Capítulo 22

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Al final mi tía Clodomira no aguantó más y corrió decidida hasta la carroza para ver quiénes eran los famosos visitantes.

En cuanto abrió la puerta salió a tierra un enano.

Si, un enanito igual que los que ustedes conocen: con gorro colorado, barba blanca y cascarrabias. Pero eso si: se diferenciaba de los otros enanitos famosos en que este estaba vestido de futbolista.

La barba le cubría la camiseta, de modo que no pude ver de qué cuadro era. Solamente distinguí el pantaloncito y los zapatones.

Mi tía Clodomira suspiró desilucionada.

Tía Clodomira: -Bah- Dije -Una carroza tan grande para un enanito tan chiquito-

Yo: -Shh- Le dije yo -A ver si te oye y se enoja-

El enanito cascarrabias dio dos o tres pataditas y sin mirar ni saludar a nadie -Cosa que indignó al Abuelo- fue derechito hacia Dailan Kifki.

Apenas le llegaba a las rodillas al elefante, y empezó a dar saltos para tirarle de las orejas, pero no alcanzaba.

Entonces yo lo hice upa y el enanito le acarició las orejas muy contento.

Luego me demostró su agradecimiento con una sonrisa.

Yo le dije:

Yo: -Bienvenido, señor enanito-

Y él me contestó:

Enanito: -Supisiche- Cosa que en lenguaje de enanito vaya a saber qué quiere decir.

Enanito: -Quiero dar una vuelta en elefante- Añadió en seguida con tono caprichoso y en perfecto castellano.

Nadie se atrevió a contradecirlo siendo un enanito tan importante que andaba en carroza y que a lo mejor era campeón del futbolito. Y entonces, entre todos, lo sentamos sobre la cabeza de Dailan Kifki.

Dio unas cuantas vueltas, sonriendo y saludando y haciendo firuletes con el gorro.

Enanito: -Bueno ya está, ya di una vuelta- Dijo tres horas después. Pero no había sido una vuelta sino como 15.000, y Dailan Kifki estaba súper mareado.

Todos estábamos muertos de curiosidad, preguntando al oído quién sería el misterioso enanito. Teníamos miedo de que se escapara en su carroza sin que nos contara su vida o, al menos, nos dijera su nombre.

En eso estábamos pensando, cuando de repente nos miró a todos y a uno por uno -Cosa que le llevó bastante tiempo- y al fin nos preguntó muy enojado:

Enanito: -¿Y ustedes quienes son?-

Al principio nadie se atrevía a contestar como si todo el mundo se hubiera olvidado de quién era.

Entonces yo los presenté.

El enanito, muy atento, se quitó el gorro y nos dio la mano a todos. Éramos tantos, que el saludo le llevó como cinco horas y catorce minutos.

Después de esta presentación me sentí con derecho a preguntarle a mi vez quién era él. Carraspee, me arregle el delantal, me acomode mi sombrero de tul con banderitas, que estaba a a la miseria, y haciéndole una gran reverencia le pregunté:

Yo: -¿Y ahora podemos saber quién es usted, señor enanito?-

Enanito: -¿Cómo quién soy yo?- Me contestó furioso -¿Es posible que no sepas quién soy yo?-

Yo: -No, lo siento mucho, señor enanito, pero es la primera vez que lo veo-

Enanito: -¡Pero que ignorancia!- Comentó, saltando de indignación.

Yo decidí preguntarle al Abuelo, que es tan sabio:

Yo: -Abuelo, ¿Usted sabe quién es?-

Y el Abuelo me contestó:

Abuelo: -No debe de ser nadie, porque jamás lo vi en ningún libro de historia, ni de geografía, ni de botánica, ni de astronáutica chiripitufláutica... ni siquiera dibujado en una historia-

Y como el enanito estaba callado y pensativo, mirándose los zapatones, y no nos decía quién era, nos quedamos todos intrigados, mirando también para abajo y estrujando hojitas de eucaliptus con dedos muy nerviosos.

Dailan KifkiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora