CAPITULO 16

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A la mañana siguiente, antes del amanecer, Shaoran se alejó en silencio del campamento mientras los demás dormían. A menos que estuviera muy equivocado, Reed no vería ningún motivo para que siguieran allí, ya que obviamente no había ningún tesoro para robar. Le pareció prudente tener el diamante en su poder mientras aún tuviera oportunidad de ir en su busca.

En el campamento, Reed, que había dormido profundamente toda la noche, salió de la carpa justo a tiempo para ver que Shaoran se alejaba. Frunció el entrecejo; ¿en qué andaba ese hijo de puta? Tomó su pistola, se arrastró al exterior y se acercó a la carpa de Dutra, tratando de hacer el menor ruido posible.

-¡Dutra! -siseó.

Los ronquidos del interior de la carpa cesaron un instante, pero enseguida se reanudaron.

-¡Dutra! -volvió a llamar Reed-. ¡Despierte, maldita sea!

Los sonidos se detuvieron y Reed alcanzó a oír que Dutra se sentaba.

-¿Qué pasa? -preguntó sin salir de la carpa.

-Li acaba de salir silenciosamente del campamento. Voy a seguirlo. Si llega a oír tiros, ya sabe lo que tiene que hacer.

-Sí -contestó Dutra.

Sin molestarse en darle más explicaciones, Reed fue tras Li.

Trataba de no perder de vista el haz de luz de la linterna, que apenas alcanzaba a ver porque Li ya se encontraba bastante lejos del campamento. No confiaba en ese hombre, y durante toda la noche había estado pensando que él había ido al templo antes de que ninguno de los demás se enterara siquiera de su existencia. Si el diamante estaba allí, ¿lo habría dejado o se habría apoderado de él? Reed sabía lo que él mismo hubiera hecho en idénticas circunstancias. ¿Entonces por qué suponer que Li actuaría de distinto modo? Li nunca le había impresionado como un hombre respetuoso de la ley.

Cuando Reed se alejó, Dutra salió de la carpa y guardó silencio con la pistola en mano y una sonrisa cruel en el rostro.

En la carpa más cercana a la suya, Tôya gruñó en sueños y se volvió a dormir.

Tanto Pepe como Eulogio despertaron al oír los susurros de Reed. Permanecieron en silencio, tendidos donde estaban, en la oscuridad.

Sakura despertó de repente, con una repentina sensación de alarma. Prestó atención.

No alcanzaba a oír nada cerca de la carpa, pero oía... algo.

Una respiración.

¿Algún animal salvaje habría conseguido llegar hasta allí por el túnel? No es probable, pensó. En el túnel reinaba la más completa oscuridad, y ningún animal salvaje se introducía en un lugar donde no podía ver nada. Buscó la linterna, pensando en la posibilidad de abrir la carpa e iluminar con ella los alrededores.

Los demás dormían pacíficamente...

Shaoran se arrodilló y empezó a apartar la tierra para desenterrar el pañuelo que contenía el diamante, que sacó con cuidado de su escondrijo. Retiró el pañuelo y lo sacudió para que no se viera tan sucio dentro del bolsillo de su camisa; después volvió a envolver con él el diamante.

-Sospeché que andaba en algo- dijo a sus espaldas Reed con tono maligno.

-¡Mierda! -exclamó Shaoran, y automáticamente se tiró al suelo, dejando caer la linterna para no soltar el diamante.

Reed le disparó pero, en la oscuridad, erró.

En el campamento, el tiro despertó a todos y empezaron a salir de sus respectivas carpas. Pepe y Eulogio rompieron la tela trasera de sus carpas y salieron por allí, fuera de la vista de todos. Vicente fue el primero en salir hacia adelante y Dutra, sonriente, le disparó un tiro a la cabeza.

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