Recital.

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Seguía consumiendo mí bebida tratando de ser un fantasma, no tenía con quien apoyarme a conversar un rato y encima debía esperar una hora completa para finalmente dar la demostración musical. El hambre ligeramente se presentó en mí estómago y decidí dirigirme a mirar lo qué había para degustación.

Al no encontrar nada de mí completo agrado decidí tomar un pedazo de pan con el fin de calmar un poco el hambre. Me dirigí a recargarme en un barandal del lugar y admirar mientras a la multitud que se paseaba entre el lugar, mujeres muy hermosas llenas de lujos que colgar sobre sus cuellos, manos y oídos junto con hombres de miradas prejuiciosas y peinados perfectos. Me estaba cansando, lo único que quería era comenzar a tocar el piano de una buena vez e irme cuanto antes.

Saqué un cigarrillo de mí bolso junto con el encendedor y antes de que pudiera siquiera posicionarlo entre los labios una exclusiva voz con acento alemán habló mí nombre. Para mí sorpresa se trataba del pelirosa, Zigfried von Schroeder.

-¿Una hermosa damisela fumando?- fue su manera de saludar.

-No estoy fumando... Aún.- contesté mirándolo a los ojos.

-Tiene razón, señorita. Discúlpeme.- tomó mí mano para besarla a continuación.- Sabía que vendrías, me encontraba tan ansioso por volver a cruzar palabra contigo.

-Lo mismo podría decir.- comenté con brusquedad involuntaria.

-Te ves maravillosa esta noche.- comentó analizándome de pies a cabeza.- La vez que te conocí me cautivaste pero debo decir que esta vez sobrepasaste los límites.- sonrió con seguridad.- ¿Puedo invitarte algo?

-Está bien, Zigfried. Estoy bien por el momento.- sonreí.- ¿Cómo te encuentras esta noche?

-Además de estar cautivado por tu belleza, me siento muy contento y emocionado ya que al parecer Corporación Schroeder realizará un torneo de duelos dentro de menos de un año, todo gracias a los increíbles socios y patrocinadores con los que contamos.

-Eso suena bastante bien.- comenté con una ligera sonrisa.- Has de estar muy ansioso porque se llegue la fecha final.

-¡Claro que sí, querida! Y tú serás mí acompañante en ese evento tan especial.- sonrió al mismo tiempo que tomaba mí mano con suavidad.

Me sorprendí en ese preciso momento, yo jamás le di una respuesta certera y mucho menos él me había solicitado mí compañía, decidí seguir su palabra y dejarlo pasar minuciosamente.

-¿Me permite, señorita?- se colocó al frente mío y tomó mí mano propinándole un beso nuevamente.- Tengo serios asuntos que atender y tú un piano por tocar dentro de un par de minutos, estoy seguro que todo saldrá bien.- sonrió al notarme un tanto nerviosa.

En cuanto se retiró de dónde yo me encontraba llegó el pequeño Mokuba hasta dónde yo me encontraba, por fin era un alivio estar con una persona que no buscará sacar algún provecho de mi.

-¿Qué hacía el descarado de Zigfried besando tu mano tan confianzudamente?- cuestionó Mokuba con un aire irritado haciéndome reír.

-¿Celoso?- burlé.

-¡No! ¡Pero ese chico jamás nos ha agradado a mi y a Seto!- se justificó.

-¿Se puede saber el por qué, Mocky?

-Verás, nuestras familias han sido rivales desde hace mucho tiempo atrás.- explicó.- Has de saber que los von Schroeder tienen su propia compañía de juegos y tecnologías la cual Zigfried es el presidente de ésta, de tal manera que Seto es presidente de Kaiba Corp. La Corporación Schroeder siempre ha intentado sobresalir por encima de Kaiba Corp. pero mí hermano no es tonto, siempre ha estado un paso adelante de ellos con innovaciones y tecnologías más potentes, sorprendentes y eficaces que las del propio Zigfried.

-Vaya, suena bastante interesante y mordaz.

-Así es, además has de saber también que Zigfried es un experto en tecnologías e informática pero mí hermano Seto es el maestro en éstos temas.

Mokuba se miraba tan orgulloso de su hermano mayor cuando hablaba en el nombre de su hermano, era notable su amor, cariño y admiración cuando el relucir en palabras el nombre de su hermano se necesitaba.

-No te metas con chicos cómo él, Tn____. Estoy muy seguro que no traen nada bueno.

-No te preocupes, Mokuba. No tengo interés alguno sobre él además seré cuidadosa.- sonreí maternalmente acariciando su despeinado cabello azabache.- Creo que es hora ya de poner la música a andar.- comenté con nerviosismo.

-¿Realmente serás tú quien componga la música? No veo grandes bocinas ni mucho menos cajas de sonido o cosas por el estilo.- miró hacia todos lados tratando de localizar dichos objetos.

-Es porque tratará de música de ocasión, Mokuba.- sonreí al mismo tiempo que cerraba los ojos amablemente.- Tocaré el piano.

-¡Increíble!- exclamó Mokuba con entusiasmo.- ¡Tengo que mirarte y escucharte!

-Andando.- animé.

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Kaiba miraba la escena entre su pequeño hermano y aquella chica que había cautivado sus ojos de un sólo golpe, si ya cuando recién la miró aquella noche que Pegasus la presentó había captado más de la mitad de su atención, ahora mirarla tan elegante, arreglada y bella era algo que no podía dejar a un lado fácilmente.

Observó que ambos se acercaban al enorme piano que se encontraba en la parte frontal del gran balcón, Tn____ tomó lugar posicionándose para comenzar las melodías al mismo tiempo que Mokuba se acercaba por un lado de ella en pos de hablarle algo al oído, observó a la rubia llevarse una mano dulcemente a los labios y soltó una pequeña risita junto con Mokuba. Enseguida el pequeño niño se separó unos cuantos metros de dónde ella se encontraba y se mantuvo de pie esperando por el comienzo.

La numerosa multitud creó un silencio que se caracterizaba por brindarle paso a un nuevo sonido y con ello nuevas melodías. Tres, dos y uno, la chica respiró profundamente y comenzó a pasar sus dedos delicadamente por las partituras del instrumento.

Una dulce melodía nació en aquel lugar cautivando a los decenas de oídos que se encontraban admirando la autenticidad de aquella dulce música. Eran melodías creadas especialmente por ella, notas musicales que le había tomado tiempo encontrar al momento de componerlas, se trataba de canciones que había compuesto antes de conocer a las cajas de sonido.

Los oídos del gran Seto Kaiba eran besados dulcemente por tales notas musicales y composiciones que eran producto de cada una de las delicadas manos de la joven rubia. Kaiba la observaba tan sorprendido que jamás se imaginó que aquella mujer que realizaba desordenes musicales en los clubes nocturnos de Domino pudiera impartir de igual manera las más finas notas musicales en uno de los lugares más reconocidos y elegantes de Domino. Observaba la manera en la que ella movía sus brazos, la manera en la que su dorada cabellera se agitaba en los vientos y sobre todo, la manera en la que su pequeño hermano admiraba a la joven rubia, Mokuba jamás se había abierto de tal manera ante nadie más que a él y ahora, también ante Tn___.

Polos Opuestos. (Kaiba y tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora