-¿Cómo conseguiste esa mochila y todas esas provisiones? -preguntó Sakura, confusa, mientras señalaba la carpa que Shaoran estaba armando.
-La carpa y la mochila son las de Martín-contestó Shaoran-. Poco después de llegar a la Ciudad de Piedra, conseguí sacar estas cosas y las dejé cerca de la salida del túnel. Me pareció una precaución interesante ¡y vaya si lo fue! Si no hubiera sucedido nada, no las habríamos necesitado. Las dejé cerca de la salida del túnel, porque si llegaba a suceder algo no quería que el peso de una mochila me obligara a perder velocidad.
A Sakura la pequeña carpa le pareció celestial, un lugar seguro donde podría tenderse y relajarse por primera vez en ese día. Le causaba pánico tener que dormir a la intemperie y cuando comprendió que Shaoran llevaba una carpa fue tan grande su alivio que se sintió mareada.
-¿Tienes hambre?-preguntó él-. No quiero arriesgarme a encender fuego, pero aquí hay alimentos que no necesitan cocción.
-No, en este momento no tengo nada de hambre. -La bola de arroz y la ansiedad habían acabado con su apetito. Lo que tenía era sed, pero en cuanto se detuvieron habían bebido agua en abundancia.
Ella sostuvo la linterna mientras él terminaba de armar la carpa. Shaoran había encontrado una especie de foso en la jungla que les proporcionaría cierta protección, y para disimular más la carpa, la cubrió de ramas y lianas.
-Después de ti -dijo, indicando la entrada y, agradecida, Sakura entró. Shaoran la siguió, cerró la entrada y dejó afuera la selva.
-Instálate, mi amor. No podemos darnos el lujo de mantener la linterna encendida un minuto más de lo necesario.
Con cansancio, Sakura se sacó las botas y las medias y se tendió sobre la delgada capa de gomapluma, arrimándose a un rincón para dejarle el mayor lugar posible a Shaoran. El colocó la mochila en el extremo opuesto de la carpa, puso la pistola al alcance de su mano y luego también se sacó las botas y las medias. Apagó la linterna y quedaron sumidos en la oscuridad, una oscuridad tan completa que era casi sólida. Shaoran se acostó a su lado, con su cuerpo grande y reconfortante.
Ahora que estaba relajada, todas las cosas en las que Sakura se negó a pensar durante el día la asaltaron en oleadas.
Tôya había muerto.
-Me dijo que huyera -murmuró-. Yo no era ciega a los defectos de Tôya. Nunca fuimos muy unidos; creo que la mayor parte del tiempo me odió. Pero cuando vio a Dutra con la pistola en la mano y comprendió lo que sucedía, sus últimas palabras fueron para pedirme que huyera.
-Cuando lo salvaste de caer en el precipicio lo hiciste pensar-contestó Shaoran en voz baja-. Después de eso nunca volvió a ser el cretino que era antes.
-No -contestó Sakura, recordando la breve conversación que habían mantenido-. Es cierto. -Tras un instante de silencio, agregó: -Una vez, cuando yo era chiquita, me robó una muñeca. La rompió, la hizo pedazos. Un día cuando yo andaba metiendo la nariz en su cuarto, la descubrí. No sé por qué, pero nunca dije nada.
-¿Le tenías miedo?
-No. Sólo me parecía... no sé, no lo consideraba parte de la familia. Yo estaba muy cerca de papá, y ahora sé que eso era lo que Tôya también quería, pero papá y yo éramos iguales en temperamento y compartíamos intereses que el pobre Tôya no tenía. Entonces nunca pudo acercarse a nuestro padre. Sólo a veces lograba que le prestara atención. Con razón me odiaba.
-No hubiera hecho ninguna diferencia si tú no hubieras nacido-aseguró Shaoran-. La gente es lo que es. Tôya no hubiera valido nada en ninguna circunstancia.
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SALVAJE
Fanfiction» La arqueóloga Sakura Kinomoto se ve envuelta en una misión un tanto aterradora: rodeada por un cazatesoros, un asesino a sueldo, un hermano que la odia y un guía que la vuelve -Literalmente- loca. Todo sea por su padre. Adaptacion de L Howard. Es...