enredos. Me doy cuenta de los ojos pegados en mi nuca y sonrío, dejando caer la toalla como si fuese un accidente. No tengo ningún problema con mi cuerpo, y desde que entreno con Alec todavía menos. 

Me planto frente al armario completamente desnudo, decidiendo que ponerme hoy. No entrenaremos, ni iremos a correr, así que puedo vestirme con algo que no sea deportivo. ¡Al fin! 
Estoy entre mi camisa turquesa o la magenta cuando noto unos brazos rodear mi cintura desde la espalda, unos labios húmedos besando mi cuello. Abro mucho los ojos, sorprendido. - ¿Alec?

Un gemido escapa de sus labios como signo de asentimiento y noto como el vello de todo mi brazo se eriza al notar un segundo beso. -Alexander... -Me giro en sus brazos, observando esos profundos ojos azules. -¿Qué haces? No es que me esté quejando pero... 

I dreamed a dreamDonde viven las historias. Descúbrelo ahora