CAPITULO 12

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Continuaron caminando, alicaídos.

Shaoran vigilaba a Sakura aún más que de costumbre, preocupado por su expresión tensa. Lo que la angustiaba no era sólo la muerte de Martín; había otra cosa, algo más profundo.

También empezaba a preocuparle la posibilidad de que no pudieran salir de ese maldito saliente antes de que cayera la noche, y que se vieran obligados a dormir allí. No había lugar para carpas, de manera que estarían expuestos a cualquier amenaza y además a los mosquitos, que los rodeaban desde el momento en que se alejaron del río.

Shaoran ordenó un descanso y le pidió a Pepe que se adelantara para explorar, como medida de precaución. Después se agachó y observó las montañas que se alzaban alrededor de ellos. Tenía la sensación de que se encontraran en un pozo, sin más que un círculo de cielo por encima de sus cabezas. Sin duda la situación no era tan mala, pero eso era lo que él sentía. No veía la hora de poder abandonar ese saliente de la montaña.

Sakura también observaba las montañas en silencio. Shaoran se le acercó, con cuidado de no aproximarse demasiado al borde del sendero.

-¿Qué pasa? -le preguntó tras sentarse a su lado.

Ella había arrancado una hoja de un arbusto y la rompía con aire distraído. En lugar de mirarlo, mantuvo la vista clavada en las montañas

-Mi padre murió a raíz de una caída -contestó por fin-. Nos dijeron que fue en una montaña. Debe de haber sido en estas montañas, en algún lugar del sendero que estamos recorriendo. Tal vez haya sido en este mismo saliente. Dios sabe que es peligrosísimo.

Shaoran quería consolarla, mantenerla abrazada hasta que su dolor cesara, pero no podía hacer nada. Esa necesidad era nueva para él; hasta entonces nunca había querido cuidar a nadie. Le resultaba bastante sorprendente.

-No podemos saber con seguridad si ha sido así -contestó-. Te aconsejo que no te des cuerda. Trata de no pensar en el asunto.

-No es algo que pueda evitar, como si cerrara una canilla. Yo quería a mi padre, ¿sabes?

-Sí, lo sé. -El amor que le tenía al padre debía ser muy fuerte para que estuviera dispuesta a dedicar tanto tiempo y energía a devolverle su buen nombre, y exponerse a tantos peligros para lograrlo. A la mayoría de la gente ni siquiera se le habría ocurrido contemplar la posibilidad de llevar a cabo una expedición tan peligrosa, tan rigurosa, pero ella lo estaba haciendo por el bien de un muerto. Sintió una aguda punzada al comprender que cuando Sakura quería, quería para siempre.

-Oiga, Li. -Era Tôya, que se les acercaba. -¿Qué necesidad tenemos de seguir cargando con todos los efectos personales y las provisiones de Martín? Es demasiado peso en la parihuela para el camino que estamos transitando.

-Es posible que los necesitemos -explicó Shaoran con paciencia-. No sabemos lo que nos espera más adelante. Podría suceder cualquier cosa.

-Pero por lo menos podríamos dejar atrás la carpa de Martín. ¿Para qué queremos una carpa de repuesto?

-Por si le llegara a suceder algo a una de las otras.

-Pero hasta ahora no tuvimos carpas de repuesto. Cada uno llevaba la suya y nada más.

-Las carpas no son tan pesadas -contestó Shaoran, perdiendo la paciencia-. ¿De qué se está quejando?

-Y sin Martín tampoco nos hace falta transportar tanta comida, ¿no es cierto?

Shaoran y Sakura se quedaron mirándolo con incredulidad; por fin Shaoran meneó la cabeza ante la imbecilidad de ese hombre.

-Nunca hay que dejar comida. Jamás.

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