Capítulo 37

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Muy pronto tuve que dejar de reírme, cuando vi que el señor Carozo se iba muy tranquilo a buscar su pelota dormilona para ponerla otra vez en su salita.

-¡Un momento, señor Carozo!- le grité.

-¿Que pasa?- me contestó haciéndose el tonto.

-Lamento decirle- le contesté -Que esa pelota ya no es suya sino mía, bien mía y réquete mía-

-Supisiche- me contestó -Esa pelota es mía, bien mía, réquete mía desde hace 185 años-

-No, señor; usted, como es enanito, tiene una memoria muy corta, señor, pero recuerde, señor, que usted me apostó esa pelota, señor, y yo la gané de buena ley, señor-

-¿Yo?- me preguntó haciéndose el asombrado -¿Yo, apostar mi preciosa pelota? ¿Yo? ¿He oído bien?-

Entonces lo hice upa de nuevo y corriéndole el gorro y levantándole un poco el pelo de la patillas, le grité en el oído:

-Sí señor, usted me apostó la pelota y perdió, así que me la llevo-

-¿Y jugando a qué se la aposté?- me preguntó, con los ojos muy abiertos -¿Jugando al ludo, a la rayuela, al dominó, a la mancha venenosa, al tinenti?-

-No señor- le dije, esta vez levantándole la patilla de la otra oreja  -Usted me la apostó creyendo que el culpable del asesinato de la sala era Dailan Kifki, y la investigación policial ha demostrado que el pobrecito era inocente-

-Sampiolín- me contestó impaciente -Bájeme que tengo mucho que hacer-

-No señor, no lo bajo nada- le contesté teniéndolo simplemente a upa, a pesar de que pataleaba como un loco revoleando los escarpines.

Lo aparté un poco pero no lo puse en el suelo.

-La pelota es mía, réquete mía- insistí.

-¿Y a mí que me importa?- dijo por fin -Llévese su pelota, total, el bosque de Gulubú está lleno de pelotas de fútbol tan inteligentes como ésa-

Entonces lo puse en el suelo, y él entró corriendo en la casa y salió al poco rato abrazado a su pelota.

Me la dió de muy mala gana.


Dailan KifkiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora