Capítulo 16

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Una gran desgracia, si.

Varias personas, entre ellas el Abuelo y los Embajadores, quisieron sentarse un ratito en el pasto a descansar y... tuvieron que sentarse con el brazo para arriba.

Se les había quedado duro de tanto remontar barriletes, y no podían bajarlo.

Yo traté de poner en su lugar el brazo del Abuelo, pero lo tenía como petrificado.

Abuelo: -¡Qué barbaridad!- Me dijo el Abuelo -Parece que estoy pidiendo permiso para pasar al frente todo el tiempo-

Por suerte, en ese mismo momento se oyó una sirena, bocinazos y una ruidosa frenada.

Era la ambulancia.

Bajaron cinco doctores y tres dentistas preciosos, blancos, almidonados y con claveles en las orejas. Traían serruchitos, destornilladores, frascos, tijeras, vendad, martillos y gomas de borrar.

En seguida se dedicaron a los enfermos, y a la fuerza de jarabe para la tos y destornillador consiguieron bajarles los brazos.

Naturalmente, los doctores y los dentistas se quedaron a remontar barriletes ellos también.

Todos seguimos tratando de pescar a los astronautas, cuando mi hermano Roberto tuvo una idea genial.

Me llamó aparte, con aire misterioso, y me dijo en secreto:

Roberto: -Seguro que Dailan Kifki tiene hambre-

Yo: -Claro que esta muerto de hambre- Le contesté -Pero no baja de miedo que lo retemos-

Roberto: -Yo sé lo que hay que hacer para que aterrice- dijo mi hermano Roberto siempre misteriosamente.

Yo: -¿Que hay que hacer?- Le pregunté intrigada.

Roberto: -Sopita de avena- Me contestó -En cuanto sienta el olor, baja en picada-

Yo: -¿Y cómo vamos a hacer sopita de avena, aquí en medio del campo?- Le pregunté.

Roberto: -Vamos a preguntarle al Abuelo, el ha sido boy scout, sabe como se solucionan estas cosas-

Y allá fuimos a preguntarle al Abuelo como podíamos hacer sopita en medio del campo.

Abuelo: -¿Sopita con agua o con leche?- Preguntó el Abuelo a su vez.

Roberto y Yo: -¡Con leche porsupuesto!- Contestamos.

Abuelo: -Es muy sencillo, se ponen seis kilos de avena en una cacerola-

Yo: -Pero no tenemos avena ni cacerola-

Abuelo: -Entonces hay que plantar avena, y mientras crece, ustedes pueden pedirle prestada la galera a algún Embajador y la usaremos como cacerola-

No hay duda de que el Abuelo es inteligente.

En seguida se puso a plantar avena mientras mi hermano y yo, en puntas de pie y muy calladitos, fuimos a tratar de sacarle la galera a algún Embajador sin que se diera cuenta.

Fue difícil, porque le quedaba chica y la tenía encanquetada, pero al fin lo conseguimos.

Roberto: -¡Hurra ya tenemos cacerola!-

Yo: -Un momentito, cuando el señor Embajador se despierte y le de el sol en el coco se va a enojar y se va a dar cuenta de que le robamos la galera-

Entonces entre los dos tejimos apresuradamente una galera de hojas de eucaliptus y se la escasquetamos despacito, sin que se despertara.

Una hermosa galera perfumada, buena para la tos ¿No?.

El Abuelo contemplaba satisfecho como crecían sus plantitas de avena.

Roberto y Yo: -Ya tenemos cacerola- Le dijimos.

Y el, rezongón como siempre, la miró de reojo y murmuró:

Abuelo: -En fin, no es una maravilla, pero en el campo hay que saber arreglarse con lo que uno tiene-

Inmediatamente lo mandó a mi hermano Roberto a encender el fuego.

Pero no teníamos encendedores ni fósforos, a si que le preguntamos al Abuelo como hacíamos.

Abuelo: -¡Como los indígenas ignorante!- Le contestó el Abuelo fulminándolo con la mirada.

Y entonces nos pusimos a frotar dos piedras para hacer chispas mientras el Abuelo juntaba ramitas y hojas secas.

Nos dio bastante trabajo, pero al fin, como a las dos horas conseguimos encender un buen fuego.

Naturalmente, una vez que estuvo encendido, el Abuelo descubrió que el bolsillo tenía sus fósforos de encender la pipa.

A todo esto la avena había crecido, de modo que la echamos en la cacerola, es decir, en la galera del Embajador.

Yo miré al cielo y vi que todo seguía igual: Dailan Kifki revoloteaba muy orondo, el Bombero seguía montado en su cabeza , todo el mundo  trataba de perscarlos con sus barriletes.

La única esperanza que nos  quedaba era que el   rico olor de la sopita   de avena  los tentara y planeara un poco mas bajo  para oler mejor.

Y  entonces...      

Dailan KifkiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora