CAPITULO 9'2

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-Bueno, está bien -murmuró-. Pero si haces un solo movimiento indebido, me vengaré de alguna manera. -Se sentó con una mueca de dolor, retiró la cinta aisladora y abrió el cierre.

-¿Quiere decir que has traído la cartera? -preguntó Shaoran, mientras se arrastraba dentro de la carpa. Llevaba una lámpara y una botella de linimento. Con una ceja levantada estudió el trozo de cinta aisladora y sonrió.

-Da resultado -explicó ella.

-Ya lo creo. Bueno, tiéndete boca abajo. Sakura obedeció, pero muy tensa.

-Te aseguro que estoy bien.

-No tiene sentido que sufras si puedo ayudarte a aliviar los dolores. A propósito, me gusta tu modelo.

Hacía años que Sakura no se ruborizaba, pero de repente sintió que se ponía colorada. Estaba más cubierta que si se hallara en traje de baño, pero el hecho de que fuese ropa interior confería a ese momento una especial intimidad. Y por supuesto, Shaoran tenía que mencionarlo. Era incapaz de contener un comentario sugestivo. Sakura apretó la cara contra la gomapluma, mientras pensaba que, de haber podido moverse con rapidez, por principio habría tratado de pegarle.

Cuando él abrió la botella, el olor fuerte del linimento le hizo arder las fosas nasales. Shaoran vertió una cantidad abundante en la palma de la mano y comenzó a masajearle las piernas. Empezó por los tobillos y fue trabajando hacia arriba, masajeando los músculos agarrotados. Sakura lanzó un murmullo de placer cuando le friccionó las pantorrillas, pero contuvo el aliento y lanzó una exclamación de dolor cuando Shaoran llegó a los muslos.

-Tranquila -murmuró él-. Trata de relajarte para que pueda quitarte el dolor.

La masajeaba con lentitud y suavidad. Pese a que ella estaba llena de desconfianza, esperando que esas manos se aventuraran a lugares indebidos, comprobó que no era así, y al rato el placer del masaje le resultó tan grande que dejó de resistirse. Poco a poco las manos de Shaoran fueron borrando toda su tensión. Se oyó lanzar pequeñas exclamaciones, aunque trataba de contenerlas porque sonaban lujuriosas.

-Ahora ponte de espaldas -ordenó Shaoran, y ella obedeció.

Le masajeó la parte delantera de los muslos, aliviando su dolor.

-Sabía que estarías en forma -comentó Shaoran-. Tienes buenas piernas, fuertes. Pero empezaba a creer que tu hermano y su amigo no lo lograrían. Se arrastraron a sus carpas en cuanto tú te fuiste. Ni siquiera se habrían sacado las botas si no los hubiera obligado.

-Es que no tienen ninguna experiencia en esto -comentó ella, adormilada.

-Eso es poco decir. Bueno, boca abajo de nuevo, para que pueda trabajarte la espalda. Sácate la camiseta.

Sakura estaba adormilada, pero no tanto. Abrió los ojos y lo miró, furiosa.

-No te puedo masajear con el linimento si no te la sacas -señaló Shaoran-. Mira: esta noche no voy a hacer nada incorrecto. Me gusta que mis mujeres estén un poco más despiertas de lo que estás tú en este momento. Te duelen los hombros y la espalda y si no los masajeo esta noche, mañana estarán peor. Y lo sabes, así que no me discutas.

Sakura no confiaba en él, pero hasta el momento se había comportado bien y el masaje le resultaba celestial. Después de dirigirle una mirada de advertencia, volvió a acostarse boca abajo y luego se sacó la camiseta.

Lo oyó lanzar una risita, pero Shaoran se abstuvo de hacer comentarios. Vertió un poco de linimento sobre la espalda de Sakura y luego se colocó a horcajadas sobre su trasero. Ella cerró los ojos, furiosa consigo misma. Debió haberlo sospechado.

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