CAPITULO 4

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Esa noche, Sakura se retiró temprano a su dormitorio del hotel, y dejó a Tôya y a Reed bebiendo en la sala de estar. La tensión le había puesto los nervios de punta; no confiaba en Reed ni en ese hombre al que habían contratado como guía, pero no tenía más remedio que aceptarlo puesto que Reed financiaba la expedición. Cada vez era mayor su tentación de cancelar todo el asunto, aunque en el fondo de su ser, ya que habían llegado tan lejos, realmente quería continuar. Si partieran de una vez ya sería tarde para pensar en cancelar el viaje y se podría olvidar de esa posibilidad y concentrar su atención en el trabajo que se había propuesto: encontrar la Ciudad de Piedra.

El solo hecho de estar sola le resultaba un alivio y cuando metió la llave en la cerradura de la puerta de su cuarto sintió que los músculos de su rostro se relajaban; ya no tenía que ocultar sus reacciones, cuidar cada palabra y cada gesto.

Prendió la luz y se volvió para echar llave a la puerta y colocar la cadena de seguridad.

-No se moleste con eso -dijo una voz de hombre-. A menos que quiera que me quede toda la noche.

Pegó un salto, se volvió y automáticamente se echó atrás para golpear al intruso con la cartera, pero en ese momento supo de quién se trataba: ¡Shaoran Li!. Era extraño que le hubiera reconocido la voz cuando sólo lo había visto una vez. Pero la reconoció de inmediato.

Shaoran se levantó de la silla donde estaba sentado, del otro lado del cuarto, y se le acercó sonriente.

-¡Hola, cariño! Puedes lastimar gravemente a alguien con esa cosa ¿Sabias?

La voz profunda contenía cierta calidez y un dejo de burla. Sakura miró los ojos ambarinos de Shaoran y en su interior rugió una enorme furia. En forma instintiva bamboleó la cartera y le golpeó la cara con ella. Li trastabilló hacia un costado y fue a dar contra la pared, con expresión de sorpresa.

-Eso es por haberme asustado -dijo ella, retrocediendo para volver a atacarlo-. ¿Qué hace aquí? -Bang, otro carterazo. -¿Quién lo autorizó a entrar en mi cuarto? -Bang.

Shaoran alzó un brazo para protegerse la cabeza y el segundo carterazo lo golpeó en las costillas. Lanzó un quejido, recuperó el equilibrio y se volvió hacia ella, pero no con suficiente rapidez para evitar el tercer golpe, que le dio en pleno pecho y le arrancó un gruñido. Veloz como una víbora, extendió la mano y le quitó a Sakura la cartera al tiempo que la impulsaba hacia adelante. La aferró contra su cuerpo; sostuvo la cartera en una mano, y con el otro brazo le rodeó la cintura como un zuncho de acero.

-¡Dios mío! -exclamó con incredulidad-. Estoy seguro de que usted debe de ser cinturón negro en la técnica de ataque con cartera. Pensar que yo, como un idiota, me preocupaba por cuidarla, cuando parece que el que necesita protección soy yo.

A Sakura el comentario no le resultó divertido. Apoyó ambas manos contra el pecho de Shaoran y empujó con fuerza. Él ni se movió. Era un muro de músculos duro como una roca.

-¡Suélteme! -gruñó Sakura.

En lugar de obedecer, Shaoran lanzó una risita y su aliento cálido le desordenó el pelo de la sien.

-¡Bueno, bueno! -dijo.

-¡Nada de "bueno, bueno" conmigo!

-¿Entonces qué quiere que le haga?

Sakura respiró hondo y contuvo la furia. Pocas veces perdía la paciencia, pero eso no quería decir que no tuviera carácter. Habló con especial claridad.

-Si no me suelta inmediatamente, lo morderé, y fuerte.

Shaoran la soltó y le sonrió, sin inmutarse.

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