Capítulo 45

202 5 0
                                    

Pero no.

Cuando desperté del desmayo, todo el mundo me rodeaba abanicándome, dándome cachetadas y tirándome agua fría.

El Abuelo consultaba su manual de primeros auxilios.

El Bombero enchufaba su manguera en la canilla para darme un buen manguerazo.

Mi tía Clodomira revoleaba su paraguas y chillaba:

-¡Hasta cuándo tendremos accidentes por culpa de ese meterete de elefante!

Yo conseguí abrir un ojo. Después conseguí abrir el otro. Después pude abrir un poquito la boca.

Y entonces pregunté:

-¿Qqq... ué pppa... ssó?

-¡Ese elefante grosero, mal educado y asqueroso!- dijo mi tía Clodomira.

-¡No te permito que lo insultes tía!- dije yo, acabando de despertar.

-¡Para que sepas, fue él quien te desmayó de un trompazo y casi te mata!- explicó mi tía, colorada de rabia.

-No puede ser- le comenté -Habrá sido un accidente, Dailan Kifki nunca hace daño a nadie, salvo cuando lo atacan.

-No señor, es un elefante dañino, un eleñino dafante- insistía mi tía, trabucando las palabras de pura rabia y golpeando el andén con su paraguas.

Busqué entre la comitiva una persona mas tranquila y serena de ánimo que me explicara la verdad verdadera.

¿Qué había pasado?

Resulta que cuando empecé a pintarle el traje a Dailan Kifki, el pobre estaba completamente dormido, con esa curiosa manía que tiene de dormirse con la trompa para arriba.

Justo cuando yo estaba agachada pintándole la raya del pantalón, parece que el pobrecito tuvo un mal sueño y ¡zápate! se le cayó la trompa.

Naturalmente, se le cayó encima de mi cabeza.

El pobre Dailan Kifki me miraba afligidísimo, como diciendo: "Fue sin querer, fue sin querer, se me cayó la trompita, no sabía que estabas por ahí debajo".

Conseguí por fin despabilarme y levantarme, y entonces vi mi trabajo perfectamente estropeado, como se podrán imaginar.

Porque Dailan Kifki, al tener la trompa para abajo, tapaba la corbata y los preciosos botones que le había pintado.

-¡Ponga esa trompa para arriba!- le dije con la mayor autoridad.

Y nada.

-¡Levante esa trompa inmediatamente!

Y nada.

-¡Arriba esa trompa!

Y nada.

Pero entonces apareció mi hermano Roberto abriéndose paso a codazos y dijo:

-Déjame a mí, yo entiendo de elefantes. 

Se acercó a Dailan Kifki, trabajosamente le levantó una oreja y le gritó al oído:

-¡O levanta la trompa o no hay más sopita de avena!

Entonces Dailan Kifki levantó la trompa bien alta y por fin se lucieron la corbata y los botones.

-¿No es cierto que ahora Dailan Kifki, así pintado, bien puede pasar por un pasajero de tren?- pregunté.

-Claro que sí- me contestó todo el mundo -ahora apenas se nota que es un elefante.

Y yo me puse tan contenta con mi obra que di unos pasitos de pericón por el andén.

Dailan KifkiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora