CAPITULO 20

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Los días que les quedaban juntos ya estaban contados: alrededor de una semana.

Sakura recordó que Shaoran había dicho que el regreso a Manaos sería más rápido que el camino de ida, porque en lugar de viajar en contra de la corriente lo harían a favor. Quería aprovechar cada instante que le quedara junto a él. Todo cambiaría en cuanto llegaran a Manaos. Ella haría lo que tenía que hacer y luego regresaría a los Estados Unidos.

Ahora que estaban de nuevo en la lancha todo era mucho más fácil, tanto que, durante los días siguientes, Sakura casi tuvo la sensación de estar de vacaciones.

El baño, que antes le parecía tan inadecuado, ahora era un verdadero lujo. Cocinar sobre la hornilla de alcohol era una delicia. Aun las limitadas variedades de comida resultaban satisfactorias, ya que podían tomarse todo el tiempo necesario para comerlas. Cada uno de ellos contaba con una muda de ropa que habían dejado a bordo como precaución, y Sakura tenía también allí sus objetos personales. Contaban con lo elemental, pero era una buena vida.

Empezaron a pasar junto a casuchas hechas de cartón y de lata, edificadas sobre pilotes a la orilla del río, señales de "civilización". Por el momento esas chozas no eran muchas, pero a medida que remontaran el río su número aumentaría y se alinearían a lo largo de la orilla. Aquéllas eran casas individuales, pero pronto se encontrarían con grupos de casuchas conectadas con el mundo exterior tan sólo mediante los comerciantes que recorrían el río en lancha.

Dos chicos salieron corriendo de una choza aislada y saludaron con frenesí. Tal vez creyeran que Shaoran y Sakura vendían algo, o quizá sólo los entusiasmaba ver la embarcación. Sakura les contestó el saludo. En su vida, esos niños no tenían muchas cosas excitantes.

-¿Se te presentan muy a menudo estos trabajos de guía? -preguntó Sakura, imaginando lo que sería una vida vivida en forma casi permanente en la jungla y el río.

-Con tanta frecuencia como yo quiera. Por lo general me gusta tomarme un poco de tiempo libre entre un trabajo y otro, y la extensión de ese tiempo depende de la duración del trabajo que haya hecho. Cuando sólo se trata de una semana con algunos turistas que quieren experimentar lo que es el "verdadero" Amazonas, un fin de semana de descanso me basta. Pero por lo general los trabajos son más largos. El anterior a éste duró dos meses. Planeaba tomarme un mes entero de descanso antes de comprometerme para otro trabajo.

-¿Y por qué no lo hiciste?

-Por curiosidad. Sabía que Reed no debía de andar en nada bueno y quería saber exactamente qué se proponía. Y además me pagó bien.

Sakura se apoyó contra uno de los palos que sostenían el techo de la embarcación, con expresión pensativa.

-¿Qué sucedió esa última mañana en la Ciudad de Piedra? ¿Por qué te disparó Reed? ¿Qué fue lo que hizo que Dutra empezara a matar gente?

Shaoran se sintió incómodo.

-Supongo que deben de haberlo tenido planeado, que el disparo de Reed debe de haber sido la señal para Dutra.

-¿Pero qué inició el asunto? No encontramos ningún tesoro. No había motivo para que sucediera eso.

Shaoran debió saber que cuando ella tuviera tiempo de pensarlo su mente ágil empezaría a unir las piezas del rompecabezas y notaría los detalles inexplicables.

-Me desperté temprano y salí del campamento. Reed debe de haber creído que me proponía algo, porque me siguió. Le cayó muy mal que el diamante no estuviera en el templo y que tampoco encontráramos oro.

-Cuando yo salí gateando de la carpa, Dutra no trató de dispararme. Simplemente me miró y sonrió.

-Posiblemente te reservara para el final -gruñó Shaoran, enfureciéndose de sólo pensarlo-. Literalmente.

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