Capítulo 33

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¡Pobre señor Carozo!

Yo le acariciaba la cabezota al enanito y trataba de consolarlo:

-No se aflija, señor Carozo, entre todos vamos a reconstruir su sala-

-Y mientras tanto ¿Dónde va a dormir la pelota?- Preguntaba hipando inconsolable.

-A los pies de su cama, señor Carozo-

-No, no le gusta; a medianoche tiene pesadillas y salta sobre mi cama y me asusta...-

-No se aflija, el Abuelo va a descubrir al culpable y como castigo lo va a obligar a reconstruir la sala-

-Mi preciosa salita con ventanas locas de todos colores...-

Para distraerlo, lo invité a la cocina para a preparar una sopita de avena para Dailan Kifki.

Me extrañó no ver a un solo sirviente en el palacio, ni a un solo cocinero en la cocina.

-No se ven pero hay muchos- me explicó el enanito.

Tuve que cocinar de rodillas porque la cocina era muy chiquita.

Cuando salimos a llevarle la sopa a Dailan Kifki, el Abuelo seguía gateando alrededor de la sala destruida, olfateando el suelo como un sabueso y observándolo bizcamente a través de su lupa.

-Una hormiga- decía el Abuelo y la anotaba como sospechosa.

-Una lombriz empachada- y la anotaba.

De pronto el Abuelo se detuvo y hundió la nariz en el suelo.

Miró y remiró con la lupa. Comparó lo que miraba la hormiga, la cucaracha y la lombriz. Sacó una regla y un compás y midió bien lo que miraba, lo anotó en su libreta y vino a decirme al oído:

-Me parece que ya lo tengo-

-¿Al culpable Abuelo?-

-Ajá-

-¿No es Dailan Kifki, verdad?-

-Eso lo vamos a comprobar inmediatamente- dijo con calma -He encontrado una huella que es una circunferencia de un centímetro de diámetro; ahora falta ver cuánto miden las patas de Dailan Kifki. Si son de la misma medida, sin duda el culpable es él: hay varias huellas idénticas.

-Me parece que las patas de Dailan Kifki son un poco más grandes, Abuelo-

-Eso hay que comprobarlo con mi regla y mi compás. Tráeme al acusado inmediatamente.

Fui a buscar a Dailan Kifki, que había terminado su sopita, y lo llevé de una oreja a comparecer ante el detective.

-Perfectamente- dijo el Abuelo - Procedemos a efectuar la investigación cronológica, numismática y peripatética de las huellas dactilares de este proboscidio, en comparación filatélica con los rastros paralelepípedos y sintomáticos descubiertos en el terreno adyacente-

Cosa que, sin duda, quería decir que iba a ver si las patas de Dailan Kifki coincidían con las huellas descubiertas en el barro.

El Abuelo sacó su libretita y comprobó la medida de las huellas: un centímetro.

Luego tomó la regla y el compás y, con mi ayuda, le doblamos una pata a Dailan Kifki y el Abuelo le midió la planta cuidadosamente.

-48 centímetros, 15 milímetros- dijo el Abuelo, y anotó en su libreta.

-¿No ve?- le dije -Las huellas no son de él.

-Para mayor seguridad vamos a comprobarlo en la práctica-

Y colocó la pata de Dailan Kifki sobre uno de los agujeritos descubiertos en el terreno.

-Sobran exactamente 47 centímetros 15 milímetros- dijo -Por lo tanto, estas huellas no pertenecen al acusado-

Yo suspiré aliviada.

Las huellas eran unos agujeritos redondos, distribuidos sistemáticamente.

"De zapato no son", pensé "de monopatín tampoco, de gallina tampoco"

-Son huellas muy raras- le comenté al Abuelo -Yo diría que son huellas de un animal con una sola pata-

-¡Tonterías!- me dijo -¿Conoces acaso algún animal que tenga una pata sola?-

-A ver...- Me puse a pensar con el dedo en la frente -El caracol no tiene ninguna, la mosca tiene varias, pero para qué va a molestarse en caminar si puede volar.. la mesa tiene patas, pero no es animal...-

-¡Ya lo tenemos!- me interrumpió el Abuelo -¡Tienes razón, el culpable bien puede tener una o más patas pero no ser animal!-

-Una sola pata...- me dolía la cabeza de tanto pensar.

-¡Ya lo tengo, Abuelo!- grité alborozada -¡Un paraguas!-

-¡Eso es!- gritó el Abuelo, abrazándome con lágrimas en los ojos -¡Estas huellas son de paraguas, siempre lo supe!-

-Pero Abuelo- le dije tratando de calmarlo -No me dirá que un pobre paraguas puede haber causado semejante terremoto-

-¿Por qué no?- me contestó el Abuelo misteriosamente.

Y se alejó hacia donde estaban los curiosos, los personajes, los vecinos y todo el mundo tomando mate con caras de inocentes.

El Abuelo se detuvo a mitad de camino, sacó su libretita y anotó:

El Abuelo se detuvo a mitad de camino, sacó su libretita y anotó:

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Dailan KifkiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora