Los otros seis esclavos caminan delante de mi, la salida del bunker abierta. Uno a uno, en fila, vamos pasando por la enfermería, una revisión rápida por parte de un hombre desconocido antes de ser esposados de manos y pies, una cadena larga y fina uniendo ambos pares de esposas.
Somos guiados hasta un furgón de carga, asientos a ambos lados de la parte trasera, unas gruesas barras de hierro bajo estos. Las cadenas son enganchadas a la barra bajo los asientos, dejando libertad de movimiento pero eliminando toda posibilidad de escape. Cierro los ojos, rindiéndome a mi destino, apoyando la parte trasera de mi cabeza contra el frío metal.
Pronto las puertas se cierran, dejándonos en completa oscuridad. Nadie dice nada, sólo uno de los chicos a mi izquierda solloza de vez en cuando. Hasta donde se, deja un niño de tres años en ese agujero. No me preocupa el niño, se que los hombres que quedan y los que lleguen lo cuidarán... sin embargo nuestro destino es incierto. Nadie ahí abajo sabía dónde iban los esclavos que salían en las trías.
Los minutos se vuelven horas y el viaje cada vez es mas largo. No sabemos donde vamos, ni tampoco donde estábamos. El destino tampoco es importante, ¿cierto? Con quien debería ser la pregunta importante.
Cuando al fin el vehículo se detiene, un hombre diferente al que nos ha subido se encarga de hacernos bajar uno a uno, amordazándonos con una pelota de goma en la boca, un pañuelo rodeando nuestra cabeza y otro alrededor de los ojos, privándonos de la vista. Otras manos toscas y nada delicadas rasgan mi ropa, dejándome completamente desnudo.
Noto un asiento duro bajo mi cuerpo cuando un golpe en un hombro me obliga a sentarme, oyendo como los otros esclavos van ocupando los lugares a mi alrededor. Pronto me doy cuenta de que hay algunos mas. ¿Otro grupo desde otro lugar, quizá? No sería extraño.
Una vez estamos todos dentro la puerta se cierra y vuelven a pasar las horas, no se cuantas, pero mi estómago protesta por el hambre y duele por los nervios y el miedo.
En cierto momento la puerta de metal se abre de nuevo, oigo como uno de los esclavos es desencadenado del resto y la puerta se cierra de nuevo. Cuento diez hasta que una mano agarra mi brazo, obligándome a levantar y caminar hacia fuera, la puerta cerrándose tras nosotros. El hombre que me sujeta no dice una sola palabra, solo, tras unos cuantos pasos, me empuja en un cuarto que pronto reconozco como una ducha. El agua fría y a presión hace arder mi piel, provocando dolor en todo mi cuerpo. Cuando parezco una maraca de lo mucho que tirito el agua se detiene y una toalla áspera se estampa contra mi cara. -Sécate, pedazo de mierda.
Unas risas llegan a mi, tres personas alzando la voz, como si gritando mas lo que dijesen tuviese mas gracia o mas razón. El desprecio en las palabras de uno de ellos es mas que notorio. -¿Pero qué tenemos aquí? - Noto unas manos recorriendo mi cuerpo, un escalofrío recorriendome de pies a cabeza. -Es un hermoso esclavo, ¿no crees igual, padre? - Una risa hueca y vacía retumba en la habitación pero a la vez suena lejana. -Podrás comprarlo si quieres, hijo... espera a esta noche anda, es mejor que estén intactos. - Las voces se alejan, pero puedo oír claramente sus palabras. -Estoy harto de comprarle esclavos, se aburre, no sabe que hacer con ellos... no hay nada como follárselos cuando están preñados. -Pierdo la conversación conforme se alejan, un sobresalto invadiendo mi cuerpo cuando noto un dedo introducido con fuerza en mi entrada. -Que apretado... me encantará atarte a mi cama y follarte hasta que no sepas ni como te llamas... llenarte de mi semen una y otra vez, hasta que tu cuerpo explote de lleno. -El dedo sale de nuevo y lo noto en mis labios, asqueándome. -Aprenderás a obedecer, chico bonito. Ya lo creo que aprenderás.
-¡Sebastian! - un sonido de fastidio escapa del chico frente a mi, una risa divertida sonando por lo bajo. -Si, mi padre tiene razón... valdrás mas intacto. -Un gemido lastimero escapa de mis labios cuando noto una de sus manos apretando mis testículos con fuerza- Nos vemos esta noche, chico bonito. Me muero por reventar ese culo. - Me suelta y se aleja, mi cuerpo temblando como una hoja. ¿Dónde diablos estoy?
Soy encerrado en otra habitación distinta, pero antes de que la puerta se cierre me quitan la mordaza y también el pañuelo de los ojos. Hay un pequeño camastro en una esquina, unos boxers negros plegados sobre la fría sábana. Me apresuro a ponérmelos, sintiéndome menos expuesto de este modo.
Sobre una pequeña mesa en el centro hay un bollo de pan, una manzana verde y fresca y un vaso de leche. Mi estómago ruge con fuerza y me apresuro a llevarlo todo a mi boca. Los tres primeros bocados al pan son ansiosos, pero después me obligo a controlarme. No se cuando será mi próxima comida, así que mejor comer despacio. Pensado así, mis bocados son pequeños y espaciados, pero no dejo en la bandeja ni las migajas.
Mi cuerpo poco a poco se siente pesado, mas pesado cada vez. No estoy cansado, y desde luego no quiero dejar de estar alerta, pero esta claro que había algo en la comida. Esta relajación no es natural, estoy aturdido.
En cierto momento caigo dormido, la mala postura me pasará factura luego. Cuando vuelvo a abrir los ojos, las luces fluorescentes están encendidas, el ambiente frío pero mucho mas cargado que antes. Un par de golpes en la puerta de la habitación me hacen sobresaltarme, un latigazo sacudiendo mi cuello. -¡Levanta, escombro! Es tu turno. -¿Mi turno?¿De qué? Mi mente vaga hasta Sebastian y un escalofrío recorre mi cuerpo. No.
El hombre entra en el cuarto y coge el extremo de la cadena, mi cuerpo sin fuerzas para responder, para intentar escapar, para resistirme. Lo sigo por los pasillos, el suelo frío bajo mis pies descalzos. El ambiente cambia rápidamente, de pasillos de ladrillo gris y luz intensa y fluorescente a lo que parece un escenario oscuro, una sala poco iluminada, los únicos focos enfocandome a mi. Todo a mi alrededor es rojo y negro, como de terciopelo, incluso el suelo que piso, tan desgastado que me hace pensar en cuantos han pensado por ahí antes.
Hay una gran cantidad de hombres, a cada cual mas borracho que el anterior. Paseo la vista por la mayor parte de ellos, asustado. Casi todos gritan, el alcohol en sus manos salpicando a ambos lados. Algunos tienen fajos de billetes en sus manos, moviéndolos como si quisieran comprar algo. Entonces lo entiendo. Yo soy la compra. No es una venta formal, legal... es una subasta. Soy un esclavo de subasta.
El hombre que me guía cede mi cadena a un hombre de traje, mucho mas borracho que algunos presentes, que la asía con fuerza, escuchándo mi número de esclavo del hombre a mi lado antes de que este se retire, buscando entre un fajo de tarjetas desordenadas hasta dar con mi número.
-24601, un esclavo bastante nuevecito, ¿pueden creerlo? Esto si que es poco habitual, muchachos... ¡Nunca ha sido usado!¿Qué me dicen? Un esclavo completamente virgen...¡y observen que cuerpo! Será bueno para coger y cargar, ¿cierto? - Una carcajada resuena por el lugar a través de los altavoces y siento ganas de vomitar mientras sigo oyendo las estupideces de ese hombre.
-Empezaremos la subasta en 3.000 dólares, ¿qué les parece? 3.000 dólares por un esclavo nuevo a estrenar...¡es una ganga, señores! -Mantengo la cabeza alta, decidido. No dejaré que nadie piense que puede dominarme, por 3.000 dólares o por un millón. Y sobretodo no Sebastian. No él.
-Cincuenta mil dólares. - La voz suena serena, segura, fuerte por encima de todo el jaleo. El silencio se hace en la sala, muchos de los hombres buscando el origen. Yo ya lo he localizado. Hay un hombre que rondará la treintena, vestido en un traje púrpura con muchos detalles y una camisa negra abierta hasta medio pecho. Sostiene una copa en una de sus manos y su vista está clavada en mi de forma que me siento desnudo, mas de lo que ya lo estoy.
-¿Nadie da mas? -espera unos segundos de rigor, la gente vuelve a beber, ignorando al hombre borracho a mi lado. - ¡Vendido al señor Magnus Bane por cincuenta de los grandes!
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I dreamed a dream
Hayran KurguEn un mundo donde los esclavos son tan comunes como las mascotas, los hombres están obligados a reproducirse para evitar la extinción. ¿Por qué demonios has comprado un esclavo, Magnus? MALEC. M-PREG. AU. #10 en Malec 24/05/2018