Una Explicación.

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No debía acceder pero era tan tentador, recordé nuevamente que aún era virgen y que mí primera vez merecía ser con una persona a quien yo amara y quien me amara a mi de igual manera, con la misma intensidad, compartiendo las mismas emociones el uno por el otro.

Comenzó a llover poco a poco, no nos importó en lo más mínimo seguir besándonos bajo la ligera tormenta que transcurría en el momento. Bakura tomó mí brazo y juntos nos apresuramos hasta el hogar más cercano, el suyo.

Corriendo por las calles de Domino, finalmente llegamos hasta su hogar. Abrió con rapidez la puerta y ambos accedimos dentro del recinto. Una vez dentro, Bakura se acercó hasta mi y me estrechó en sus brazos con fuerza. En ese preciso momento, realmente, llegué a dudar por el sentimiento que le guardaba a Seto Kaiba, me confundí tanto que no sabía si regalar aquella oportunidad al peliblanco.

Se despojó de su chaqueta azulada escolar y enseguida también se despojó de su blanca camiseta de botones dejando a su paso admirar la hermosa anatomía del chico. Se dejó aún sus pantalones académicos, su cabello se encontraba desordenado, aún incluso más de lo normal junto con su piel húmeda.
Se acercó hasta mi y tomó con delicadeza mí saco laboral, tomó mí rostro con gran decisión y plantó nuevamente un apasionado beso, me dejé llevar nuevamente.

Volvió a acorralarme esta vez contra uno de los muros de la sala en la que nos encontrábamos. El beso volvió a intensificarse significativamente y yo me encontraba degustando el sabor de sus labios, acariciando su pecho con una mano y con la otra estrechándolo hacia mi tomándolo por algunos mechones de su cabello.

Suspiré.

–Quítate la ropa.– ordenó decidido. Percibí una tonalidad diferente de voz.

–Pero...

–Sólo hazlo.– volvió a ordenar.

Abrí nuevamente los ojos después de sentir un intenso beso entre mis clavículas y redirigí mí mirada hacia los marrones ojos el chico, esta vez su mirada era, junto con su voz, totalmente diferentes. Sus ojos, me contemplaban con gran malicia, un iris violento y un ceño totalmente amargo hicieron inundar mis nervios de miedo y terror.

–¿Bakura...?– traté de detenerle.

–¿Acaso no escuchas?– cuestionó de manera bastante grosera.– Haz lo que te digo, no tengo ganas de levantar la voz.

–Bakura, tú no eres de esta manera.– hablé con cierto temor en mí voz tratando de esconderlo.

–¡Haz lo que te digo o deberé hacer las cosas a mí manera!

Me tomó por los hombros estampándome fuertemente contra la pared, los senos y el pecho en general me dolieron significativamente al ser impactados contra la barrera de yeso. Bakura me mantuvo en esa posición con una sola mano, no comprendía cómo había obtenido tanta fuerza.
Tomó mí falda con su otra mano y entonces el miedo comenzó a apoderarse desatado a lo largo de todo mí cuerpo. Comencé a llorar, temía que fuera a suceder el pensamiento que comenzaba a apoderarse de mí cabeza.

–¡Tú no puedes ser Bakura!– exclamé con abundantes lágrimas en mis ojos.– ¡Bakura, tú no me harías este tipo de daño!

–¡Cierra la maldita boca y deja de moverte tanto!

Debía hacer algo, la persona que siempre he sido nunca permitiría que esta clase de atrocidades sucedieran a mi o a las personas que me rodean. Me encontraba pasando por 99 problemas y Bakura no contribuiría a ser uno más de ellos.

Polos Opuestos. (Kaiba y tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora