Capítulo 39

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Parece mentira, pero al fin llegamos a la estación de Ituzaingó. Yo me fijé bien en los carteles, porque tenía miedo de haber llegado a la estación de Ituzaingó del Ferrocarril de Nomeacuerdo o de la República de Santontín.

Pero no.

En todas partes decía bien clarito: Ferrocarril Domingo Faustino Sarmiento, República Argentina.

Para no cansarlos, paso por alto el hecho de que el Abuelo, en cuanto vio el nombre del prócer, se sacó el casco y pretendió hacernos cantar a todos el Himno a Sarmiento.

No es que no nos guste Sarmiento, al contrario, lo queremos mucho, pero no teníamos fuerza para cantar.

El Abuelo cantó el Himno él solo, varias veces.

Todos se abalanzaron sobre el puesto de golosinas: para eso sí que no estaban cansados. En un segundo lo desvalijaron totalmente.

Y aquí debo dejar constancia de un hermoso gesto del Bombero.

Se acercó al puesto y volvió al trotecito. Se me acercó, se quitó su precioso casco dorado, me hizo una gran reverencia y me entregó un paquete de pastillas de naranja.

Mi mamá que estaba cerca, me dijo al oído:

-Qué caballero es ese Bombero: en cuanto lleguemos a casa, tenes que casarte con él-

En eso llegó el tren.

El Abuelo ordenó formar fila, y yo me puse bien adelante, agarrando a Dailan Kifki de una oreja para que no se escapara otra vez.

El tren japonés se detuvo, se abrió la puerta, y yo le dije mi elefante:

-Vamos, querido, upa, despacito, primero una pata y después la otra...-

Era la primera vez que Dailan Kifki subía al tren y claro, estaba un poco abatatado.

Al fin subimos, y por suerte el tren estaba casi vacío.

Pero una señora que vio que un elefante subía al vagón, dio un grito horrible sacando la ventana por la ventanilla:

-¡Socoooooorro!-

-Ssh- chistamos todos.

-Señora- le dije -¿Es la primera vez que ve a un animalito?-

-Está prohibido viajar en tren con animales- chilló cada vez más furiosa.

-Pero si es muy cariñoso- le dije -Si yo quisiera subir al tren con un león furioso, una pantera sin bozal, o un ratón loco, todavía...-

-¡Igual está prohibido!- me contestó -¿No leyó en el diario que está prohibido salir a la calle con animales, porque pueden estar rabiosos?-

-Pero señora, por favor, Dailan Kifki no es un perro, ¿Como va a estar rabioso?-

-O lo saca de aquí o llamo a la policía- dijo la señora.

Y entonces llegó el guarda.

-¿Qué sucede?- preguntó.

-Nada, nada...- le dije tratando de ocultar a Dailan Kifki a mis espaldas.

Y la señora chilló, señalándome con el dedo:

-Esa señorita quiere viajar con un animal-

Dailan Kifki se hacía chiquito, se encogía detrás de mí.

-¿A ver...?- dijo el guarda.

Y yo ya temblaba de horror pensando que nos haría bajar a todos cuando...

Dailan KifkiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora