Ishizu Ishtar.

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Jueves común y corriente era. Llegar siempre puntual al nuevo lugar de labor era mí meta.

Crucé aquel frío torniquete saludando a Roland con una sonrisa, al dejarme el elevador cerca del último piso me di cuenta del silencio que reinaba en éste.

"-Sólo y silencioso cómo un cementerio, así me gustan los lugares y en algunas ocasiones... También las personas.-"

Pensamientos de quietud y tranquilidad reinaron en mí mente al obtener la ausencia completa de mí jefe.

Una pronta llamada entrante al teléfono de mí oficina me hizo casi pegar un brinco que terminaría aterrizando en el suelo. Tomé la llamada cuanto antes.

-Corporación Kaiba ¿en qué puedo servirle?

-Busco al joven Seto Kaiba.- sonó una bella voz femenina al otro lado del auricular.

-¿Quien le busca?- pregunté apenas con un poco de vergüenza.

-Dígale que le busca Ishizu Ishtar.- habló con autoridad.

-Señorita Ishtar,- contesté.- el Señor Kaiba aún no llega a su lugar de labor ¿desea que le deje algún recado mientras tanto?

-Ninguno en especial, dígale que me presentaré dentro de un par de horas y pídale si por favor me devuelve la llamada, él tiene mí número telefónico.

-Seguro. Hasta pronto.

Menudo nombre más curioso para una mujer pero con una voz tan bella, muy probablemente era la prospecta de el buen Seto Kaiba, a fin de cuentas es un hombre sumamente atractivo y guapo pero con un carácter tormentoso.

Al transcurrir lentamente las horas, en un momento en el que menos me esperaba una visita salió a relucir el gran Seto Kaiba junto con su elegante e impecable gabardina blanca, aquella camiseta que dejaba apreciar tan bien su definido abdomen, sus impecables botas y sin hacer falta a su exquisito aroma del cual muy seguramente ha de haber costado una buena cantidad de yenes.

-Buenas tardes.- saludó cortésmente haciendo que mí persona se sintiera honrada y extrañada al mismo tiempo.

-Bue... Buenas tardes, Señor Kaiba.- intenté esconder mí nerviosismo ante la imagen tan placentera que causaba a mis ojos deslumbrar, no podía negar que exactamente hoy se miraba tan bien.

-¿Imprimiste los papeles que te mandé al correo? Los necesito urgentemente para dentro de unas horas.

-¡Las malditas hojas!- la sangre bajó violentamente hasta mis pies.- Enseguida se las entrego, Señor Kaiba. Denme unos cuantos minutos para buscarlas y...

-¿¡No las tienes aún!?- subió la voz. Aquí íbamos nuevamente.- Te mandé el correo a primera hora del día y te ordené las imprimieras al instante, ¿dónde se supone que están?

-Se... Señor Kaiba yo...

-¿Para qué te tengo aquí? Suficiente tengo ya con la bola de inútiles que laboran en los pisos y áreas inferiores.- se cruzó de brazos sin dejar de lado su mirada observarme por encima de mi.- Te dije una y otra y otra vez que el trabajo aquí no es fácil, que las cosas se hacen a mí modo, a mí manera y en cuanto yo lo pida.

Polos Opuestos. (Kaiba y tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora