CAPITULO 10

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Durante el tercer día la marcha empezó a ser más difícil, porque la llanura daba paso a terreno montañoso. Sakura se adelantó para colocarse inmediatamente detrás de Shaoran y miró hacia adelante con ansiedad.

-¿Y ahora qué buscas? -preguntó él.

Sabía lo que Sakura debía de estar buscando: peligro. Podía haber peligro delante o los podía estar esperando en cualquier lugar. Podía llegar en forma de flecha porque las tribus indígenas aisladas se irritaban cuando alguien osaba entrar en su territorio, o podía ser tan simple como un enjambre de abejas venenosas. Su trabajo consistía en observar cada detalle, en estar preparado para todo. Ese día había percibido el fuerte olor a huangana e hizo un amplio rodeo para no toparse con esos animales malhumorados y peligrosos. El rodeo puso nerviosa a Sakura, aunque él le aseguró que habían vuelto a tomar el curso original.

-Estoy buscando una montaña de cima chata -contestó ella.

-¿Y se supone que debe estar cerca?

-No lo sé. De todas maneras no importa, porque no tendremos que llegar hasta allí. Es simplemente una manera de conocer nuestra posición. Se supone que debería resultar visible a un día de marcha, contando desde el momento en que el terreno empieza a ascender.

-¡Diablos! -exclamó él con tono sarcástico-. No sabía que las instrucciones fueran tan precisas.

Sakura entrecerró los ojos y clavó la mirada en la ancha espalda de Shaoran, mientras pensaba que tenía ganas de golpearlo con una piedra, aunque lo más probable sería que la piedra rebotara contra esa superficie dura.

El día anterior, Shaoran decidió que le molestaban las mangas de la camisa, porque le impedían usar el machete con comodidad, de modo que se las arrancó. Tenía los brazos exquisitamente musculosos.

-Supongo -continuó diciendo Shaoran-, que si en un día de marcha no alcanzas a ver esa montaña de cima chata, empezaremos a caminar hacia adelante y hacia atrás hasta que la encuentres.

"Tal vez convenga que le tire la piedra a la cabeza", pensó Sakura. Por supuesto que era probable que la cabeza fuese la parte más dura del cuerpo de Shaoran, pero si la piedra era lo bastante grande quizá lograra llamar su atención.

-¡Qué buena idea! -dijo en voz alta y con particular suavidad-. Ahora no me preocuparé tanto si no la encontramos de primera intención.

Shaoran sabía que ese tono de dulzura indicaba que ella estaba pensando en hacerle o decirle algo desagradable, y la miró por sobre el hombro. La expresión de Sakura no era nada dulce. Tenía todo el aspecto de estar pensando en descuartizarlo, y solazándose por anticipado. ¡Maldición! Jamás había conocido una mujer como ella. Era fuerte, segura de sí y equilibrada, cualidades que nunca le habían resultado atractivas; hasta entonces él siempre buscaba en las mujeres, sentido del humor, falta de inhibiciones y pechos grandes. Sakura decididamente carecía de las dos últimas cualidades, aunque poseía un sentido del humor sutil que lo mantenía constantemente en guardia. Shaoran no conseguía intimidarla ni avergonzarla ni seducirla. Empezaba a preguntarse si habría algo que pudiera conseguir con ella.

Durante más de quince días nunca permitió que se alejara a más de tres metros de distancia y sólo la perdía de vista cuando ella se retiraba para hacer sus necesidades o cuando se encerraba en la carpa por la noche. Hasta cuando se alejaba para ir al baño, él se mantenía vigilante, y sobre todo no perdía de vista a Dutra. Un contacto tan estrecho con cualquier otra mujer ya lo hubiera vuelto loco de aburrimiento; Sakura lo estaba volviendo loco, sin duda, pero no de aburrimiento.

La verdad era que le alarmaba no estar junto a ella por la noche para poder vigilarla mejor. ¿Y si Dutra intentara meterse en la carpa? Por supuesto que Reed debía de haberle advertido a ese cretino que le convenía portarse bien durante el viaje de ida, pero eso no significaba que Shaoran confiara en él. Sakura trababa el cierre de la carpa y tenía su pistola, pero ¿y si Dutra cortaba el nailon y entraba? ¿Sakura lo oiría y despertaría a tiempo para defenderse? Esa mujer le había demostrado que era muy capaz, en realidad siempre se encontraba un paso adelantada a él, y eso resultaba agraviante.

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