Meras Ridiculeces.

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Al llegar a la residencia de los Kaiba me di cuenta que esta noche había salido ilesa del alcohol, mí organismo se encontraba sano lo que provocó en mí una carcajada interna.

Bajamos de la limusina encontrándonos en la entrada a la mansión.

-Vete con cuidado, Tn___.- comentó Mokuba.- Roland, asegurate por favor que la dejarás en la entrada de su hogar.

-Claro que sí, Señor Mokuba.

-¿Qué harás llegando?- preguntó extrañado.

-Supongo que dormir, mañana tengo que levantarme temprano para ir a buscar empleo.- hice un gesto de preocupación.- Todavía me falta saldar la veterinaria del perro.

-¡Es cierto!- exclamó.- ¿Cómo siguió?

-El veterinario me comentó que no era nada grave, muy probablemente se había involucrado en una riña entre otros animales pero sólo perdería el ojo, la herida de su oreja no era nada grave y las heridas de sus patas eran profundas pero no graves, le bastaría reposo.

-Menos mal, ¿cierto, hermano?- dio un leve codazo a Kaiba que se miraba con un gesto desinteresado quien solamente afirmó con inercia.- ¿Te quedarás con él, Tn___?

-¡Oh no! ¡Para nada!- Mokuba realizó un gesto sorprendido, él sabía cuanto me gustaban los animales y por eso mismo, no esperaba esa respuesta.- Quiero decir, se me hace muy bonito y claro que le tengo cariño pero...

-¿Pero...?- abrió sus enormes orbes grisáceas.

-Es muy duro encariñarse con algo que algún día puede marcharse.- respondí nostálgica.- Quiero ahorrarme ese tipo de sufrimiento.- sonreí.- Tengo planeada su recuperación y darlo en adopción a alguien que pueda tener la disposición de cuidarle y amarle.

-Entiendo.- contestó con un semblante confundido en su pequeño rostro.- Cualquier cosa que necesites puedes contar con nosotros.- sonrió.

-Lo pensaré dos veces, Mocky. Muchas gracias.

Me volví hacia el buen hombre de canoso cabello para asentir con un gentil gesto en mí rostro y rápidamente captó que era el momento de marcharse.

-Retírate Roland.- resonó la voz de Kabia hacia Roland.- Yo me encargaré de eso.

-Como usted ordene, Señor Kaiba.

El hombre canoso se marchó subiéndose hacia la limusina para estacionarla dentro de la mansión. Kaiba se volvió hacia mi y Mokuba.

-Ya es hora de que descanses, Mokuba.- señaló el apuesto castaño.- Ya es muy tarde y pronto amanecerá, necesitas dormir.

-Está bien, hermano.- asintió sumiso.- Tn___ mí hermano te llevará hasta tu casa, espero lo hayas pasado muy bien, estuviste excelente esta noche.- sonrió.- Y además, luces muy bien, ¿cierto hermano?

Kaiba se percató de aquella lustrosa pregunta y sólo giró su mirada hacia otro lugar fingiendo no haber escuchado, Mokuba no prestó atención alguna y una vez que se despidió entró a la mansión para descansar de una buena vez.

-Andando.- ordenó Kaiba sin observarme mientras se aproximaba hacia uno de los múltiples autos lujosos que poseía.

Asentí sin pronunciar palabra alguna, me había extrañado tanto que Seto Kaiba se hubiera ofrecido a llevarme de una manera tan indirecta e intrínseca. Ambos nos subimos al auto al mismo tiempo ocupando lugar en nuestros respectivos asientos. Un mudo silencio se apoderó del pequeño espacio que ocupábamos haciendo que la duda creciera más y más. Encendió el auto y dio reversa para enseguida salir de la residencia y ponerse en camino. Los nervios me consumían de cierta forma ya que no sabía cómo actuar o qué decir.

Polos Opuestos. (Kaiba y tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora