CAPITULO 21

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-¿Por qué no me lo dijiste? -preguntó Sakura-. Me parece sensato que lo hayas ocultado de todos los demás, ¿pero por qué no me lo dijiste a mí?

Con rapidez, Shaoran puso el motor en punto muerto y sujetó el timón del bote.

Sakura seguía inmóvil, con el diamante en la falda. A pesar de su forma tosca, era una belleza. El tamaño de esa piedra todavía sorprendía a Shaoran, y sin duda Sakura estaba igualmente impresionada, pues no podía dejar de mirarlo.

Shaoran se movió con rapidez, tomó la pistola, el cargador completo y se puso el arma en el cinturón y el cargador en el bolsillo. Después le sacó el diamante de las manos a Sakura y lo volvió a guardar en la mochila.

Todavía sin hablar, volvió con la mochila a su puesto junto al timón y se sentó.

Sakura no era ninguna tonta. Miró a Shaoran, miró la mochila y entrecerró los ojos.

-¿Qué está pasando aquí? -preguntó.

-Ya sabes lo que está pasando. Encontré el diamante -contestó él directamente.

-Esa mañana, Reed te vio con el diamante, ¿verdad? Por eso empezó a disparar.

-Sí.

Shaoran apretó el acelerador y la velocidad del bote aumentó. El ruido imposibilitaba la conversación.

Sakura iba sentada en la proa y durante un rato contempló el río en silencio. Shaoran empezó a abrigar la esperanza de que olvidara el tema, pero de repente ella se le acercó y se sentó a su lado donde el ruido del motor no les impidiera conversar.

-Tuve que dejar atrás los rollos fotográficos y todas mis anotaciones -dijo-. No poseo ninguna prueba de la existencia de la Ciudad de Piedra o de los Anzar. Ese diamante es el medio de convencer a la gente de que los Anzar realmente existieron. Con él podré atraer su atención, obligarlos a escucharme. Lo menos que harán será organizar otra expedición, y papá será vindicado. Y tal vez yo pueda recuperar el cuerpo de Tôya.

-Yo te llevaré de vuelta -dijo Shaoran con impaciencia-. No te hace falta el diamante para demostrar nada.

Ella se limitó a mirarlo, con una expresión de firmeza en los ojos verdes.

-Y supongo que financiarás el viaje.

-Sí. -Señaló la mochila con la cabeza. -Me pagarán mucho dinero por esa cosa.

-No, gracias-contestó ella-. No estoy dispuesta a aceptar esa clase de dinero.

Shaoran hervía de furia.

-¿Qué quieres decir con "esa clase de dinero"?. No es dinero manchado de sangre. El diamante en sí no es una prueba de nada, salvo que Brasil tiene algunos diamantes muy grandes. Yo puedo usarlo para financiar una expedición de regreso a la Ciudad de Piedra y a pesar de todo quedarme con una importante ganancia. Tú quieres usarlo para convencer a una serie de imbéciles de que monten una expedición, y al mismo tiempo para limpiar el nombre de tu padre. Tal vez yo sea un estúpido, pero no sé qué diferencia hay entre una cosa y la otra, ¡salvo que mi idea es mucho más inteligente!

-Ese diamante le pertenece al pueblo de Brasil- afirmó ella-, lo mismo que las pirámides pertenecen a los egipcios. ¿O te parece que está bien que los ladrones de tumbas hayan despojado las cámaras mortuorias de las pirámides? ¿Te parece bien que se destruya la historia?

-En esto hay una leve diferencia, mi amor. El diamante es la parte menos importante de la Ciudad de Piedra. El templo, esas malditas y pavorosas estatuas, la ciudad en sí, y hasta la maldita cuenca geológica en que está ubicada... eso es lo importante, lo que se seguirá estudiando durante los próximos cien años. El diamante no tiene importancia.

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