Miedo y decepción

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Cada paso se siente como una montaña mientras camino en dirección al despacho del gerente del club. Desde que vi el nombre de Rafa en la lista supe que este momento llegaría, casi me ha extrañado que no haya ocurrido antes.

Estuve tentado a huir, coger a Max y correr lejos. ¿Pero de qué serviría?¿Cambiar toda nuestra vida por miedo? Si Magnus quiere encontrarnos puede hacerlo con chasquear los dedos. No hay lugar donde huir que nos de seguridad, y aquí tenemos nuestra hogar, un trabajo, la escuela de Max... nos las arreglamos bien. 


Cinco años atrás, huí sin mirar atrás. No lo haré de nuevo.

No diré que fue fácil, porque nada mas lejos de la verdad. Saberme engañado por Magnus después de creer que me amaba y amarlo de vuelta... Rafa había sido una obligación, concebido con prisas y con respeto pero sin amor.  A Max, al contrario, lo cargaba por voluntad propia. Lo habíamos concebido sin planes, controles rigurosos ni fechas forzadas, fue haciendo el amor. O por lo menos yo lo sentía así.

Debí ser el único estúpido que se enamoró. 

Tuve suerte de contar con Jace y Simon. Ellos me abrieron las puertas de su casa sin hacer preguntas. No se que habría hecho si no me hubiese encontrado semanas antes a Jace en aquel parque. No habría sabido a donde ir.

Esconder un esclavo embarazado no sería una decisión fácil para nadie, pero ni siquiera dudaron y todavía hoy me siento en deuda con ellos por eso. Fue un alivio saber, unos días mas tarde, de la ley de liberación de esclavos. Al menos Magnus decía la verdad en algo. Me liberó. Fui el primer esclavo libre. Sigue sin ser una ley en condiciones, los esclavos siguen teniendo que tener de forma obligada dos hijos antes de poder ser liberados, y sólo un amo puede liberar por voluntad propia, el esclavo no puede demandar su libertad. Pero es un avance. Y ese avance nos ha permitido vivir cinco años sin tener que preocuparnos de la ley, de violaciones, de secuestros o de miradas extrañas. De cara al mundo soy un hombre libre, como cualquier otro en las calles.

El día que Max nació, mi mejor amigo no se separó de mi lado. Las semanas posteriores, pese a que prometí que encontraría un lugar para quedarme y un trabajo, no me dejaron hacer nada, ni siquiera colaborar con la casa. Se empeñaron en que debía cuidar de mi, y de Max. Ni todo el dinero del mundo podría pagar lo que hicieron por nosotros.

Cuatro meses mas tarde conseguí empleo en varios locales nocturnos. Los bares pagaban poco, pero trabajando siete noches a la semana conseguí ahorrar lo suficiente para movernos a nuestro propio lugar, un pequeño departamento a las afueras de la ciudad donde podíamos sentirnos seguros. No teníamos ningún lujo y el lugar era minúsculo, pero era suficiente para nosotros. Max seguía quedandose todas las noches con Jace y Simon, hasta que este último me encontró el empleo de monitor de tiro en el club. 

Desde entonces las cosas han mejorado bastante para nosotros. Conservé uno de los empleos en un bar las noches de los fines de semana, pero Max adora ir de campamento a casa de sus primos. Para él es como un juego.

Muchas veces me planteé lo que había hecho. Separar a Max de su padre. Perder a Rafa, mi pequeño monito... y me he arrepentido en tantas ocasiones... pero he sido demasiado cobarde todos estos años para dar la cara. Hasta que ha estallado frente a mi. 

Cuando entro en el despacho, Magnus está tan impresionante que me quedo sin aliento.

Los años no han pasado por él, está igual de bien. Siento un agujero en mi estómago, antiguos sentimientos que creía olvidados volviendo a surgir. Pero el miedo es mucho mayor. Una cosa tengo clara. No mi Max.

-Sabía que vendrías tarde o temprano... desde que vi a Rafa en la lista.

Se encoge de hombros como si la cosa no fuese con él, totalmente impasible. 

- Hola a ti también, Alexander... Cuanto tiempo. Siéntate, por favor... tenemos muchas cosas que discutir.- Puedo sentir la rabia recorriendo mi sistema. ¿Cómo puede estar tan... tranquilo? Después de cinco años...--Creo que nunca he hecho nada para que me odies, Alexander, así que por favor...

Su mano indica la silla al otro lado del escritorio y muy a mi pesar, me siento. Odio mi lenguaje corporal, así que todo lo que pueda ocultar de él, será bueno para mi. -No te odio... Pero lo haré si intentas algo contra mi hijo. -Alza las cejas, mirándome mas serio todavía. Oh, no.

-No se si necesitas que te lo recuerde, pero también es mi hijo. Ambos lo son. -Aparenta estar sereno, pero suerte o desgracia, llegué a conocerlo bastante bien. Se está enfadando. Sin embargo, no puedo evitar pelear con uñas y dientes por mi bebé.

-Max es mi hijo. No hay constancia de ningún otro padre en su registro de nacimiento. -Y es cierto. En un primer momento, pensé que Magnus nos buscaría. Iluso de mi. Luego pensé que vendría a por Max, a reclamarlo... pero si nunca me quiso, ¿qué le importaba el fruto de nuestro amor? 

-¿Quieres que pida una prueba de paternidad y entonces me lo repites? Max es mi hijo tanto como Rafa es el tuyo. Niégalo todo lo que quieras, no lo hará mas cierto. -Suspiro, rindiéndome a la evidencia. Rafa es tan excepcional. Siempre he odiado los favoritismos entre padres e hijos, entre profesores y alumnos... pero cuando lo encontré en mis prácticas de tiro, tan pequeño y larguirucho, animado con su iniciación en ese deporte... lo amé mas de lo que lo había hecho nunca. Mi pequeño tesoro, tan grande, tan hermoso, tan inteligente y perspicaz.

-¿Qué es lo que quieres de mi, Magnus?- Nunca, nunca, nunca me perdonaré haber dejado a Rafael atrás. Mi bebé, tan pequeño. Hasta que Max nació, el dolor de perderlos a ambos me cegaba, no me dejaba dormir y estuve al punto de entrar en depresión. Pero luego Max nació, tan pequeño, delicado... tan necesitado de atención y cariño... que alivió un poco el dolor, y me centré en él para no sentir. Sin embargo, todas las noches, cuando cerraba los ojos, imaginaba como habría sido el día de Rafa. Como estaría creciendo, que aspecto tendría... y cuando lo vi... fue mejor que cualquier imaginación que hubiese tenido nunca.

-De ti no quiero nada, Alexander. Me abandonaste como a un perro, sin una sola explicación. Nos abandonaste, a mi y a tu hijo. Y te llevaste a Max contigo, sin darnos siquiera la ocasión de conocerle. ¿Sabes cuántas noches tuve que consolar a Rafa porque sólo hacía que buscarte?¿Cuántas veces tuve que verlo caer dormido agotado de tanto llorar?- Contengo un sollozo, imaginándolo. Mi pobre bebé. Es un niño tan serio y responsable ahora... no quiero pensar en todo el dolor que le causé. Todo lo que mis acciones han influido en su vida, en su carácter.

-Puedo entender que no me quisieras, que te fueras en cuanto te supiste libre. ¿Pero dejar a Rafa atrás?¿Ni una nota, ni un contacto, ni siquiera una explicación? Él es un niño maravilloso que merece un padre mejor que tú. - Alzo la mirada, frunciendo el ceño, confundido. ¿Saberme libre?

-No me fui cuando me supe libre. De eso me enteré después. -Le miro con furia, incrédulo. -Me fui cuando te vi con otro hombre, aún cuando cada día asegurabas amarme. -Puedo ver como sus ojos se abren de par en par al haber dado justo en el clavo.


-Fui un iluso al creerte. Y fui un padre horrible al huir de esa forma. Pero no sabía como arreglarlo, no me atreví a volver atrás, a dar la cara. Max no tiene culpa de mis acciones... él y Rafa no merecen todo lo que les he hecho. -Suspiro, tapando mi rostro con ambas manos.

-Por favor... no me lo quites. Él es todo lo que tengo.



I dreamed a dreamDonde viven las historias. Descúbrelo ahora