Reed iluminó el piso con la linterna y estudió las pisadas dejadas por Shaoran en su primer viaje. Se acercó al sepulcro y miró detrás.
-¡Cuidado con las víboras! -advirtió Shaoran con tono indiferente.
Reed se introdujo detrás de la tumba y pasó el dedo por el nicho, para estudiarlo desde más cerca.
-No hay duda de que había una piedra -aseveró Sakura, ya bastante recuperada como para poder permanecer parada sobre sus propias piernas y sin tener que apoyarse en Shaoran. Como si no quisiera permitir que se alejara, él mantuvo una mano sobre su espalda. -Pero no hay manera de saber cuánto tiempo hace que falta ni quien se la llevó. Ya que no se ha tocado nada más, creo que lo más probable es que se la hayan llevado los mismos Anzar cuando se retiraron.
-Bueno, ¿pero si este maldito sepulcro era tan importante para ellos, por qué no se lo llevaron también? -preguntó Reed. Estaba de un terrible mal humor y le costaba contenerse.
Sakura miró el sepulcro. Debía de tener por lo menos unos dos metros y medio de largo.
-Es difícil calcular lo que pesa, y de todos modos resultaría imposible sacarlo por el túnel. Por lo que he visto, diría que los Anzar no fueron muriendo; creo que abandonaron este lugar, y se llevaron sus bienes personales y sus tesoros. Lo único que dejaron atrás, aparte de unas cuantas ollas, fue este sepulcro.
-¿De qué sirve una tumba de piedra? -aulló Reed, furioso al ver que se derrumbaban sus sueños de riquezas-. ¿Y estas malditas estatuas?
-Usted sabía que este viaje era una aventura y un riesgo-le recordó Shaoran con frialdad-. En la selva nada es seguro.
Reed parecía a punto de explotar; le palpitaba un músculo en la mandíbula y tenía los puños cerrados. Lo enfermaba pensar en el dinero que había gastado, en el dinero que debía... y en la gente a quien se lo debía, Miró el sepulcro. -Tal vez haya algo adentro -sugirió.
Sakura se sobresaltó visiblemente ante la idea de abrir el sepulcro.
-No es probable-se obligó a decir-. No hemos podido encontrar nada de valor que hayan dejado. Ni oro ni plata, nada.
El tenue control de Reed volvió a desaparecer.
-¡Maldita sea, tiene que haber algo!
-Mire a su alrededor -dijo Sakura con voz aguda-. ¿Ve algún objeto recubierto de plata? No hay nada. Y si hubo un tesoro, lo llevaron consigo. Ya no está aquí. Tal vez los Anzar fueron absorbidos por la cultura de los incas; tal vez haya sido eso lo que enriqueció a los incas. Pero sea lo que fuere, ahora aquí ya no queda nada.
Reed parecía atontado, enfermo.
-Tiene que haber algo -murmuró. Sakura indicó el lugar con un movimiento de la mano.
-Yo no veo nada.
Reed se volvió y caminó apresuradamente hacia la entrada. Dutra lo siguió, pero los demás permanecieron dentro del templo, admirados por lo que acababan de encontrar.
-¿No deberías estar tomando fotografías? -preguntó Shaoran, sonriente.
Sorprendida de haberlo olvidado, Sakura tomó la cámara, pero le temblaban tanto las manos que le resultaba imposible mantenerla quieta.
-No puedo-dijo por fin, mirando a Shaoran-. Estoy temblando como una hoja. ¿Tomarías tú las fotografías mientras yo hago mis anotaciones?
Shaoran tomó la cámara mientras ella le explicaba cómo funcionaba. Era una cámara para "idiotas' completamente automática, tan sencilla que cualquiera debía ser capaz de operarla... suponiendo que el idiota pudiera mantenerla quieta, cosa que en ese momento a Sakura le resultaba imposible. Lo único que Shaoran tenía que hacer era enfocar y apretar el obturador. El flash y el foco automático se harían cargo de todo lo demás.
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SALVAJE
Fiksi Penggemar» La arqueóloga Sakura Kinomoto se ve envuelta en una misión un tanto aterradora: rodeada por un cazatesoros, un asesino a sueldo, un hermano que la odia y un guía que la vuelve -Literalmente- loca. Todo sea por su padre. Adaptacion de L Howard. Es...