Ya íbamos a poner la galera llena de avena sobre el fuego (A cierta distancia para que no se chamuscara) cuando nos dimos cuenta de que faltaba el ingrediente principal: la leche.
Y no se veía un solo lechero entre el público.
Yo: -¿Cómo vamos a hacer la sopita de avena sin leche?- Pregunté desesperada.
Abuelo: -A mi me pareció ver una vaca por allí- Dijo el Abuelo.
Roberto: -Si, yo también vi una- Añadió mi hermano Roberto.
Todos: -¿Dónde, dónde?- Preguntábamos los tres, oteando el horizonte con la mano de visera.
Por fin allá lejos me pareció ver unos cuernos.
Yo: -¡Allá hay una!- Grité.
Abuelo: -¡A la carga!- Ordenó el Abuelo, empuñando su red de cazar mariposas.
Roberto: -¡A ordeñarla!- Rugió mi hermano Roberto que no tiene la menor idea de como se ordeña una vaca.
Y salimos los tres corriendo.
Como a los dos kilómetros tuvimos que dar media vuelta los tres porque nos dimos cuenta de que no llevábamos el recipiente para la leche.
Volvimos a buscar la galera y salimos corriendo otra vez como diablos.
Nos acercamos despacito, despacito a la vaca, los tres de la mano, muertos de miedo.
Yo lo codeé al Abuelo y le dije:
Yo: -Abuelo, háblele usted que es el mayor, a mi no me va a hacer caso-
El Abuelo lo codeó a mi hermano Roberto y le dijo:
Abuelo: -Háblale tu, que eres el mas joven-
Y mi hermano Roberto me codeó a mi y me dijo:
Roberto: -Hablale vos que sos mujer-
Y resulta que allí estábamos los tres de la manito mirando a la vaca y la vaca nos miraba muy curiosa y nadie se animaba a hablarle para pedirle permiso para ordeñarle un poquito de leche para preparar la sopita para Dailan Kifki.
Nadie.
Por fin yo me armé de coraje, carraspeé, me arreglé el vestido y, demostrando que era la más valiente de los tres, le dije a la vaca:
Yo: -Buenas tardes señora vaca-
La vaca me miró muy atenta y me contestó:
Vaca: -Mu-
Yo traté de darle un poco de conversación para distraerla, porque no era cuestión de ordeñarla así, de golpe y porrazo.
Entonces le dije:
Yo: -Que lindo día, ¿Verdad, señora vaca?-
Ella, muy atenta, dijo que si con la cabeza e insistió:
Vaca: -Mu-
El Abuelo me codeó y murmuró:
Abuelo: -Bueno, hay que ordeñarla de una vez-
Entonces yo le rasqué un poco la orejita, a la vaca, y le pregunté cariñosamente:
Yo: -¿Usted permitiría, distinguida señora vaca, que le ordeñáramos un poco de lechita?-
La vaca, muy atenta, me dijo que sí con la cabeza y repitió:
Vaca: -Mu-
Abuelo: -Yo me encargo- Dijo el Abuelo.
Y se puso a ordeñarla, mientras mi hermano Roberto sostenía la galera y yo seguía haciéndole cariñitos detrás de la oreja, a la vaca, para que no se espantara.
Cuando llenamos la galera le dimos las gracias con muchas reverencias, y la vaca nos respondió saludando con la colita.
Cuando volvimos a poner la sopa al fuego, el Abuelo se entretuvo contándole a medio mundo que él solo había domado a una feroz vaca salvaje de las selvas de Ituzaingó.
¿Que me dicen?

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Dailan Kifki
AcakDailan Kifki apareció un buen día y cambió la vida de toda la familia. Porque, aunque te parezca mentira, no es fácil criar a un elefante, sobre todo si se queda dormido arriba de una plantita que crece hasta las nubes.