Yo le tomé mucho cariño a Dailan Kifki. Por eso, una noche, al oírlo llorar muy despacito, se me partió el alma.
¿Por qué lloraría el pobre Dailan Kifki a medianoche,en el jardín?
Como el llanto era cada vez más lacrimógeno, tuve miedo de que mi familia y los vecinos se despertaran o que el llanto se oyera otra vez desde el correo y volvieran a despegarse las estampillas. De modo que me levanté, y así, en camisón, me puse mi sombrero de tul con banderitas y salí al jardín.
Dailan Kifki estaba llorando como cuatro elefantes juntos que hubieran pelado cebollas durante cuatro años enteros.
Yo: -¿Qué te pasa, querido?- le pregunté dulcemente.
Dailan Kifki: -¡Buuuuu!- Me contestó.
Yo: -¿Que hay? ¿Extrañas a tu mamá? ¿Te picó un mosquito? ¿Soñaste que te corría un ratón?-
Dailan Kifki: -No- me dijo meneando la cabeza de izquierda a derecha y de izquierda a derecha.
Y me tomó la mano con la trompa y me la puso sobre su barriguita.
Entonces me di cuenta de todo. Al pobre le dolía, sin duda empachado por los 45 baldes de arroz con leche con canela que había comido ese día.
Imagínense que calamidad.
Si a ustedes, que tienen una pancita chica, cuando les duele, les duele, imagínense cómo dolería una panzota de elefante, que es tan grande.
Le di unos masajes pero parece que no lo aliviaron, de modo que decidí llamar al veterinario.
Medio dormida como estaba busqué el número en la guía y llamé, pero sin duda el veterinario dormía y me atendió algunos de sus pacientes, porque cuando pregunté:
Yo: -¿Hablo con el veterinario?- Una voz malhumorada me contestó "¡Guau!"
Volví a llamar, y otra vez una vos igualmente malhumorada me contestó: "¡Miau!" De modo que no insistí, y en mi desesperación solo atiné a llamar a los bomberos.
Apenas había colgado el teléfono cuando apareció un precioso Bombero todo vestido de rojo, con un casco dorado con penacho, una manguera a lunares y un hacha brillante como la Luna.
Bombero: -¿Dónde está el incendio, dónde, la llamita que se esconde que la llamo y no responde?- Me preguntó el Bombero.
Yo: -Mire señor Bombero- le contesté -Incendio en realidad, en este momento no puedo ofrecerle ninguno, pero...-
Bombero: -Pero, pero, ¿Para qué llamo al Bombero si no hay fuego en el ropero ni se le quemó el puchero?- Me dijo.
Yo: -Déjeme que le explique señor Bombero, lo que sucede es que a Dailan Kifki le duele la pancita...-
Bombero: -¿Y que entiende de pancitas un Bombero, señorita?-
Yo: -Los bomberos entienden de todo... Además... el veterinario dormía, me contestaron cosas horribles como guau y miau cuando lo llamé, comprendame señor Bombero...-
Bombero: -Bueno, bueno, señorita, voy a ver esa pancita- Contestó el Bombero resignado.
Lo llevé al jardín sin encender el farol para que no viera, así, de golpe y porrazo, que el enfermo era un elefante.
El jardín estaba muy oscuro, de modo que cuando el Bombero oyó un extraño vozarrón que decía "¡Buuuuuh!" se asustó de tal manera que se me prendió del cuello y tuve que hacerlo upa, mientras el, temblando, gritaba: "¡Mamá!"
Qué papelón.
Yo: -Pero que vergüenza- le dije -Un Bombero con miedo-
Entonces recobró su sangre fría, salto al suelo, se arregló la chaqueta, se lustró los botones con la maga y, empuñando el hacha y la manguera, se dirigió hacia Dailan Kifki.
Bombero: -¿Pero esto qué es?- Gritó -¿Es la Luna del revés, es un monstruo japonés, es quizás una montaña o una gran pipiritaña?-
Entonces yo encendí el farol.
El Bombero, al ver que el enfermo era un elefante, se cayó sentado encima de su manguera a lunares.
Levanté al Bombero con gran trabajo y, ya impaciente, lo reté.
Yo: -¡Sí, señor, un elefante! ¿Qué tiene de escalofriante?-
Bombero: -Bueno bueno, no se enoje ni me pegue ni me moje- Dijo el Bombero.
Y se puso a revisar a Dailan Kifki que cada vez lloraba mejor.
Y después de revisarlo el Bombero dijo:
Bombero: -Para el dolor de barriga de elefante, la cataplasma de lechuga y aserrín es muy calmante-
Entonces fuimos a la cocina y trajimos unas cuantas plantas de lechuga, pero el aserrín es más difícil de encontrar.
Yo pensé ir a despertar al carpintero de la esquina, pero el Bombero dijo:
Bombero: -No. Despertar a un carpintero es hazaña peligrosa, nos puede tirar con sueños de viruta venenosa-
De modo que entramos despacito en la casa, para no despertar a mi familia, y sacamos todos los muebles al jardín.
Empuñamos un serrucho y los dos serruchamos sillas, mesas aparadores y estanterías, hasta obtener cantidad de aserrín suficiente como para una buena cataplasma de elefante.
Cuando conseguimos llenar unos cuantos baldes, el Bombero preparó el emplasto de lechuga y aserrín, lo extendió bien sobre una sábana y lo puso sobre la pancita de Dailan Kifki.
Y nos sentamos a esperar que mejorara, mientras yo le cebaba mate al pobre Bombero que estaba muerto de sueño y de cansancio.
Apenas habíamos tomado unos 742 mates cada uno, y ya empezaba a amanecer, cuando por fin Dailan Kifki dejó de lloriquear, suspiró, sonrió y dijo: "Uuuh", muy aliviado.
Yo y el Bombero: -¿Estás mejor nene?- le preguntamos.
Y Dailan Kifki nos contestó que si moviendo la cabezota de abajo para arriba y de abajo para arriba.
Lo tapamos bien, le cantamos a dúo un arrorró para elefante, y por fin Dailan Kifki se durmió muy contento.
Yo le di las gracias y un besito al Bombero que se fue trotando con su chaqueta roja, su casco dorado un poco ladeado, su manguera a lunares y su hacha brillante como la Luna.
Y yo me fui a dormir, feliz por haber curado la terrible enfermedad de mi elefante pimpante barriga picante.
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Dailan Kifki
RandomDailan Kifki apareció un buen día y cambió la vida de toda la familia. Porque, aunque te parezca mentira, no es fácil criar a un elefante, sobre todo si se queda dormido arriba de una plantita que crece hasta las nubes.