Odisea de Sensaciones.

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De manera gentil y frágil, Seth tomó a Epona de la mejilla pidiéndole en casi acción de ruego que no volviera a aventurase al árido pueblo por sí sola. Quedaron flechados por ambas miradas, Seth se acunó en los preciosos ojos verde-marrones de ella y Epona quedó mágicamente hipnotizada por los vidriosos ojos del castaño, todo esto lentamente hasta infundirse en in profundo beso que poco a poco fue recolectando pasión en cada vez que sus lenguas accedían hacia dentro de sus bocas con seducción.

Almendra, por su parte, quedaba poco a poco sin aire, sus ojos comenzaron a sollozar con gran sentimiento y a la vez con aflicción al observar con suma detención la escena mientras una de sus manos se situaba sobre su desnudo pecho, exactamente como si se encontrara mirando una cinta romántica.

–He visto dentro de ti,– habló Seth.– he visto tu alma y no creo que exista algo más puro que se le compare.– la besó nuevamente de manera fugaz.– He visto toda aquella belleza que posees dentro y fuera de ti, desde el momento que te encontrabas frente al trono de Atem y precisamente por ello es por lo que caí rendido ante ti.

–Seth, yo no quiero entregarme a Atem.– habló la mujer con nostalgia.– Quiero entregarme a ti en cuerpo y alma, quiero que seas tú quien se adueñe de mis noches, quiero que seas tú la primera persona que vea por las mañanas, quiero que seas tú quien tome control de mí cuerpo cuando el deseo nos incite a amarnos...

La rubia sollozó aún más ¿cómo era posible que aquel hombre pudiese haberle llegado a amar a su antepasado de tal ferviente manera? Almendra también merecía lo mismo, ella también merecía ese tipo de amor y romance. Recobró una tierna sensación en su estómago añadiéndole una pizca de esperanza a los latidos de su corazón, quizá, tal vez quizá, en algún lugar del mundo se encontraba la reencarnación del egipcio, aún aguardando por ella y por el reencuentro de sus almas para poder estar juntos una vez más.

Observó como las manos de Seth jugueteaban con el cuerpo de la chica despojándola de su hermoso vestido. La mantenía posicionada sobre su regazo y en un momento tan fugaz, las manos de Seth entraron por debajo de la lujosa prenda color turquesa, Epona dejó escapar un gemido totalmente incitado a la seducción, y por parte de Seth, este se encontraba totalmente a la merced de la joven.

La tomó por la espalda recostándola sobre el impecable mueble de descanso, besó sus senos paseándose a lo largo de su cuello y el escote de la castaña. Desabrochó el escote para entonces dejar al aire los senos de ella, sus pezones se encontraban ligeramente erectos, su blanca piel se erizó dejando traspasar una dulce y placentera sensación que corría a lo largo de cada una de las hebras de la piel. Ella comenzó a sentir una extraña sensación en su entrepierna pero vaya que no le desagradaba en lo absoluto, sino que al contrario, su cuerpo y sus entrañas rogaban por más cada vez.

–Quédate conmigo, amor mío.– susurró Epona al atraer la cabeza del mago cerca de sus hombros mientras él se preparaba para aquella acción que marcaría para siempre a ambos.– Te quiero, te necesito, quiero formar mí vida entera contigo, compartir nuestro imperio y reinar juntos a travez de los siglos.

Seth consiguió despojar a la jovencita de aquella prenda, admirar sus desnudos senos le causaba un mar de emociones y dulce ansiedad tan dentro de él, nunca en toda su vida ninguna mujer había conseguido ser de su agrado, las encontraba vulgares a unas, impuras a otras y demasiado huecas a las demás, pero Epona había llegado para cambiar toda la percepción del apuesto moreno, Epona llegó para adueñarse de su corazón y sus ojos con un simple parpadeo.

–Epona...– musitó seductor aferrándose a su dulce cuerpo.– Epona...– aferró cada una de sus manos sobre cada hombro de ella.– Te amo.– habló finalmente penetrándola con sumo cuidado.– Te amo tanto pese a que es una frase con fuerte significado.– volvió a embestirla.– Eres mí constelación, eres la única cara de la hermosa Luna que quiero contemplar todas las noches por siempre.– una vez más se aferró a su cuerpo, está vez haciéndola exclamar ya no de dolor pero de placer puro.

Polos Opuestos. (Kaiba y tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora