Capítulo 27

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Caminábamos en silencio, cuando de pronto el señor enanito se detuvo en seco y golpeó el suelo con el taco, así:

Toc, toc, toc.

"¿Que hara?" Pensé yo.

Y al rato se oyó desde el suelo una voz finita, que decía:

-Buenas tardes, señor enanito Carozo de mi corazón-

Yo no podía distinguí de dónde venía la voz, aunque me parecía que andaba cerca de mi zapatilla, pero como ya estaba oscureciendo no distinguía bien lo que pasaba en el suelo.

-Buenas tardes, señora Titina- Contestó el enanito.

Y entonces, agachandome mucho, vi que la que hablaba era una hormiga que estaba asomada a la puerta de su hormiguero, a punto de barrer el umbral con una escoba muy pero muy chiquita.

Una hormiga Titina muy seria y bien vestida, con anteojos y delantal.

-¿Que se le ofrece?- Le preguntó la hormiga Titina.

-Supisiche- Le explicó el señor Carozo.

-Ipi- Contestó Titina.

-Dígame, señora hormiga, ¿Por casualidad no ha visto por aquí a un elefante?-

-¿Un ele-que?-

-Un elefante- Aclaré yo impaciente.

-¿Y eso que es?- Preguntó la hormiga muy curiosa.

Y entonces traté de explicarle:

-Un elefante es un animalote enorme con cuatro patotas y una trompa y dos colmillos y una colita...-

-¿Usa sombrero?- Me interrumpió Titina.

-No, usa dos orejotas nada más- Le expliqué.

-Entonces no lo vi. Me contestó Titina secamente.

-Bueno, perdone la molestia y gracias igual- Le dijo el señor Carozo, y despues de hacerle una gran reverencia volvió a ponerse en marcha y nosotros lo seguimos, siempre de la manito, sintiendo clavada en nuestros talones la mirada curiosa de Titina.

Ya era casi de noche y teníamos un poco de miedo. Seguimos andando un buen rato cuando de pronto ¡Zápate! el señor Carozo se detuvo bruscamente. Y por suerte el Bombero y yo conseguimos mantener el equilibrio, porque si no, nos caemos de cabeza en un charco.

El señor enanito llamó chapaleando el agua con la punta del zapatón, así:

Plaf, plaf, plaf.

Y al ratito oímos una voz que contestaba:

-Ja ja-

-Buenas tardes, señor Rana- Dijo el señorcito.

Y la Rana le contestó:

-Ja ja-

-La molestamos para preguntarle si por casualidad no ha visto pasar por aquí a un elefante-

Y la Rana contestó:

-Ja ja-

Convencidos de que la pobre Rana se había vuelto loca de tanto chapotear en el charco, no le preguntamos más y luego de saludarla con el zapato, seguimos de viaje.

-Queda otra persona más para informarnos- Dijo el señor Carozo.

-Pero a esta hora todo el mundo debe estar durmiendo, o casi- Le comenté.

-No señor- Me contestó -Hay alguien que está despierto toda la noche, canta que te canta, y a ese alguien le vamos a preguntar por Dailan Kifki. Supisiche- Añadió, cosa que me tranquilizó bastante.

Llegamos por fin a la casa de este personaje, que era el famoso Grillo Canuto. Estaba cantando una zamba que acababa de componer y que tenía por título: "Cri cri críquiti cri cri críquiti crí".

No podíamos interrumpirlo en lo mejor del concierto, de modo que tuvimos que esperar un buen rato, porque la zamba era muy larga.

Cuando termino, saludó, y los tres aplaudimos muy fuerte, cosa que al Grillo le encantó, como se podrán imaginar. Porque, no se porque sera, nadie aplaude a los grillos cuando terminan de cantar. ¿O será porque nunca terminan?

Bueno, resulta que cuando el señor enanito abrió la boca para preguntarle por Dailan Kifki, ahí nomás el Grillo se puso a cantar de nuevo, esta vez también por título: "Críquiticri cri cri réquetecri cri"

Tuvimos que escucharle atentamente la chacarera, que duraba como una hora y media.

Varias veces tuve que despertar al Bombero de un codazo, porque se quedaba dormido sobre mi hombro, y sus ronquidos tapaban la voz del Grillo Canuto. Yo no me dormí, a pesar de que el canto me daba bastante sueñito. No me dormí; preocupada por Dailan Kifki, porque el tiempo pasaba y seguíamos sin encontrarlo.

Por fin el Grillo terminó su chacarera, saludó, y entonces, sin perder tiempo, el señor Carozo le preguntó si no había visto pasar un elefante.

-Si, claro que lo vi- Contestó el Grillo Canuto -Y además me peleé con él, le di tantas trompadas, que bueno bueno- Cosa que me hizo pensar que el Grillo era bastante mentiroso.

-¿Porqué se peleó?- Le pregunté muerta de curiosidad.

-¡Porque casi me pisa!- Contestó Canuto -¡Pero yo le di como mil trompadas!-

-¿Y quien gano?- Le pregunté, nada mas que para ver hasta donde seguía mintiendo.

-Yo, por supuesto- Me contestó el Grillo.

-Lo felicito- Le dije, por no llevarle la contra -¿Y ahora no sabe dónde estará ese elefante?-

-Debe de estas en el hospital- Me contestó el mentiroso -En todo caso pregúntele a la Mariposa Lolita, porque se fue con ella-

-Bueno, buenas noches, señor Canuto, y gracias por el concierto- Le dijimos y nos pusimos en marcha otra vez, en busca de esa Mariposa Lolita que, por lo visto, se había hecho amiga de Dailan Kifki.

Anduvimos a los tropezones, muertos de sueño, hasta llegar a un lugar que, según el señor Carozo, era la casa de las mariposas. Nosotros no veíamos nada más que un poco de aire azul entre los árboles, pero él sostenía que era la casa de las mariposas. El señor Carozo se puso a chasquear los dedos y a llamarlas a una por una por su nombre, pero las mariposas no aparecieron.

-¿Dónde se habrán metido?- Preguntaba el señor Carozo -Hay como 3.453, y no ha quedado ni una sola para cuidar la casa-

Y de pronto escuchamos, un poquito más lejos, un murmullo que parecía el viento cuando se pone a afinar entre las hojas, pero escuchando con más atención distinguimos claramente que eran risitas, carcajaditas y sonrisitas de mariposas. Sí, de mariposas y de nadie más. Porque ni los gatos ni las jirafas ni las chicharras se ríen así.

Corrimos los tres de la mano hacia el lugar de donde venían las voces y allí, en una esquina del bosque de Gulubú, iluminada especialmente por una estrella que se había descolgado del cielo, ¿Que creen que vimos?

Imagínense.


Dailan KifkiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora