Capítulo 19

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No crean que los problemas y las complicaciones se terminaron con el aterrizaje de Dailan Kifki.

No.

Allí empezaron.

No se imaginan lo complicado que es tener un elefante.

Yo les aconsejo que nunca tengan un bicho tan gran, que se contenten con un gatomiau, un perrolín, un canariopo. Es más sencillo y económico, y al fin y al cabo son todos bichos cariñosos.

Bueno, como les decía, Dailan Kifki aterrizó, tomo su sopita de un sorbo, y e Bombero permaneció montado, posando para los fotógrafos y los camarógrafos del noticiero.

El Bombero estaba tan mareado por el éxito que no había reparado bien en el asunto de la sopita.

Pero cuando vio que Dailan Kifki se la había tomado toda, ¿Qué creen que hizo? Se puso a llorar.

Yo no sabía qué le pasaba, de modo que le pregunté al Capitán de los Bomberos, que me contestó:

Capitán de los Bomberos: -Tiene pena, pena, pena por la sopita de avena-

Yo: -Pero que vergüenza- Le dije yo -Un Bombero tan grandote llorando por una sopita de avena de elefante. Señor Capitán, dígale que desmonte y nos ayude con tantas cosas como tenemos que hacer, el lugar de llorar como un nene-

Y entonces el Capitán se cuadró delante del Bombero, hizo la venia y le ordenó:

Capitán de los Bomberos: -¡¡¡Señor Bombero, al instante, bájese del elefante!!!-

¿Saben que le contesto el malcriado del Bombero?

Bombero: -No me bajo si grita, yo también quiero sopita-

Yo: -¿Pero no ve que no hay más?- Le dije.

Entonces se acercó mi mamá y me dijo:

Mamá: -Nena, cuando te cases con el Bombero vas a tener que hacerle sopita de avena todos los santos días-

Yo: -¡No pienso casarme con un Bombero llorón!- Le contesté.

El Bombero no quería bajar de la cabeza de Dailan Kifki; entonces yo, para prevenir otra fuga, me puse a sacarle las alas.

Le desaté las cintas, le despegué los papelitos, le corté los piolines, porque si seguía con las alas puestas seguro que se volaba otra vez.

Para qué lo habré hecho.

Cuando Daian Kifki se dio cuenta de que le estaba quitando las alas se puso a llorar como veinte elefantes que hubieran pelado veinte toneladas de cebollas.

Naturalmente al ratito apareció el jefe del correo de Ituzaingó más furiosos que nunca, porque con el bochinche se le habían despegado todas las estampillas otra vez.

Este asunto de las estampillas ya me tenía cansada. 

Dailan KifkiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora