CAPITULO 8

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Por primera vez desde el principio del viaje, llovió de noche. A Shaoran no lo tomó de sorpresa, porque las tormentas nocturnas eran habituales. Los que no eran habituales a esa hora eran los temporales, gracias a lo cual podían dormir sobre cubierta.

En cuanto percibió la primera ráfaga de viento frío, Shaoran saltó de la hamaca y despertó a Sakura.

-Va a llover -anunció-. Protégete debajo del techo.

Los hombres desenrollaron las telas impermeables y las aseguraron, después encendieron una lámpara para ahuyentar la oscuridad. Adormilados, se acomodaron lo mejor posible sobre los cajones de provisiones; Jorge y Vicente se quedaron dormidos casi enseguida, roncando sin preocuparse por las inclemencias del tiempo. Floriano bostezó, se quedó adormilado, despertó sobresaltado por un trueno y luego volvió a conciliar el sueño.

La lluvia comenzó a repiquetear sobre el techo de metal. Sakura se acurrucó para tratar de conservar el calor corporal. Se le clavaba algo duro en un costado, y le impedía dormir. Se sentó para mover algunas cajas y prepararse un lugar más cómodo.

-Así -dijo Shaoran, acercándosele y recostándola contra sí. Calzó la cabeza de ella debajo de uno de sus brazos. -¿Así estás mejor?

-Mmmm. -El calor del cuerpo de Shaoran era maravilloso, como si se hubiera envuelto con una frazada. Sakura cerró los ojos y comenzó a dormirse.

-¿Qué te parece? -susurró Shaoran, y su tono de satisfacción vanidosa la hizo abrir los ojos-. Sabía que tarde o temprano dormirías conmigo.

Sin pronunciar una palabra, ella se alejó y sacó un par de camisas de su mochila. Enrolló una para usarla corno almohada; con la otra se cubrió los brazos desnudos. Antes de dormirse pensó con tristeza que era una pena que Shaoran no se hubiera callado la boca, porque era mucho más cálido que esa camisa delgada.

Shaoran la observó tenderse de espaldas a él y deseó haber tenido el sentido común de quedarse callado. En ese caso ella estaría durmiendo en sus brazos. Tal vez él no hubiera podido dormir, pero habría disfrutado enormemente de esa vigilia. Y ahora estaba despierto, pero no había nada que disfrutar.

Pepe apagó la lámpara. Seguía lloviendo y la oscuridad sólo cedía ante los relámpagos que iluminaban el cielo a medida que la tormenta se iba alejando. Minutos después Shaoran notó que los truenos volvían a ser fuertes, como si se acercara otra tormenta, pero el aire de la noche era tranquilo.

-Pepe -dijo en voz baja.

-¿Qué? -contestó el indio.

-Despierta a los demás.

Pepe se movió en silencio por la oscuridad, zamarreando a los brasileños. Shaoran despertó a Sakura y acercó la boca a su oreja para hablarle.

-Tenemos una compañía inesperada. Tiéndete en el piso y quédate allí.

-¿Contrabandistas? -preguntó ella.

-Tal vez.

Después de asegurarse de que ella se encontraba en una posición segura, Shaoran buscó a tientas su escopeta. En la oscuridad que lo rodeaba pudo escuchar los leves "clicks" que hacían los demás al encontrar sus armas y prepararlas. No se animó a utilizar la radio para alertar a los de la otra lancha; el ruido podía costarles la ventaja de la sorpresa. Pero tenía la esperanza de que Eulogio, el tucano que piloteaba la segunda lancha, hubiera oído los motores y despertado a los demás.

Tal vez la embarcación que se acercaba no fuera de contrabandistas. Hasta podía tratarse de personas totalmente inocentes a quienes la noche hubiera sorprendido en el río y que andaban en busca de un lugar seguro donde fondear hasta el amanecer. Eso último a Shaoran no le parecía probable, pero por si acaso les susurró a los otros que no dispararan hasta estar seguros, pero que se mantuvieran atentos.

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