Renuncia.

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Arribé con gran desvelo a la oficina por la mañana, había sido desvelada por Cäin y sus llamadas repentinas queriendo enterarse de los últimos sucesos de mí vida. No nos habíamos podido mirar y citar durante éstos días debido a la carga de trabajo que él poseía, tal parecía que muy probablemente viajaría para dar alguna de sus presentaciones musicales en algún club nocturno en el cual se le solicitó, las cosas estaban por confirmar.

Debía comenzar en pensar sobre qué vestir en la velada del día siguiente, ése tipo de cosas me ponía algo nerviosa ya que nunca sabía qué vestir con exactitud o el tipo de maquillaje que usaría, comenzaba a creer que yo iba a ser varón de nacimiento.

Recibí una llamada que corrompería mis pensamientos salvajemente. Se trataba del mismísimo Kaiba que solicitó presentarme en su oficina. Tragué saliva y salí cuanto antes de la silla.

La chica de cabellos dorados tragó saliva antes de cruzar a travez de la puerta, tomando el picaporte con trémula acción decidió darle media vuelta finalmente. 

Durante la transición de sus pasos al cuadro en el que se encontraba el empresario recordó cómo era ella y quien era ella, robó un poco de confianza y sus latidos se contuvieron en un 50% subiendo la mirada.

El castaño, por su parte, se encontraba decidido a invitarle a ir junto con él al tan aclamado evento del famoso Pegasus. Ella, por su parte, sintió como a regañadientes el hombre estaba preparado para otorgarle el regaño de su vida.

-Señor Kaiba, aquí estoy.- habló seriamente tomando con dureza sus manos la una con la otra.

-No me digas.- rió sarcástico.- Necesito hablar contigo seriamente.

La mujer de rubio cabello abrió sus oídos para atentamente a escuchar, se percató de que aquel hombre estaba tardando en decir aquellas esperadas palabras.

Kaiba comenzó a dudar nuevamente y a flanquear su decisión, ya no se encontraba seguro de un momento a otro, el nerviosismo y sobre todo su orgullo le impedían pedir aquello que Kaiba comenzaba a desear tanto.

-Me he percatado de lo mal que laboras tu trabajo en Kaiba Corp.- habló finalmente escondiendo su mirada al bajarla y no observarle a los ojos.- De tal manera que te encuentras en un estado sumamente crítico.

-¡Señor Kaiba, yo...!- la mujer pegó sus manos al escritorio reflejando ansiedad y desesperación.

-Te encuentras en un estado bastante crítico, Tn____, gente como tú no necesito que labore aquí en Kaiba Corp.- habló rápida y agudamente.- Si por mi fuera, te vas ahora mismo, ¿entiendes?

Quedó en un estado estático, corrompido e inmutado, ella ya permanecía allí siendo repudiada y reprendida por cualquier cosa pero el hecho de que aquel infame hombre castaño le mencionara que no era siquiera esencial allí, era ya algo que había cruzado los límites de la paciencia de la rubia.

-Ya basta.- susurró haciendo que el atractivo empresario arqueara una ceja.

La chica se acercó violentamente hasta el castaño siendo que lo único que les separaba era un escritorio de por medio. Se inclinó a él mirándolo fijamente a los ojos sin remordimiento alguno haciendo que el empresario de sobresaltara en su mismo lugar al contemplar tan cerca el rostro de la chica.

-Usted aquí podrá ser el amo y señor de la compañía.- habló la chica con suma seguridad en sus palabras y ojos dejando de lado la belleza del castaño.- ¿Pero sabe una cosa?- apuntó con su dedo índice al gran pecho de Kaiba.- La gente no tiene por qué estar trabajando en su estúpido lugar de labor bajo las ordenes de un hombre machista, agraviado y basura cómo lo es usted.

Kaiba se encontraba boquiabierto sin siquiera saber si era producto del atrevimiento y audacia con la que la mujer lo confrontó o si se debía a la cercanía con la que llegó a mantener contacto visual con la rubia.

-Yo no tengo por qué estar en este lugar si usted se va a dedicar la mayoría de su tiempo a hacerme la vida imposible.- se señaló a sí misma.- Yo tengo deudas que pagar y una de ellas es con usted y con el joven Mokuba pero yo ya he llegado hasta mí límite y la necesidad no me va a permitir que tenga que estar tolerando los abusos de un hombre malcriado, prepotente, renegado y amargado.

La chica golpeó con ambas manos el escritorio y tumbó la mayoría de los documentos que encima se encontraban dejando a Kaiba con un semblante estupefacto y sorpresivo que rápidamente fue cambiando hacia un ceño fruncido y una mirada fogosa. Y antes de que éste pudiera parlar una palabra ella lo interrumpió encontrándose a mediación del cuarto y girando su cuerpo a media vuelta para mirarle severamente.

-Mí labor aquí se termina, Señor Kaiba. Puedo encontrar otro trabajo con o sin ayuda, siempre ha sido así y el que no labore aquí no quiere decir que no volveré a laborar en algún otro lugar dónde tengan buenas prestaciones y un mejor sueldo.- volvió a dar la espalda agitando violentamente su larga cabellera dorada en los aires.- Hasta nunca, Señor Kaiba.

Tras el violento portazo Kaiba comenzó a exclamar cosas con agresividad sin maldecir, no era de esos hombres brutos y violentos, mucho menos era un malhablado pero el tan solo haber presenciado que una sola persona lo había confrontado y se había posicionado al tú por tú lo hacía mantenerse fuera de quicio con inmensa sorpresividad. Nadie había enfrentado de esta manera al gran Seto Kaiba, mucho menos una mujer con las cuales no tenía mucha simpatía pues la mayoría de ellas terminaban ofreciéndose una prometedora oferta sexual o decidían acercarse con la intención de olfatear sus cuentas bancarias.

Esta vez se maldijo a sí mismo, se reprendió una y otra vez pues no había conseguido dar aquel paso que su orgullo tanto obstruía. Repasó variedad de veces para poder remediar la situación pero lo que menos quería era pedirle que regresara a laborar, como siempre su orgullo se lo impedía y además consideró que era una vaga estupidez el seguir aquella extraña emoción que surgía dentro.

"-Un hombre como yo no puede estar siendo distraído por esta clase de tonterías. Tengo arduo trabajo que hacer y una compañía a la cual dirigir.-"

Polos Opuestos. (Kaiba y tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora