Regresión (pt.2)

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Kaiba comenzó a adentrarse entre las calles del Antiguo Egipto, caminando precavidamente al lado de los aldeanos del lugar, tal parece que éstos no se percataban de su presencia y lo último que haría Kaiba era cuestionarse el por qué ya que se encontraba admirando las grandes edificaciones y la vestimenta de los pobladores, cada detalle que se cruzaba en su camino lo analizaba meticulosamente.

Llegó a un lujoso y precioso palacio, subió escalones aún temeroso de que alguien pudiera mirarle recorrer aquellas tierras.

Caminó entre los pasillos de la gran arquitectura y escuchó voces hablar. Al llegar al destino del que provenían aquellos alaridos pudo contemplar una reunión.

Se acercó a lo que parecía ser la sala principal del palacio y a quien divisó postrado en aquel grueso trono dorado fue nada más y nada menos que a Yugi Muto. Se detuvo por un instante, ése no era Yugi precisamente, era aquel espíritu que reaparecía en ciertas ocasiones y en ciertos duelos cuando el joven de cabello tricolor combatía o se veía en aprietos. Al lado derecho de Yugi, entonces faraón, se percató de la presencia de su vida pasada, el Sacerdote Seth. Finalmente, al lado izquierdo se encontraba a quien parecía ser Ishizu Ishtar.

Se acercó aún más para poder distinguir a las personas que se encontraban frente a ellos, un hombre de avanzada edad sin llegar a la vejez que imponía masculinidad y tremenda fuerza, tez clara y usuario de una abundante barba canosa y quien poseía una vestimenta totalmente diferente a los egipcios la cual constaba de botas de piel marrones, armadura oscura de porte ligero y una capucha marrón oscuro para contrarrestar las altas temperaturas del lugar. Enseguida de él, alcanzó a distinguir a una jovencita totalmente contraria a lo que demostraba el gran hombre; pequeñas y delicadas manos, cabellera color chocolate rojizo, ojos almendrados teñidos ligeramente de un verde oliva adornados con dos gruesas cejas y una pequeña salpicadura de pecas en sus pómulos, su cuerpo era delgado y tierno el cual inspiraba inocencia y suma feminidad, Kaiba la reconoció al instante sin siquiera poner en duda sus especulaciones.

–Mí hija, Faraón Atem,- habló el imponente hombre.– La entrego a sus manos impecable y casta, de eso no cabe duda.

–¿Qué pides a cambio, Cernunnos?– hablo con su masculina voz el apuesto faraón.

–Restablecer la alianza de las tierras galas con las tierras egipcias, apoyo militar en cuanto a una guerra que pueda ocurrir a la grandiosa Galia o a las tierras de Egipto.

El hombre se miraba entusiasmado mientras que la delicada joven se mostraba llena de desesperanza y nostalgia.

Seto concentró más atención en la dulce mujer que se encontraba al lado de lo que parecía ser su padre y rápidamente dirigió su mirada hacia el honorable sacerdote egipcio. Notó que ambos compartían miradas, miró que la chica le regaló una tierna y discreta sonrisa mientras el moreno y apuesto hombre se la devolvía con plena confianza creando un exquisito rubor en las mejillas de la joven.

"Ahora comprendo de dónde vienes arrastrando todos tus encantos."- pensó al esbozar una ligera sonrisa mientras la imagen de la rubia llegaba a sus pensamientos.

El Faraón comenzó a descender por los escalones hasta llegar a dónde se encontraban posicionados los extranjeros. Miró a la jovencita y con seguridad y delicadeza tomó su mano para regalarle un suave beso y observarle a los ojos atento.

–Será un placer el tomarte como mí esposa.– habló.– Pueden quedarse las noches que deseen aquí mientras planeamos la ceremonia de unión.

–Epona.– habló Cernunnos.– Agradece el gesto del Faraón Atem y su hospitalidad para con nosotros.– la pequeña mujer asintió.

Polos Opuestos. (Kaiba y tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora