CAPITULO 22

294 22 0
                                    

Capítulo 22... PENULTIMO

Sakura se estremeció en el aire frío y húmedo.

Shaoran bajó de su hamaca. Empezó a desabrocharse la camisa, con la intención de cubrirla.

Un leve ruido, o tal vez fuera el instinto, lo hizo levantar la mirada en el momento en que la maciza figura surgía de las sombras de la galería, con el machete en alto. Sakura se encontraba entre Shaoran y Dutra.

Shaoran lanzó un grito, un sonido primario de miedo y de furia, y la arrancó con violencia de la hamaca mientras retrocedía en busca de la pistola.

Consiguió apoderarse del arma, pero perdió el equilibrio y cayó de costado, sobre su propia hamaca.

Ignorando a Sakura, Dutra saltó sobre la hamaca, que se mecía con violencia, y sobre el cuerpo tendido de la muchacha; sonriendo con salvaje alegría dejó caer el machete con fuerza sobre Shaoran.

Éste rodó hacia un costado y la hoja del machete cortó la hamaca en dos y lo derribó al piso. Mientras caía, Shaoran pegó un salvaje puntapié que fue a dar contra las rodillas de Dutra; lo hizo trastabillar pero no logró tirarlo al piso.

La caída magulló el hombro de Shaoran y lo obligó a soltarla pistola. Volvió a apoderarse de ella, a sabiendas de que había perdido segundos preciosos. Dutra se recuperó y volvió al ataque, blandiendo en alto el machete.

Shaoran apoyó una rodilla en el piso. A su lado, Sakura se ponía dificultosamente de pie.

-¡Corre! -gritó él mientras le pegaba un empujón.

Después ya no tuvo tiempo para más.

Dutra blandió el machete y Shaoran se arrojó contra él, clavando un hombro contra el estómago de Dutra mientras aferraba con la mano izquierda la derecha del maleante, para impedirle que pudiera volver a utilizar el machete. Ante el impacto, Dutra lanzó un gruñido explosivo, pero tenía la fuerza de un toro. Su olor era fuerte y nauseabundo. Shaoran trató de apuntarle con la pistola, pero Dutra vio el arma y aferró la mano de Shaoran para apartarla.

Estaban trabados en un combate mortal. El ganador sería el que pudiera liberar primero la mano en que empuñaba el arma.

Dutra era un experto luchador de callejones. Sabía que no debía rodar hacia atrás, arrojando a Shaoran por sobre su cabeza, porque a menos que al mismo tiempo consiguiera arrancarle la pistola de las manos, eso le daría a su contrincante el tiempo suficiente para utilizarla.

Empujó a Shaoran contra uno de los postes de madera que sostenían el techo de la galería. El borde agudo y sin cepillar se le clavó a Shaoran en la espalda. Dutra adelantaba con fuerza la cabeza, tratando de golpear a su contrincante en la cara. Shaoran echó atrás la cabeza, se afirmó contra el poste y lo utilizó para conservar el equilibrio mientras enlazaba un pie alrededor del tobillo de Dutra y tiraba. Dutra no lo soltó y ambos cayeron rodando en la lluvia.

Sakura había conseguido ponerse de pie.

Ver a Dutra, oír que el hombre a quien amaba gritaba "¡Corre!" y atraía hacia sí el peligro para protegerla a ella, le había resultado tan espantoso que permaneció algunos instantes como petrificada, con la mirada clavada en los dos hombres que rodaban en el barro y bajo la lluvia, sólo iluminados por los relámpagos. Los truenos resonaban con fuerza.

A sus espaldas se encendió una luz que iluminó apenas la galería.

El ruido había despertado a la señora.

El interruptor que encendió la luz también desató algo en el interior de Sakura, como si ambas cosas estuvieran conectadas.

La llenó de furia que eso pudiera volver a suceder, una furia tan incandescente que le produjo una fuerza interior desmesurada que exigía que la dejara en libertad. No tuvo conciencia de haber hecho un solo sonido, pero de su garganta escapó un chillido bajo e inhumano. Lo único que alcanzaba a ver era a Dutra; esa cabeza pequeña y horrible llenaba su visión y borraba todo lo demás.

SALVAJEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora