CAPITULO 1

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Sakura Kinomoto entró furiosa en su departamento. Ese departamento tenía menos de dos años de antigüedad, y por lo general cada vez que entraba en él la embargaba una sensación de placer por haber logrado una meta, porque no sólo era un hermoso departamento, sino que además era suyo. Pero ese día no era un día como los demás, y ni siquiera notó el interior fresco y tranquilizante. Colocó la bolsa de lona sobre la mesa de entrada, cruzó el living y se dirigió directamente hacia el balcón. Su enojo era tan grande que tenía la sensación de que necesitaba estar al aire libre para permitir que se expandiera.

Permaneció rígida e inmóvil en el calor primaveral de Los Ángeles, con las manos apoyadas sobre la balaustrada de ladrillos. Desde allí tenía una excelente vista de la ciudad que por lo general disfrutaba, pero en ese momento estaba tan furiosa que ni la veía. ¡Malditos cretinos de mente cerrada!

Había pagado su derecho de piso, se había ganado el derecho de poder trabajar en la excavación arqueológica de Ouosalla en África del Este; era el descubrimiento arqueológico más importante que se había producido en décadas, y literalmente se le hacía agua la boca ante la posibilidad de participar en esos trabajos. Jamás había deseado nada tanto como deseaba en ese momento participar en la excavación de ese antiguo pueblo que acababa de ser descubierto en la costa africana del Mar Rojo. La excavación estaba patrocinada por la Fundación Arqueológica Clow, justamente la fundación para la que ella trabajaba, y se sintió virtualmente mareada de excitación cuando se postuló para participar en el equipo que trabajaría en la excavación.

¿Por qué no iba a esperar que la eligieran? Su trabajo era excelente, lo mismo que sus informes; sus ensayos habían sido impresos en varias publicaciones importantes. Tenía un doctorado en arqueología y había participado en varias excavaciones menores realizadas en África; por lo tanto su experiencia debía resultar de considerable valor para una empresa tan importante como la de Ouosalla. Para esa excavación sólo se elegirían los mejores, pero Sakura sabía que ella era una de las mejores. Tenía experiencia, era dedicada, trabajadora y poseía ese sentido común tan especial que permite que los arqueólogos armen el rompecabezas de la manera de vivir de los antiguos en base a los fragmen tos que han dejado tras de sí. No existía motivo para que no la eligieran.

Pero no la eligieron, porque para los imbéciles que dirigían la fundación había un excelente motivo para no incluirla: su apellido era Kinomoto.

El director de la cátedra de arqueología de la Universidad se lo planteó directamente: la hija de Fujitaka Kinomoto, conocido como "El Loco", no aumentaría el prestigio de ningún equipo arqueológico. Su propio trabajo y su confiabilidad pasaban a segundo plano, oscurecidos por la fama de divulgar teorías absurdas que tenía su padre.

Era como darse con la cabeza contra la pared, y eso la enfurecía. Su padre siempre afirmaba que era más decidida que tres personas juntas, pero en ese caso la frustraba la falta de opciones. No quería abandonar la arqueología, le gustaba demasiado. Pero los niveles superiores de la carrera le estaba cerrados por ser quien era. Las excavaciones arqueológicas costaban mucho dinero, y no abundaban los patrocinadores; por ese motivo la competencia por los fondos disponibles era realmente asesina. Por lo tanto ningún equipo famoso podía darse el lujo de enviarla a una excavación impor tante puesto que su sola presencia pondría en tela de juicio la validez de los hallazgos y el equipo perdería el apoyo del auspiciante.

Ni siquiera ganaría nada cambiándose el apellido: el mundo de la arqueología era pequeño y la conocía demasiada gente. Los fondos siempre les eran acorda dos a los famosos que recibirían buena publicidad, y nadie se arriesgaría a tener mala prensa por haberla incluido a ella en el equipo. Por eso había participado en innumerables excavaciones de poca envergadura, pero todas las importantes le estaban vedadas.

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