Ese día la tormenta fue breve y a la media hora reanudaron la marcha. La humedad era tan irritante que durante esa parte el día ni siquiera conversaban y el hecho de caminar por terreno desparejo aumentaba el esfuerzo.
Sakura no se dio cuenta de cuánto habían trepado hasta que de repente la vegetación se tornó menos densa y el sol la atravesó, enceguecedor. Se encontraban al borde de una hondonada, por la que corría un arroyo resplandeciente y poco profundo. Por sobre ellos se alzaban las montañas, silenciosas y primitivas, inalteradas desde su creación, millones de años antes. Y frente a ella, más pequeña que las demás, se alzaba una montaña de cima chata y ancha. Una montaña más bien insignificante y pacífica.
-Allí está, Shaoran -indicó Sakura.
Él se detuvo y miró, y sus ojos automáticamente se detuvieron en las montañas más altas y desparejas. Luego su vista cayó sobre la más pequeña y chata.
-Está bien -dijo-. Avanzaremos un poco más y acamparemos para pasar la noche mientras tú trazas las coordenadas de la jornada siguiente. A menos que me falle el oído, un poco más adelante debe de haber una pequeña cascada. Si Pepe nos da el visto bueno, esta noche podremos bañarnos.
Había una cascada, no demasiado grande ni con demasiada fuerza. Sólo era una caída de agua de tres metros de altura por entre las piedras y hacia el arroyo que corría al encuentro del río Negro y luego del Amazonas.
Pepe y Eulogio dictaminaron que el agua era pura. El único que no mostró entusiasmo ante la perspectiva de un baño fue Dutra, pero siguió a los demás. Sakura permaneció en el campamento, esperando su turno, y Shaoran se quedó con ella.
-Si se te ha ocurrido la idea de bañarte conmigo, desde ya puedes sacártela de la cabeza -advirtió ella.
-¿Quieres desnudarte y bañarte sin que nadie te custodie?-preguntó él con toda tranquilidad-. Montaré guardia mientras te bañas y tú podrás hacer lo mismo por mí. Hubiera ido con los demás, pero no me gustaba la idea de dejarte sola. Por supuesto que si no te molesta que Dutra te mire mientras te bañas...
-Me has convencido. -No le gustaba el plan de Shaoran, pero comprendía que era necesario.
No se trataba tanto de una cuestión de modestia sino de intimidad; no le resultaría cómodo estar desnuda delante de Shaoran, y para el caso tampoco le parecía seguro, pero la alternativa era seguir sucia y ya no toleraba la falta de higiene. Se quedaría de espaldas a él y terminaría el asunto con la mayor rapidez posible. Shaoran tomaba con mucha seriedad ese asunto de cuidarla, y no se arriesgaría a abandonar ese papel para intentar seducirla. Mientras esperaban el regreso de los otros, Sakura envolvió un jabón, champú y una muda limpia de ropa en una toalla, y Shaoran hizo lo mismo.
-¿Piensas dejar aquí tu mochila? Con toda seguridad Reed la revisará.
Sakura le dirigió una mirada pensativa y enseguida sacó la pistola de la mochila y la envolvió en la toalla.
-¿Y el mapa?
-No lo podrá leer -afirmó ella, sonriendo-. ¿Quieres verlo?
-Sería un tonto si te dijera que no.
Ella sacó su anotador y desplegó una gruesa hoja de papel sobre la que había algunos toscos dibujos, pero nada que señalara una ubicación. Las instrucciones eran el galimatías más grande que había visto en su vida.
-¿Y tú puedes leer esto? -preguntó, pensativo.
-No. Pero lo sé descifrar.
Shaoran lanzó una risita.
-¿Dónde estamos ahora?
Sakura señaló una frase más o menos a mitad de la página.
-Exactamente aquí.
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SALVAJE
Fanfiction» La arqueóloga Sakura Kinomoto se ve envuelta en una misión un tanto aterradora: rodeada por un cazatesoros, un asesino a sueldo, un hermano que la odia y un guía que la vuelve -Literalmente- loca. Todo sea por su padre. Adaptacion de L Howard. Es...