Capítulo 10

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Tal como les decía, tomamos todos el subterráneo y nos fuimos a mi casa.

Se imaginan la sorpresa de mi familia cuando me vieron aparecer tantas horas después y acompañada por tantos personajes importantes.

Mi tía Clodomira les dio la mano a todos y al rato volvió a darles la mano a todos, repitiendo encantada:

Tía Clodomira: -Muchogustomuchogustomuchogusto-

Mi hermano Roberto dijo:

Roberto: -Estamos fritos-

Papá los invitó a sentarse en el aire y corrió a la cocina a cebar mate para las visitas.

Mi mamá me llevó a un rincón para hablarme en secreto:

Mamá: -Nena- Me dijo -Tenemos que dar una fiesta, ya que trajiste a personas tan jacarandosas-

Yo: -Pero mamá- Le contesté -¿Cómo vamos a dar una fiesta si estamos todos tan tristes?-

Mamá: -¿Tristes porqué?- Preguntó mi mamá que está siempre en la Luna

Yo: -¿Cómo que porqué? ¿No ves que no hemos podido encontrar a Dailan Kifki ni al Bombero? ¿No ves que no hay rastros de ellos ni por el espacio ni por las nubes ni por la Luna ni por las estrellas? ¿No ves que en cuanto amanezca tenemos que volver a salir todos de expedición?-

Mamá: -No importa, ya aparecerán- Me contestó mi mamá -Ya aparecera el Bombero y podrás casarte con él, pero mientras tanto vamos a dar una fiestita-

Y me llevó a la cocina a preparar bocadillos.

En mi casa no había comestibles suficientes para tanta gente, de modo que tuvimos que utilizar un poco de aserrín que había sobrado de la cataplasma de Dailan Kifki y cortar algunas hojitas de helecho y malvón para comer con pan.

Servimos los bocadillos, mientras mi Tía Clodomira encendía las luces y ponía en marcha en tocadiscos.

Era necesario que los invitados bailaran y se distrajeran para disimular la falta de muebles.

En fin, comimos bocadillos de malvón, tomamos mate, naranjín y agua fresca y bailamos toda la noche.

Debo decir que, como la noche era larga, en un momento dado se acabó la yerba y el naranjín, de modo que mi mamá me mandó a preparar un poco de agua de la canilla con acuarela. Realmente parecía naranjada, aunque el gusto no era muy rico que digamos.

En lo mejor del baile la vi a mi Tía Clodomira charlando en un rincón muy entusiasmada con el Comisario, de modo que no me entraña que mañana o pasado se pusieran de novios.

La fiesta estuvo muy animada, con gran escándalo de los vecinos, que se aparecieron todos en camisón, gorro de dormir y vela en la mano diciendo a coro:

Vecinos: -¡Shhhhhhh!

Pero cuando se enteraron de que, en realidad, no era una fiesta sino un alto en medio de una peligrosa expedición de rescate de Dailan Kifki decidieron quedarse y luego acompañarnos.

¡Como si fuéramos pocos!

Ya estaba amaneciendo cuando el Comisario se paró en medio de la sala, abrió los brazos terminados en guantes blancos y sopló estruendosamente su silbato.

Todos supusimos que, simplemente, quería dirigir el baile para que no nos empujáramos.

Pero no.

Comisario: -¡Alto!- Gritó -Ya es hora de que nos aprontemos para viajar a Ituzaingó y hacer los trámites correspondientes ante el Sindicato de Remontadores de Barriletes-

Mamá: -Vamos todos- Dijo mamá.

Yo: -Pero no, mamá- Protesté -Ya somos demasiados-

Mamá: -De ninguna manera- Contestó mi mamá -Vamos todos o ninguno-

Papá: -Si, si, vamos- Dijo mi papá.

Y mi hermano Roberto añadió:

Roberto: -Estamos fritos-

La que más insintió en pegarse a la comitiva fue mi Tía Clodomira, que se prendió bien fuerte del brazo del Comisario.

En fin, vi que no había manera de disuadirlos porque son todos muy cabezas duras.

Mi mamá acomodó en una canasta las migas que habían sobrado de los bocadillos de aserrín y malvón, y se puso el sombrero.

Mi papá se puso las botas de goma y el ponchito.

Mi hermano Roberto se puso su estrella de sheriff.

Y salimos todos de la mano a tomar el ómnibus para Ituzaingó.

Teníamos mucho sueño y estábamos cansadisimos de tanto bailar, de modo que parecíamos borrachos, les aseguro.

En el ómnibus nos quedamos todos dormidos. ¡No se imaginan como roncaba el Intendente, y cómo se le ladeó el sombrero a mi Tía Clodomira!

El conductor tuvo que despertarnos gritando:

Conductor: -¡Plaza Onceeeeeeeeeee!-

El Chiquitisecretario se había quedado dormido en los brazos de mi mamá.

Bajamos todos muertos de vergüenza y fuimos corriendo a tomar el tren para Ituzaingo.

Dailan KifkiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora