Tal vez sería más sensato que ellos esperaran allí, en la lancha. Quizá Reed y Dutra los estuvieran observando pero sin animarse a atacarlos por temor a los Yanomami. Porque si uno solo de los indios escapaba de una emboscada, se encontrarían en problemas puesto que ellos no podían siquiera compararse a los indígenas en cuanto a conocimiento de la selva.
Los botes ocultos y las provisiones se hallaban intactos, cosa que tranquilizó bastante a Shaoran.
Si Reed se hubiera apoderado de la otra lancha, no cabía duda de que también se habría llevado los alimentos.
Cargaron en la embarcación parte de las provisiones y uno de los botes inflables. Tal vez Reed y Dutra se apoderaran del resto, pero por otra parte a lo mejor las necesitaban Pepe y los demás cuando llegaran hasta allí. Era algo imposible de saber. Por fin se despidieron de los hombres de la tribu y Shaoran puso en marcha el motor, sacó con lentitud la lancha del abra y la llevó al centro del río. Sakura siguió haciendo gestos de despedida con la mano hasta que los Yanomami se perdieron de vista.
Dutra se acostó entre las enormes raíces que se alzaban varios centímetros por sobre su cabeza, casi sin animarse a respirar por miedo de que los indios lo oyeran. Si no hubiera perdido la pistola las cosas habrían sido muy distintas, pensó con maldad. Pero la pistola desapareció dos días antes, cuando lo sorprendió un deslizamiento de tierra que lo arrojó a una hondonada. Y ahora tenía que ocultarse entre los arbustos para impedir que esos indios cretinos se enteraran de su presencia. Era mucho más fuerte que ellos, pero ahora que estaba desarmado, esas flechas envenenadas les conferían una enorme superioridad.
Se esforzó hasta lo indecible, decidido a llegar a las lanchas antes que ellos, y lo logró. Pero como estaba desarmado no tenía sentido que tratara de tenderle una emboscada a Li, y en ese lugar no tenía posibilidades de conseguir otra arma. Sin embargo tomó la precaución de apoderarse de una de las lanchas, que ocultó en otra abra, después esperó que se presentaran Li y la mujer. Hasta había empezado a cargar algunas provisiones, pero se dio cuenta a tiempo de que eso denunciaría su presencia y alertaría a Li.
Y ahora lo único que tenía que hacer era seguirlos río abajo, hasta que pudiera obtener un arma. Una vez que llegaran a aguas más transitadas, podría saltar a la embarcación de algún comerciante de río donde robaría un revólver. Para entonces Li se sentiría muy seguro y no vigilaría tanto los alrededores. Un par de tiros bien disparados, y el diamante sería suyo.
A pesar de haber perdido la pistola, Dutra estaba satisfecho con el curso de los acontecimientos.
Desde que Reed le dijo que Li había encontrado el diamante, no podía pensar en otra cosa. Si se apoderaba de ese brillante podría usar ropa elegante, como la gente de la televisión. Se compraría un enorme auto norteamericano para pasear por Manaos, y todo el mundo le temería. Nunca más tendría que ocultarse río arriba cuando lo buscara la policía.
Una vez a bordo de la lancha, lo primero que hizo Sakura fue armar una hamaca a la sombra del techo y tenderse en ella.
Shaoran la miró, aliviado de que volvieran a estar a solas. Le alegraba que se hubieran encontrado con los Yanomami, pero al mismo tiempo tenía la sensación de que su intimidad había sido invadida. Le gustaba saber que él y Sakura se hallaban solos.
-El capitán espera que la tripulación se esfuerce más -comentó.
-Mañana la tripulación hará un esfuerzo -contestó ella, cerrando los ojos.
-¿Tienes algo para tomar? ¿Qué puedo hacer para que te sientas mejor?
Entonces ella abrió los ojos y lo miró, sonriente. Fue una sonrisa de verdad, no ese gesto angelical que a él le provocaba estremecimientos.
-No te preocupes, estoy bien. No me siento mal, sólo cansada. Si llegas a necesitarme, despiértame. Y te prometo que mañana estaré mejor.
En ese sector del río Shaoran no podía apartarse del timón. De haber podido hacerlo la habría tomado en sus brazos, para acunarla hasta que se durmiera. Siempre sentía esa extraña necesidad de mimarla como si se tratara de un bebé, y eso resultaba ridículo, pues Sakura era una de las personas más capaces que había conocido.
-Que duermas bien, mi amor.
-Gracias, es lo que haré.
Algunos minutos después volvió a mirarla y notó su respiración pareja, prueba evidente de que estaba dormida. Sonrió. Aun cuando se mostraba diabólica y avinagrada, se divertía más con ella de lo que se había divertido en su vida entera. Ya encontraría la manera de retenerla en Manaos.

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SALVAJE
Fiksi Penggemar» La arqueóloga Sakura Kinomoto se ve envuelta en una misión un tanto aterradora: rodeada por un cazatesoros, un asesino a sueldo, un hermano que la odia y un guía que la vuelve -Literalmente- loca. Todo sea por su padre. Adaptacion de L Howard. Es...