Rompecabezas.

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La jovencita decidió acceder al recinto, no le quedaba de otra más que seguir adelante ya que si trataba de retroceder muy probablemente no ocurriría nada en especial.

Caminaba admirando cada uno de los rincones del palacio tratándose casi como si fuera la mismísima Mansión Kaiba, la propia arquitectura del edificio y el precioso diseño antiguo le recordaban un poco a la estructura damasq.

¡Vaya! ¿Dónde podré encontrarme?– pensó avanzando por el lugar.– ¡Un momento!– se detuvo.– Arena, objetos centelleantes y dorados,... ¿Será que estoy en...?

Egipto...habló su consciencia por si sola.

Y de pronto escuchó múltiples alardeos y voces en un lugar del palacio, por lo visto se trataba de un espacio muy amplio debido al impacto y eco de las voces dentro de éste. Se acercó tratando de seguir aquellos sonidos y platicas, las cuales se referían acerca de un matrimonio arreglado en particular de las tierras orientales y las occidentales.

Logró dar con aquella cámara espaciosa, agudizó su vista y acercándose con sigilo alcanzó a ver a un hombre con cabello tricolor postrado en un precioso y sólido mueble dorado.

¡Un momento!– su rostro quedó paralizado ante tal parecido.– ¡Ese es Yugi! ¿¡Qué se supone que hace aquí!?

Enseguida de él se encontraba un hombre de estatura alta y al lado izquierdo de Yugi se encontraba una mujer morena. Se acercó un poco más con temor de poder ser sorprendida y pudo aclararse la vista, se dio cuenta que aquel hombre quien se encontraba postrado a la mano derecha de Yugi poseía un gran parecido al ser que le había quebrado el corazón el día de ayer, siguió analizando el escenario y no tardó en percatarse que la mujer morena poseía un increíble parecido a Ishizu Ishtar. Después, observó a quienes se encontraban frente a éstos, un hombre de gran tamaño con la apariencia física más masculina que haya podido ver alguna vez y enseguida de él, una jovencita de tez pálida, delgada y cabellera larga color achocolatada.

Se detuvo, ella también le parecía sumamente familiar y en cuanto se acomodó para poder observar mejor a la exquisita jovencita pudo apreciar que ella poseía casi los mismos rasgos que ella misma. Cayó al suelo con un semblante traumático, era algo que no podía creerse: ojos, piel, rostro e incluso las pecas que se encontraban en su exacto lugar, eran cosas tan similares a diferencia del color de sus largos cabellos.

Escuchó con atención los diálogos de aquellas personas, la joven de nombre Epona sería entregada al faraón como regalo y alianza de las tierras occidentales a las tierras orientales. Ella, por su parte se encontraba consternada, una mirada triste invadía aquellos blancos pómulos salpicados de pecas como cuando las gotas de rocío caen tenues sobre las hojas marchitas de Otoño, no parecía agradarle en lo absoluto aquella idea.

¿¿Podría ser que...??– cuestionó a su persona.– ¡No! ¡Es una estupidez! ¡Es...!

El Sacerdote, quien se encontraba a la mano derecha del faraón observaba totalmente cautivado a la joven, sin olvidar decir que ésta parecía corresponder a sus prófugas miradas y dulces sonrisas.

Finalmente escuchó aquel acuerdo ser finalizado, la joven de nombre Epona sería desposada al faraón perteneciente de hermosos ojos color púrpura de nombre Atem.

¡Un momento! ¡He visto ese tipo de mirada anteriormente!– recordó una vez cuando Yugi se batió a un duelo frente a Pegasus, en ese preciso instante, mucho antes de comenzar el juego, notó una personalidad totalmente diferente al del pequeño tricolor, aquella personalidad resultaba ser más madura e incluso más varonil.– Se trata de aquella personalidad que ciertas veces invade a mí mejor amigo... Aún mí mente duda, pero podría resultar en una gran posibilidad.

Polos Opuestos. (Kaiba y tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora