CAPITULO 17'2

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Su cuerpo estaba relajado, sedado y hasta rejuvenecido; se sentía capaz de enfrentar al mundo entero y ganar. Se sentía violentamente posesivo y protector, todo al mismo tiempo. Ahora ella le pertenecía y jamás permitiría que se alejara de él.

No regresaron al río por el mismo camino de la ida. Entonces se veían obligados a seguir las instrucciones del mapa, pero ahora no sólo resultaría peligroso tomar el mismo camino, sino que podían seguir una ruta más directa y por lo tanto más rápida. Shaoran calculaba que así acortaría por lo menos un día de marcha, quizá más. Tenían que llegar a las embarcaciones antes de que Reed les cortara el paso.

No cabía la menor duda de que los perseguían; Sakura había sido testigo de dos asesinatos, y Reed sabía que él tenía el diamante. Sí, los estaban siguiendo. La única duda era a qué distancia se encontrarían sus perseguidores.

Usó el machete lo menos posible, para no dejar rastros tan claros. Un indio no tendría dificultad en seguirles el rastro, pero Reed y Dutra no eran tan hábiles. En realidad Reed era cualquier cosa menos hábil. Pero no tenía sentido ayudarlos tirando abajo cada arbusto que se interpusiera en su camino.

Vadearon varios arroyos, pero eran demasiado playos y estaban cubiertos de pasto, de manera que no servían para bañarse. Se levantó la infaltable tormenta de truenos , pero justamente ese día pasó por encima de ellos, sin lluvia. Shaoran notó la expresión obcecada de Sakura que indicaba que no estaba dispuesta a cambiar de idea, aunque él no tuviera la culpa de que no lloviera.

-Será mejor que nos bañemos a última hora de la tarde -señaló Shaoran-. Ninguno de los dos tiene ropa para cambiarse. Así podríamos lavar la ropa que tenemos puesta y por la mañana la encontraremos seca.

-Hablas como si yo no hubiera hecho más que molestarte durante todo el camino -dijo Sakura.

-Es lo que has hecho. En silencio.

Ella le dirigió una larga mirada.

-Cuando decida molestarte, te puedo asegurar que no lo haré en silencio.

Por fin encontraron un arroyuelo, no era gran cosa, por cierto que no podía ni compararse con la cascada o con los lagos en donde se habían bañado en el camino de ida. Pero era agua, aunque tuviera menos de treinta centímetros de profundidad, y eso sólo porque por allí corría el agua de las tormentas que se desataban al noroeste de donde se encontraban. Encontró un lugar claro y rocoso y ambos se desnudaron y entraron a bañarse. Shaoran colocó con cuidado la pistola sobre una piedra, donde no se mojaría pero la tendría al alcance de la mano.

Una de las cosas que no había reservado, porque no la consideraba esencial, era jabón. No tenían más que el agua tibia y clara para bañarse. Pero bastaba. Sakura se acostó para que el agua le corriera por el pelo mientras se refregaba el cuero cabelludo con los dedos. Shaoran la observaba con ojos intensos, porque por primera vez la tenía completamente desnuda ante su vista.

A pesar de la mirada divertida de Shaoran, Sakura también lavó su ropa interior.

-Sonríes como un idiota -dijo Sakura, salió del arroyo y se agachó para estrujarse el pelo. Después empezó a secarse el cuerpo con las manos.

Shaoran se alisó el pelo mojado y también salió del arroyo.

Sakura lo observó mientras se vestía, y de repente se dio cuenta de que él estaba disfrutando de cada instante de esos días. Era un aventurero de los pies a la cabeza: cínico, ladino y sorprendentemente capaz.

Ella tenía plena conciencia de lo peligrosa que sería en ese mo mento la situación de ambos si Shaoran no hubiera tomado la precaución de reunir algunos alimentos y ocultar la mochila fuera del túnel. La carpa misma era una salvación, porque mientras dormían los protegía de víboras, insectos y varias otras criaturas. Y la comida significaba que no tenían necesidad de cazar para alimentarse, con lo cual ahorraban balas que quizá necesitaran para defenderse. Pensándolo bien, desde el principio, Shaoran siempre estuvo preparado para todos los peligros que corrieron.

Después de vestirse con rapidez, durante el resto del día cubrieron la mayor distancia posible. Pero cuando por fin acamparon, Shaoran permitió que ella encendiera un pequeño fuego y comieron pescado enlatado con arroz.

-¿Sabes de qué me muero de ganas? -preguntó ella, echándose atrás con un suspiro.

-De estar conmigo.

-Buen intento, pero equivocado.

-Entonces no se trata de algo animal.

-No. Vegetal. Bueno, quizá con algún detalle animal.

-¿Tallarines con albóndigas?

-Estuviste bastante cerca. No, pizza cargada de jamón y con mucha muzzarela.

Shaoran metió la mano en la mochila y le arrojó una lata de fruta.

-Come esto en cambio.

-Gracias, lo haré. Cuando lleguemos a Manaos... Bueno, tal vez no encuentre pizza en Manaos, pero cuando regrese a los Estados Unidos voy a pedir la pizza más grande que exista.

Shaoran no hizo ningún comentario, pero de repente su rostro adquirió una expresión peligrosa. Comió la fruta de su lata en silencio.

Sakura se preguntó qué lo habría puesto de un mal humor tan evidente, pero decidió no hacer preguntas. En lugar de hablar se dedicó a las frutas y saboreó cada bocado.

Shaoran la observaba con los ojos entrecerrados, sentía que se iba poniendo cada vez más tenso mientras ella lamía la cuchara con obvio placer y con el aire solemne e indiferente de un gato.

¡Maldición!

¿Cómo podía hablar con tanta indiferencia acerca de regresar a los Estados Unidos?

No porque él estuviera dispuesto a dejarla ir, pero le enfurecía que ella considerara la posibilidad de partir.

¿Hacer el amor como lo hicieron la noche anterior le había resultado algo tan habitual que no significaba nada para ella?

El tenía una enorme experiencia, pero lo de la noche anterior había sido algo distinto. Sakura también debió de haberlo notado.

Ella se puso de pie, bostezando. Ésa era una de las consecuencias de caminar todo el día por la jungla: uno no tenía ganas de quedarse levantado después de la puesta del sol. Por supuesto que Shaoran la había mantenido despierta casi toda la noche anterior, y ése era un factor que había que tener en cuenta.

-Creo que voy a acostarme. ¿Tú te quedarás levantado?

El rostro de Shaoran seguía sombrío cuando se puso de pie y la abrazó con fuerza.

Las circunstancias los obligaban a marchar durante todo el día y él trataba de no tocarla, a pesar de la necesidad que le quemaba las entrañas. Tal vez fuera por eso que ella no había recibido el mensaje de que ahora le pertenecía.

El contacto del cuerpo delgado de Sakura entre sus brazos le produjo un alivio casi doloroso, como si de repente acabara de llenar un vacío cuya existencia desconocía. Inclinó la cabeza hacia ella y tuvo una sensación de triunfo salvaje cuando Sakura se puso en puntas de pie, se apretó contra él, le rodeó el cuello con los brazos y le ofreció la boca. Shaoran percibió la excitación que le recorría el cuerpo.

-No, supongo que no -murmuró ella.

Shaoran ni siquiera recordaba su frase anterior.

-¿Que no qué?

-Que no te quedarás levantado.

Él lanzó una carcajada.

-¿Qué crees?

Sakura se apoyó contra él, debilitada por la expectativa.

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